Director: Gregg Araki
Finalmente, la última película de Gregg Araki ha llegado a este blog, un poco tarde para lo que tenía planeado, pero para qué quejarse siendo que ya la vi. Eso sí, quiero decir que no es una gran película ni considero que sea lo mejor de Araki, pero sí es el fiel reflejo de que el hombre tiene cuerda para rato y puede seguir contando historias con eficacia y sentimiento, sin dar su brazo a torcer -aunque es cierto que en estos tiempos, como ya lo he señalado previamente en otros posts, el hombre se encuentra mucho más apaciguado con el mundo-. Me alegro que Araki siga haciendo películas, lo paso bien viéndolas.
Kat es una chica de diecisiete años cuya madre, Eva Green nada menos, desaparece, así de la nada, dejándola a ella y al padre totalmente aturdidos. Como sea, la protagonista es ella y veremos cómo este hecho influye, en mayor o menor medida, en la vida adulta en la que la niña esta se adentra. ¿Tiempos turbulentos a la vista?
El comienzo de la película me recuerda mucho al de "Mysterious Skin", primero que todo por esa mezcla de magia con inminente fatalidad, de sentimientos contrapuestos que chocan a cada momento provocando toda una confusión emocional por parte de la protagonista; que a todo esto, y que me lleva a lo segundo, es la narradora del relato. En otras palabras, dos cosas quedan inmediatamente claras al comenzar "White bird in a blizzar": que estamos, sin duda alguna, ante un misterio; y que esta historia es eminentemente introspectiva, lo cual acertadamente sugiere que no necesariamente dicho misterio va a ser resuelto, pues no es lo esencial de la historia. De todas formas, tenemos esas dos vertientes fluyendo sin estorbarse la una a la otra, obra y gracia de un correcto guión del propio Araki -basado en la novela homónima-, que además de organizar bien sus historias, también es capaz de crear diálogos y monólogos internos muy poéticos y bellos, y ciertamente nada pedantes; al contrario, éstos brillan por su honestidad y notoria simpleza -no es que una adolescente se vuelva una poeta digna del Nobel-. Volviendo al punto de la estructura narrativa, ésta se organiza como una especie de thriller en el que la protagonista intenta hallar las respuestas al misterio de la desaparición de su madre, indagando, más que en las circunstancias del día en cuestión, en la vida previa de la familia, de ella misma como hija y de su madre como individuo, lo cual se cuadra con la veta introspectiva instalada al inicio. Lo que me ha gustado mucho es que, como ya dije, la estructura de incógnita -me suena mejor que "misterio"- no es un elemento que se interponga a las reflexiones personales de Kat; de hecho, la susodicha estructura funciona como pilar fundamental a la hora de profundizar en la psiquis de la chica y su familia, más o menos como pasaba con "Mysterious Skin", en la que un chico con recuerdos reprimidos iba forjando su personalidad mientras intentaba aclarar esa sombra presente en sus recuerdos. Kat sigue más o menos esa estela: un apropiado equilibrio entre un calculado argumento y la libertad propia de las reflexiones en las que a veces nos sumimos.
Ahora bien, lo que ayuda a que todo lo anterior suba escalones es la ambigüa y sólida atmósfera creada por Araki, un genio a la hora de generar sentimientos y confundirlo todo. ¿Por qué es eso? Pues porque el hombre mezcla y torna difusa la línea que separa a la más infantil inocencia de la cruda y fría realidad; ese mundo en que las cosas son simples y perfectas combinado con aquel donde las familias no son felices y la vida no es precisamente color de rosa. Ambas realidades se introducen la una en la otra, provocando sueños que parecen pesadillas y pesadillas que parecen sueños -sabemos que las pesadillas son sueños (malos); en este caso uso ambas palabras como antónimos-, como si la vida fuera una especie de limbo perpetuo, nublado por la duda e incluso la culpa de no tener las cosas claras. ¿Y qué es sino otra cosa, tratándose de Araki, más que la aniquilación de esa inocencia? De las cosas más terribles que se puedan ver: la caída de la ilusión. En este sentido, la desaparición de la madre de Kat es el detonante de las preocupaciones presentes en la mayoría del cine de Araki: madurez, identidad, aceptación interna y externa, lucha constante con el entorno, y finalmente un despertar.
No obstante, y yo soy el primero en admitir que las comparaciones no siempre son apropiadas ni vienen al caso, debo decir que esa promesa -que, admito, yo solito me hice- de que ésta iba a ser más o menos similar a "Mysterios Skin" me jugó un poco en contra. Sólo un poco, pues también soy el primero en admitir que ambas son, a pesar de semejanzas formales y otras cuantas emocionales, bien en el fondo, totalmente diferentes. El gran punto es que pensaba que "White bird in a blizzard" iba a ser tan especial como aquella película que Araki hizo el 2004... y no: la película de hoy no es realmente especial ni totalmente única. Claro, habían dulces momentos que me cautivaban, pero en ningún momento llegué a sentirme tan especial como con "Mysterious Skin", a la cual el párrafo anterior le cae mucho, mucho mejor. Naturalmente que ahora estoy en terrenos que son más complejos de explicar, pero pienso y siento, simplemente, que Gregg Araki puso más de sí en aquella cinta sobre esos dos incomprendidos jóvenes que en la de hoy, sobre una adolescente acomplejada por la desaparición de su madre. En resumen, no es una película especial pero sí logra transmitir lo que los personajes sienten -el padre y su lastimoso ser me generan cierta ternura- y también envolver en esa atmósfera tan particular que Araki siempre crea. No se puede decir que "White bird in a blizzard" sea fallida, porque funciona en lo que quiere funcionar; soy yo el que el del problema acá.
Y lo que debo reprochar sí o sí es el final, que me ha dejado "que sí, que no, que nunca me decido"; o mejor dicho, que la película tampoco se pone de acuerdo con sus propios términos. Por la parte del sí: ok, el final-final, con reflexión que cierra todo ha quedado muy bien, sí, pues va a la par de la línea introspectiva de la historia; pero por la parte del no, debo decir que eso de querer dejar las cosas claras, otorgando respuestas absolutas, va en sentido contrario con todo lo construido previamente. ¿Era necesario hallar la respuesta a todo el entuerto? Yo pienso que no; que el misterio, la incógnita sin responder habría funcionado mejor, precisamente porque no todas las verdades son necesarias -la de "Mysterious Skin" sí que lo era, y he ahí el porqué ese final es tan poderoso y especial- ni útiles. Quizás la reflexión final de la chica habría sido distinta, pero la esencia no iba a cambiar radicalmente, pues ésta es la verdad que sí es necesaria: la madre desapareció. Lidia con eso y rehace tu vida sin importar la explicación exacta, pues ese lujo no es garantía para nadie... Eso es lo que le diría a la chica Kat, y ciertamente lo que debió haber sucedido -en mi humilde opinión, claro-: un ligero toque de pesimismo y todo se hubiese sentido mucho más real y apropiado. Pero qué se puede hacer a estas alturas salvo aceptar.
Pero en fin, a pesar de todo ello, "White bird in a blizzard" es una película bien pensada, bien escrita y bien resuelta, dirigida con la incuestionable habilidad de Gregg Araki, dueño de una parsimonia y una furia -calmada, por si hace falta decirlo a estas alturas- que mueven sus imágenes, que mueve su cine, y que ciertamente mueve al espectador. En este caso los códigos del thriller están muy bien incluidos y sirven como pilares narrativos de manera más que eficiente, lo que demuestra que el hombre sabe lo que hace -descontando mi reproche anterior, con lo cual el balance sigue siendo positivo-. Lo dicho, Araki sigue demostrando que es uno de los mejores y que se merece todo el respeto posible, pues como él no hay otro. No me hizo sentir especial ni exageradamente alucinado, pero me hizo ver una buena película a la que se le tiene cariño con facilidad. De todas formas, sigo exigiendo al Gregg Araki desatado y furioso de antaño: tiene que volver a dejar bocas abiertas y escandalizar allá por donde vaya. Acá estaré esperando por ello.
Kat es una chica de diecisiete años cuya madre, Eva Green nada menos, desaparece, así de la nada, dejándola a ella y al padre totalmente aturdidos. Como sea, la protagonista es ella y veremos cómo este hecho influye, en mayor o menor medida, en la vida adulta en la que la niña esta se adentra. ¿Tiempos turbulentos a la vista?
El comienzo de la película me recuerda mucho al de "Mysterious Skin", primero que todo por esa mezcla de magia con inminente fatalidad, de sentimientos contrapuestos que chocan a cada momento provocando toda una confusión emocional por parte de la protagonista; que a todo esto, y que me lleva a lo segundo, es la narradora del relato. En otras palabras, dos cosas quedan inmediatamente claras al comenzar "White bird in a blizzar": que estamos, sin duda alguna, ante un misterio; y que esta historia es eminentemente introspectiva, lo cual acertadamente sugiere que no necesariamente dicho misterio va a ser resuelto, pues no es lo esencial de la historia. De todas formas, tenemos esas dos vertientes fluyendo sin estorbarse la una a la otra, obra y gracia de un correcto guión del propio Araki -basado en la novela homónima-, que además de organizar bien sus historias, también es capaz de crear diálogos y monólogos internos muy poéticos y bellos, y ciertamente nada pedantes; al contrario, éstos brillan por su honestidad y notoria simpleza -no es que una adolescente se vuelva una poeta digna del Nobel-. Volviendo al punto de la estructura narrativa, ésta se organiza como una especie de thriller en el que la protagonista intenta hallar las respuestas al misterio de la desaparición de su madre, indagando, más que en las circunstancias del día en cuestión, en la vida previa de la familia, de ella misma como hija y de su madre como individuo, lo cual se cuadra con la veta introspectiva instalada al inicio. Lo que me ha gustado mucho es que, como ya dije, la estructura de incógnita -me suena mejor que "misterio"- no es un elemento que se interponga a las reflexiones personales de Kat; de hecho, la susodicha estructura funciona como pilar fundamental a la hora de profundizar en la psiquis de la chica y su familia, más o menos como pasaba con "Mysterious Skin", en la que un chico con recuerdos reprimidos iba forjando su personalidad mientras intentaba aclarar esa sombra presente en sus recuerdos. Kat sigue más o menos esa estela: un apropiado equilibrio entre un calculado argumento y la libertad propia de las reflexiones en las que a veces nos sumimos.
Ahora bien, lo que ayuda a que todo lo anterior suba escalones es la ambigüa y sólida atmósfera creada por Araki, un genio a la hora de generar sentimientos y confundirlo todo. ¿Por qué es eso? Pues porque el hombre mezcla y torna difusa la línea que separa a la más infantil inocencia de la cruda y fría realidad; ese mundo en que las cosas son simples y perfectas combinado con aquel donde las familias no son felices y la vida no es precisamente color de rosa. Ambas realidades se introducen la una en la otra, provocando sueños que parecen pesadillas y pesadillas que parecen sueños -sabemos que las pesadillas son sueños (malos); en este caso uso ambas palabras como antónimos-, como si la vida fuera una especie de limbo perpetuo, nublado por la duda e incluso la culpa de no tener las cosas claras. ¿Y qué es sino otra cosa, tratándose de Araki, más que la aniquilación de esa inocencia? De las cosas más terribles que se puedan ver: la caída de la ilusión. En este sentido, la desaparición de la madre de Kat es el detonante de las preocupaciones presentes en la mayoría del cine de Araki: madurez, identidad, aceptación interna y externa, lucha constante con el entorno, y finalmente un despertar.
No obstante, y yo soy el primero en admitir que las comparaciones no siempre son apropiadas ni vienen al caso, debo decir que esa promesa -que, admito, yo solito me hice- de que ésta iba a ser más o menos similar a "Mysterios Skin" me jugó un poco en contra. Sólo un poco, pues también soy el primero en admitir que ambas son, a pesar de semejanzas formales y otras cuantas emocionales, bien en el fondo, totalmente diferentes. El gran punto es que pensaba que "White bird in a blizzard" iba a ser tan especial como aquella película que Araki hizo el 2004... y no: la película de hoy no es realmente especial ni totalmente única. Claro, habían dulces momentos que me cautivaban, pero en ningún momento llegué a sentirme tan especial como con "Mysterious Skin", a la cual el párrafo anterior le cae mucho, mucho mejor. Naturalmente que ahora estoy en terrenos que son más complejos de explicar, pero pienso y siento, simplemente, que Gregg Araki puso más de sí en aquella cinta sobre esos dos incomprendidos jóvenes que en la de hoy, sobre una adolescente acomplejada por la desaparición de su madre. En resumen, no es una película especial pero sí logra transmitir lo que los personajes sienten -el padre y su lastimoso ser me generan cierta ternura- y también envolver en esa atmósfera tan particular que Araki siempre crea. No se puede decir que "White bird in a blizzard" sea fallida, porque funciona en lo que quiere funcionar; soy yo el que el del problema acá.
Y lo que debo reprochar sí o sí es el final, que me ha dejado "que sí, que no, que nunca me decido"; o mejor dicho, que la película tampoco se pone de acuerdo con sus propios términos. Por la parte del sí: ok, el final-final, con reflexión que cierra todo ha quedado muy bien, sí, pues va a la par de la línea introspectiva de la historia; pero por la parte del no, debo decir que eso de querer dejar las cosas claras, otorgando respuestas absolutas, va en sentido contrario con todo lo construido previamente. ¿Era necesario hallar la respuesta a todo el entuerto? Yo pienso que no; que el misterio, la incógnita sin responder habría funcionado mejor, precisamente porque no todas las verdades son necesarias -la de "Mysterious Skin" sí que lo era, y he ahí el porqué ese final es tan poderoso y especial- ni útiles. Quizás la reflexión final de la chica habría sido distinta, pero la esencia no iba a cambiar radicalmente, pues ésta es la verdad que sí es necesaria: la madre desapareció. Lidia con eso y rehace tu vida sin importar la explicación exacta, pues ese lujo no es garantía para nadie... Eso es lo que le diría a la chica Kat, y ciertamente lo que debió haber sucedido -en mi humilde opinión, claro-: un ligero toque de pesimismo y todo se hubiese sentido mucho más real y apropiado. Pero qué se puede hacer a estas alturas salvo aceptar.
Pero en fin, a pesar de todo ello, "White bird in a blizzard" es una película bien pensada, bien escrita y bien resuelta, dirigida con la incuestionable habilidad de Gregg Araki, dueño de una parsimonia y una furia -calmada, por si hace falta decirlo a estas alturas- que mueven sus imágenes, que mueve su cine, y que ciertamente mueve al espectador. En este caso los códigos del thriller están muy bien incluidos y sirven como pilares narrativos de manera más que eficiente, lo que demuestra que el hombre sabe lo que hace -descontando mi reproche anterior, con lo cual el balance sigue siendo positivo-. Lo dicho, Araki sigue demostrando que es uno de los mejores y que se merece todo el respeto posible, pues como él no hay otro. No me hizo sentir especial ni exageradamente alucinado, pero me hizo ver una buena película a la que se le tiene cariño con facilidad. De todas formas, sigo exigiendo al Gregg Araki desatado y furioso de antaño: tiene que volver a dejar bocas abiertas y escandalizar allá por donde vaya. Acá estaré esperando por ello.
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