Director: Phil Joanou
No tenía idea de la existencia de esta película y lo primero que destaca de ella es su reparto, compuesto por Sean Penn, protagonista, Gary Oldman y Ed Harris en roles principales, además de Robin Wright y un jovencito John C. Reilly, y claro, John Turturro. La banda sonora la compuso el maestro Morricone, y el director es Phil Joanou, que no tiene una muy nutrida o destacada filmografía y que si se hace llamar director de cine, creo yo, es porque ha dirigido unas cuantas películas. El que escribe es Dennis McIntyre, a la sazón su único guión cinematográfico. Lo mejor de esta película, la cinematografía, está a cargo de Jordan Cronenweth, cuyo trabajo más brillante, a todas luces, es la cinematografía de "Blade Runner", si bien ha hecho lo propio en otro buen número de títulos. Por lo demás y para ser justos, Joanou dirige bastante bien (hay secuencias en donde la tensión está a punto de estallar) pero no me parece "State of Grace" una gran película ni tampoco un poderoso y contundente thriller o drama criminal como tan bien aparenta, a grandes rasgos por el guión, con un argumento y personajes bastante trillados, no muy alejados de lo que indican sus moldes ni tampoco muy profundizados en sus dramas humanos, algo importante considerando la fuerte carga moral de esta historia sobre mafiosos irlandeses y policías encubiertos, con personajes atormentados por decisiones pasadas, por el peso del barrio (que por momentos es más bien una condena), por la fatalidad de sus vidas marcadas por la violencia, por los dolores causados por sus actos. Sean Penn interpreta al policía que vuelve al barrio (luego de diez años, cuando huyó con la esperanza de no volver más, de dirigirse a una vida de provecho o al menos lejos de tanta mugre y basura) para enviar a la cárcel al jefe local, que resulta ser el hermano mayor de su mejor amigo de la infancia (Gary Oldman) y también hermano mayor de su primer amor (Robin Wright, claramente), una chica que también busca alejarse de esa vida que vivió tan de cerca pero que, por razones sanguíneas, siempre vuelve a ella. Y este ahora jefe del barrio, Ed Harris, ha perdido todo rasgo de autenticidad (vive en Jersey, por Dios) y su gran propósito es complacer al italiano para el que trabaja. Y claro, a Sean Penn se le hace difícil la cosa porque un asunto es ir de encubierto para atrapar a una cuanta chusma y otro asunto es tener que engañar a sus mejores amigos, como si no fuera suficiente la vida que les tocó como gran trampa mortal.
Cuando mejor funciona "State of Grace", que por lo demás fue rodada en locación (hecho que se nota, primero, en la calidad de la cinematografía, que saca gran partido de este "realismo" callejero, y segundo, en la puesta en escena, que construye cabalmente este ambiente, este barrio, que respira y agoniza, que sonríe y que llora, en el que sus personajes se mueven como si, en efecto, lo conocieran de toda la vida) es cuando se torna una incontestable película de mafiosos o criminales, con conversaciones en penumbrosos restaurantes, mesones de bar aplastados por antebrazos sombríos, reuniones en callejones oscuros (sólo los muros de ladrillo lamidos por la luz lunar), siluetas que hablan y que mueren porque dejan de ser siluetas, y, sobre todo, las escenas de tiros y sangre saliendo a chorros y miembros perforados y hasta mutilados por balas furiosas y el daño colateral de siempre: botellas rotas, cerveza goteando por las paredes, luces estallando, mesas perdiendo el equilibrio (como borrachas o como parapetándose al suelo para evitar recibir disparos, siempre y cuando una mesa tenga la misma capacidad de razonamiento lógico que un ser humano en semejante situación, claro está) y el silencio haciéndose notar a fogonazos. Y al final todo se resuelve a tiros y los tiros son el aceite del engranaje argumental, pero ojo, no son el verdadero motor narrativo-dramático, que no es otro que el drama moral que, a cada muerte y a cada hecho violento, se intensifica en la confusa mente de Sean Penn, que en un momento sincera su alma (olvidando que es policía quizás) y habla del mundo de las ideas/sueños y de la realidad y del estado de gracia que te hace pensar que lo primero puede ser lo segundo, pero no, nunca es así. Entonces, ¿drama sobre chicos perdidos en el mundo cruel o sobre mafiosos-delincuentes con sus guerras?
James Gray ha sabido retratar mejor la sordidez o la fatalidad de los barrios bajos, de la vida criminal, de los individuos que buscan una salida a ello, a la vez que no descuida sus potentes y brutales historias de mafiosos y policías. James Gray es un genio del drama criminal y, quizás, el que mejor le ha dado forma y definido en los últimos 25 años o más (partiendo por su magnífica y desoladora opera prima: "Little Odessa"). Lo menciono como referencia, para que se hagan una idea.
Con todo, a pesar que su trama se hace un poco larga y que como drama criminal no me convence del todo, "State of Grace" es una buena, o mejor dicho más que estimable película que tiene importantes logros y no menores hallazgos o aportes, a pesar de no aprovechar por completo el potencial dramático y estético de su escenario, personajes y conflictos. Por último, véanla por su ambientación y por lo bien que se mueve por estas calles y callejones y bares y departamentos mugrientos y solitarias azoteas, y lo gris que resulta todo (el cielo, el aire, los rostros) y lo triste que sería respirar y vivir de forma tan gris, y quizás entendamos un poco mejor al protagonista...
Pero no, el visionado no tiene desperdicio alguno.
Cuando mejor funciona "State of Grace", que por lo demás fue rodada en locación (hecho que se nota, primero, en la calidad de la cinematografía, que saca gran partido de este "realismo" callejero, y segundo, en la puesta en escena, que construye cabalmente este ambiente, este barrio, que respira y agoniza, que sonríe y que llora, en el que sus personajes se mueven como si, en efecto, lo conocieran de toda la vida) es cuando se torna una incontestable película de mafiosos o criminales, con conversaciones en penumbrosos restaurantes, mesones de bar aplastados por antebrazos sombríos, reuniones en callejones oscuros (sólo los muros de ladrillo lamidos por la luz lunar), siluetas que hablan y que mueren porque dejan de ser siluetas, y, sobre todo, las escenas de tiros y sangre saliendo a chorros y miembros perforados y hasta mutilados por balas furiosas y el daño colateral de siempre: botellas rotas, cerveza goteando por las paredes, luces estallando, mesas perdiendo el equilibrio (como borrachas o como parapetándose al suelo para evitar recibir disparos, siempre y cuando una mesa tenga la misma capacidad de razonamiento lógico que un ser humano en semejante situación, claro está) y el silencio haciéndose notar a fogonazos. Y al final todo se resuelve a tiros y los tiros son el aceite del engranaje argumental, pero ojo, no son el verdadero motor narrativo-dramático, que no es otro que el drama moral que, a cada muerte y a cada hecho violento, se intensifica en la confusa mente de Sean Penn, que en un momento sincera su alma (olvidando que es policía quizás) y habla del mundo de las ideas/sueños y de la realidad y del estado de gracia que te hace pensar que lo primero puede ser lo segundo, pero no, nunca es así. Entonces, ¿drama sobre chicos perdidos en el mundo cruel o sobre mafiosos-delincuentes con sus guerras?
James Gray ha sabido retratar mejor la sordidez o la fatalidad de los barrios bajos, de la vida criminal, de los individuos que buscan una salida a ello, a la vez que no descuida sus potentes y brutales historias de mafiosos y policías. James Gray es un genio del drama criminal y, quizás, el que mejor le ha dado forma y definido en los últimos 25 años o más (partiendo por su magnífica y desoladora opera prima: "Little Odessa"). Lo menciono como referencia, para que se hagan una idea.
Con todo, a pesar que su trama se hace un poco larga y que como drama criminal no me convence del todo, "State of Grace" es una buena, o mejor dicho más que estimable película que tiene importantes logros y no menores hallazgos o aportes, a pesar de no aprovechar por completo el potencial dramático y estético de su escenario, personajes y conflictos. Por último, véanla por su ambientación y por lo bien que se mueve por estas calles y callejones y bares y departamentos mugrientos y solitarias azoteas, y lo gris que resulta todo (el cielo, el aire, los rostros) y lo triste que sería respirar y vivir de forma tan gris, y quizás entendamos un poco mejor al protagonista...
Pero no, el visionado no tiene desperdicio alguno.
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