Director: Sebastián Moreno
Como el de ayer, "La ciudad de los fotógrafos" es un documental bastante ilustrativo y, en un sentido, pedagógico, al ser una rica fuente de información cuyos aportes van sumándose a lo que cada quien va adquiriendo de otras partes. En este caso el tema o los personajes principales son los fotógrafos, aquellos que salían a documentar la brutal represión de los perros rabiosos y asesinos de Pinochet, en los tiempos en que las protestas brotaban y estallaban, pues la rabia y el dolor ya eran demasiado. Como es de esperar, todos los entrevistados entregan anécdotas, nos detallan el contexto en el que surgieron, la asociación de fotógrafos, los métodos para ir a los lugares, los métodos para salir más o menos ilesos de los gases y demás cosas, el dilema ético de si fotografiar situaciones críticas o prestar ayuda, el problema de acostumbrarse a la violencia descarnada e incluso de desearlo un poco, y, por supuesto, el poderoso rol que tuvieron las fotos, pues eran pruebas fehacientes de los horrores cometidos a plena luz del día, pruebas que servían como denuncia, para que la gente de afuera y de adentro abriera los ojos, para conocer las verdades escondidas, como, curiosamente, una foto de un paco apuñalado, foto que permitió atrapar al agresor: un agente de la policía secreta, que andaba apuñalando pacos para echarle la culpa a los manifestantes, todos, naturalmente, contaminados por el marxismo-leninismo-comunismo-socialismo-maoísmo-y-en-fin... Adelantando en más de diez años el mecanismo de "Guerrero", en "La ciudad de los fotógrafos" (su opera prima) nuevamente el motor narrativo es revisitar lugares, en este caso lugares en donde se tomaron ciertas fotografías, para rememorar el instante del registro, el contexto y todos los demás datos ya más o menos mencionados. A veces estas visitas no se hacen físicamente, pero esa es la idea base de todas formas. Además de las "pequeñas historias" de las fotografías, vemos fugazmente varios casos emblemáticos: el de Lonquén, en donde aparecieron los primeros cadáveres de detenidos desaparecidos, sacando a la luz las mentiras del régimen asesino de Pinochet (la familia de los desaparecidos fue la protagonista de "No olvidar", el primer documental de Ignacio Agüero, comentado por acá, y de hecho volvemos a ver a la matriarca de la familia, 25 años después); el Caso degollados, tema central de "Guerrero"; y el Caso quemados, algo más detallado, en tanto uno de los jóvenes quemados vivos (hombre y mujer, ella sobrevivió) fue un muchacho que, al volver del exilio, decidió ir con el rectángulo en la mano a fotografiar las protestas, encontrando un destino que nadie esperaba, siendo tan joven y tan decidido.
Dicho todo esto, tampoco me ha gustado ni convencido como documental, pues el tratamiento de este ejercicio de memoria, aunque necesario y de todas formas valioso, me parece bastante simple y meloso, apelando a la emocionalidad barata (con un más que cuestionable uso de la música como agente conmovedor). Nuevamente, es el carácter propio del material de archivo utilizado el que logra darle potencia dramática y discursiva a las remembranzas de los fotógrafos, logrando disimular las grietas de la débil propuesta del director, que parece contentarse con preguntar y listo, total, con material de archivo me salvo. Por lo demás, muy precaria puesta en escena. Sé que acá alabamos el estilo de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, pero en ellos la suciedad y la precariedad es una declaración de intenciones, una construcción de lenguaje cinematográfico, en donde, no obstante ese toque "improvisado", cualquier buen ojo puede notar una construcción estético-narrativa más compleja de lo que aparenta (ya dimos cuenta de ello en "Il siciliano"). En el caso de "La ciudad de los fotógrafos" es, supongo, falta de visión, de gusto, de sensibilidad visual, como si el director jamás se cuestionara la naturaleza de las imágenes (algo tremendo, considerando que es un documental de fotógrafos que justamente hablan de la creación de imágenes, aún en situaciones extremas) y esperara que éstas se crearan solas (tal es la sensación que me deja, tomar la cámara y apretar el botón de "grabar" y listo: cine). Es cosa de comparar "No olvidar" con la parte de este documental centrado en la familia Maureira, y ya ni hablar del uso del archivo, instrumental en el caso de Moreno, mientras que Agüero resignifica las imágenes previamente creadas, ya sea por él o por otros, para crear relatos impensados.
Pero bueno, por último, por la parte informativa pueden ver este documental, como quien ve los especiales del History Channel o los programas de domingo por la tarde, es decir, sin esperar nada técnica, ni menos cinematográficamente hablando. Y aunque fuimos necesariamente duros (honestos), ya saben que nuestro corazón no es de piedra: es imposible no conmocionarse ante el dolor de personas que vieron y vivieron en primera persona tanta muerte y violencia. ¿O ustedes me dicen que el tema disculpa la mediocridad en tanto cine documental? Debe ser un debate interesante y no menos candente...
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