Director: Pablo Berger
El otro día fui, nuevamente al Normandie, mi cine favorito y de cabecera, a ver "Robot Dreams", una película que hace tiempo quería ver, y vaya que me alegro de haber ido, maldita sea. La película de Pablo Berger es a la vez hermosa, preciosa, inmensamente humana, pero también triste, algo devastadora, quizás como la vida misma en donde se confunden en el mismo maldito remolino la felicidad, el ansia, la melancolía, sin más solución que seguir para adelante, porque así es la vida: disfrutar de lo bueno, de lo lindo, mientras se pueda. ¿Y de qué va? ¿Sobre la amistad, sobre la curiosidad, sobre el expansivo goce vital que a veces nos inunda, sobre el optimismo de pensar que las cosas bellas que nos pasan pueden durar para siempre, toda la vida y más allá? Bueno, en términos argumentales, Dog es un perro solitario, harto de esa soledad, ansioso de compañía, de algo que alegre su existencia rutinaria y gris, profundamente gris. Pide un amigo Robot, le llega, lo arma y, bueno, todo comienza, una larga odisea y travesía de la que es mejor no revelar nada, pero que tiene de todo, risas y lágrimas, momentos felices y tristes, sumamente hermosos y poéticos, de lo que el cine está hecho, de lo que el cine palpita. Además, es como si fuera cine mudo, pues no hay diálogos, ni falta que hacen. Este recurso no solamente sirve para el aspecto más bien cómico (gags visuales deliciosos, muy graciosos), sobre todo sirve para el aspecto emocional, "humano" si cabe, pues el lenguaje del amor y de la angustia no necesita palabras: la primera sonrisa de Dog, la primera sonrisa de Robot, y descubrir el mundo alrededor con sus infinitas sensaciones que no se pueden traducir en palabras, porque como digo, es todo un palpitar de goce vital, una carta de amor a las amistades, una carta de amor a los sentimientos puros, una carta de amor al acto de salir e intentar disfrutar la vida con sus cosas grandilocuentes o pequeña y sencillas, y una diáfana carta de amor al cine. Una película hermosa, en definitiva, que te va a maravillar continuamente con su narración, sus escenas, y ese final, oh ese final...
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