Director: Andrei Tarkovsky
"Offret" es una puta obra de arte, con toda seguridad la película más sublime de Tarkovsky.
La sola secuencia del incendio es una maravilla en sí misma, una secuencia estremecedora tanto por su enorme valor artístico como por lo que significa, lo que ahí sucede, la caída definitiva de un protagonista convertido en un despojo ridículamente zamarreado por los vientos de su propia conciencia, de su demoledora y destructiva crisis interior.
Y es increíble, porque la película es parsimoniosa, ya dije que Tarkovsky eleva su sensibilidad cinematográfica a cotas de sublimidad sobrehumanas, pero las dos horas y media, esas dos tremebundas dos horas y media, consisten en mostrar la terrible y progresiva decadencia moral, filosófica, mental, de un hombre desesperado, desolado, decepcionado de sí mismo, del mundo, de la sociedad, de la humanidad, de su sistema de valores menos espirituales que materialistas, de su hostilidad constante hacia sensibilidades como la suya, de la incomprensión que escupe a perpetuidad sobre aquellos que de alguna u otra forma se rebelan ante ese burdo teatro de máscaras y vanidades. Y las lecturas son múltiples, sus posibilidades son infinitas: podría ser una crítica hacia el estilo de vida burgués o aristocrático (o lo que sea) y su ansia materialista y utilitarista, que no admite la pureza del conocimiento o del goce artístico (o de disfrutar la vida, así a secas), que todo parece ponderarlo en función de su valor comercial, económico, social, alejándonos inevitablemente de una existencia más orgánica y conectada con nuestras capas más profundas y misteriosas, y por supuesto, las de la tierra o el cielo. Está, también, el componente teológico, religioso, en tanto el protagonista, ahogado ya en un pozo de desesperanza, recurre a Dios como su última salvación, aunque admito que esta parte no me interesa particularmente, de Tarkovsky me encantan sus disecciones morales-espirituales-artísticas-filosóficas del hombre, del hombre ante la nada y el infinito, aplastado por la eternidad o impelido por sus propias ambigüedades a buscar el camino que lo conduzca a la iluminación (la cual inevitablemente tiene connotaciones anticlericales), que pareciera no ser más que el aceptarse a sí mismo, con todo e imperfecciones. El hombre frente al vacío (relaciones vacías, existencia vacía, cotidianidad vacía...), es lo que le pasa al protagonista (interpretado por uno de los habituales de Bergman, y no es casualidad que el maestro ruso haya rodado en Suecia con equipo del maestro sueco, en tanto ambos nunca dejaron de profesarse profusa admiración y respeto por sus respectivas obras fílmicas), que ante la noticia del fin del mundo, una guerra nuclear al parecer (¿acaso importa?), cae definitivamente en una pesadilla, pesadilla precisamente, una serie de ensoñaciones (así lo veo yo) que se sienten reales y que lo persiguen aún despierto, pero ya condenado por unos miedos que lo han devorado por completo, especial y paradójicamente, cuando acepta a Dios. De lo contrario, estoy seguro, no caía en esa perdición...
Terrible, sí, pero fascinante, evocador, bello: arte puro. Si "Offret" no es arte entonces no sé qué pueda serlo...
En cualquier caso, obra maestra absoluta e intemporal testamento y último aliento fílmico de un hombre que expandió las posibilidades del cine como pocos, muy pocos lo han hecho.
Y es increíble, porque la película es parsimoniosa, ya dije que Tarkovsky eleva su sensibilidad cinematográfica a cotas de sublimidad sobrehumanas, pero las dos horas y media, esas dos tremebundas dos horas y media, consisten en mostrar la terrible y progresiva decadencia moral, filosófica, mental, de un hombre desesperado, desolado, decepcionado de sí mismo, del mundo, de la sociedad, de la humanidad, de su sistema de valores menos espirituales que materialistas, de su hostilidad constante hacia sensibilidades como la suya, de la incomprensión que escupe a perpetuidad sobre aquellos que de alguna u otra forma se rebelan ante ese burdo teatro de máscaras y vanidades. Y las lecturas son múltiples, sus posibilidades son infinitas: podría ser una crítica hacia el estilo de vida burgués o aristocrático (o lo que sea) y su ansia materialista y utilitarista, que no admite la pureza del conocimiento o del goce artístico (o de disfrutar la vida, así a secas), que todo parece ponderarlo en función de su valor comercial, económico, social, alejándonos inevitablemente de una existencia más orgánica y conectada con nuestras capas más profundas y misteriosas, y por supuesto, las de la tierra o el cielo. Está, también, el componente teológico, religioso, en tanto el protagonista, ahogado ya en un pozo de desesperanza, recurre a Dios como su última salvación, aunque admito que esta parte no me interesa particularmente, de Tarkovsky me encantan sus disecciones morales-espirituales-artísticas-filosóficas del hombre, del hombre ante la nada y el infinito, aplastado por la eternidad o impelido por sus propias ambigüedades a buscar el camino que lo conduzca a la iluminación (la cual inevitablemente tiene connotaciones anticlericales), que pareciera no ser más que el aceptarse a sí mismo, con todo e imperfecciones. El hombre frente al vacío (relaciones vacías, existencia vacía, cotidianidad vacía...), es lo que le pasa al protagonista (interpretado por uno de los habituales de Bergman, y no es casualidad que el maestro ruso haya rodado en Suecia con equipo del maestro sueco, en tanto ambos nunca dejaron de profesarse profusa admiración y respeto por sus respectivas obras fílmicas), que ante la noticia del fin del mundo, una guerra nuclear al parecer (¿acaso importa?), cae definitivamente en una pesadilla, pesadilla precisamente, una serie de ensoñaciones (así lo veo yo) que se sienten reales y que lo persiguen aún despierto, pero ya condenado por unos miedos que lo han devorado por completo, especial y paradójicamente, cuando acepta a Dios. De lo contrario, estoy seguro, no caía en esa perdición...
Terrible, sí, pero fascinante, evocador, bello: arte puro. Si "Offret" no es arte entonces no sé qué pueda serlo...
En cualquier caso, obra maestra absoluta e intemporal testamento y último aliento fílmico de un hombre que expandió las posibilidades del cine como pocos, muy pocos lo han hecho.
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