Pequeña pausa de escribir sobre películas nominadas.
House of Cards es la primera serie original de Netflix. Mentira. La primera serie es Lilyhammer, de la cual espero escribir pronto -aunque no la he visto aún-, y la de hoy es la segunda, pero la que causó mayor recepción y acaparó más noticias. Como estrena su segunda temporada este 14 de Febrero, día de los enamorados, decidí ver su primera temporada y así no atrasarme y tener más deudas seriéfilas que acumular.
Lo cierto es que House of Cards tiene todos los elementos para ser una serie de calidad, desde su reparto -compuesto por Kevin Spicey, Robin Wright, Kate Mara, entre otros- hasta los directores, destacando a David Fincher, quien dirigió los primeros dos episodios y asegurar de paso que los directores siguientes siguieran el tono y el estilo dejado por él. Considerando esto, House of Cards no falla y es una serie de calidad. Sin ninguna duda.
Kevin Spicey es Francis Underwood, un congresista demócrata que tuvo un papel importante en la victoria del recién electo presidente de Estados Unidos, y que por lo mismo espera tener un cargo importante en la cancillería -si mal no recuerdo. Todo el asunto de cargos políticos en países ajenos me confunde-. La situación es la siguiente: justo cuando Underwood esperaba que le dieran las buenas nuevas, recibe un balde de agua fría cuando le dicen que se mantenga en su puesto de siempre. Es decir, su generosidad no se vio recompensada.
Traición. Eso es algo inaceptable, y si se tiene la influencia de Underwood, junto con su mal carácter y carencia de toda ética y moral, hay una certeza irrefutable: el sujeto va a comenzar una vendetta desaforada en contra de quienes le vieron la cara de imbécil.
Lo anterior es el punto de partida de House of Cards, una serie que inicialmente puede ser vista como una exploración de algo que a todas luces nadie va a cuestionar: los políticos son corruptos. Y no sólo corruptos; también les podemos llamar depravados, mentirosos, asquerosos, hijos de puta, imbéciles, hipócritas, pusilánimes, traidores, y toda clase de insultos que puedan imaginar. Pero si una serie -o película, libro, lo que sea- trata sobre políticos, entonces retratarlos de esa forma sería quedarse corto y apostar por lo fácil: la ridiculización de los políticos.
En cambio, el enfoque de House of Cards es más humano precisamente porque muestra a los políticos como seres humanos integrales. No se confundan, esto no es una apología a los políticos, ni la serie lo es tampoco. La diferencia es que su lectura de todo eso no se queda en la farándula y el parloteo amarillista de los reporteros ciudadanos y los "reporteros profesionales". House of Cards transcurre dentro de la Casa Blanca y cuando digo que los políticos de la serie son humanos integrales no quiero decir que son perfectos ni enviados de Dios -porque no es lo que integral significa-, sino que son personas que hicieron promesas, que tuvieron principios que luego la máquina se encargó de tirar a la basura. Son integrales, pero menos que antes. Siguen siendo personas, pero sin los principios que los elevaron sobre el resto.
De esta forma, no vemos únicamente al viejo canoso con sobrepeso que le gusta tirarse prostitutas de 18 años recién cumplidos. Desde luego, vemos a los viejos arrogantes así como a los jóvenes idealistas que piensan que derrotarán a la máquina y saldrán triunfantes. Dentro de toda esta fauna, destaco a tres personajes que reflejan lo que señalo.
El primero es el protagonista, Francis Underwood. Su vendetta personal contra sus traidores sigue un camino estrictamente maquiavélico. El tipo mantiene a sus amigos cerca, y a sus enemigos más cerca, y su fin -o meta- justifica cualquier medio empleado en el sendero de la venganza. Lógicamente, veremos a un Frank amenazador, manipulador, de poca paciencia y lleno de trucos. Pero no es sólo eso, ya que el tipo ama a su esposa como "los tiburones aman la sangre", y hay destellos de consideración humanitaria de su parte. No obstante, no hay que olvidar que SU fin -sólo su fin y su fin solamente- justifica los medios. Los hechos posteriores confirman este punto. Me parece gracioso que Frank sea demócrata, ya que por lo general, los personajes tan malvados como este son republicanos.
Peter Russo es el otro personaje a destacar. Es un representante -diputado- adicto a la cocaína, al alcohol, y a las prostitutas -entre un largo historial de vicios que incluye un viaje a Tailandia y sus memorables orgías rescatadas por los blogeros viajeros-, pero que realmente intenta lograr cosas por su distrito, y cuando las derrotas lo golpean en la cara, cae en sus adicciones. Al contrario de Frank, Peter Russo es el político imperfecto pero idealistas que eventualmente se ve consumido por la maquina trituradora en la que se metió. Y esto lo digo porque ya para el primer episodio Frank se mete a Peter en su bolsillo. Le pone los hilos en su cuerpo para manejarlo como el titiritero que retuerce su mente y aplasta sus sueños. ¿Metáfora de la indecencia venciendo a los buenos valores civiles?
El último personaje que destaco no es un político per se, sino un asesor de Frank. Es el que se encarga de los negocios sucios y el que se ensucia las manos. En general, su rostro denota cansancio pero sus acciones confirman su lealtad incuestionable hacia Frank. No obstante, lo destaco porque en el episodio 11, cuando Frank le dice algo, su expresión demuestra por primera vez un atisbo de duda, de arrepentimiento y de "oh Dios mío, que demonios hice", "¿cuál es el límite para esta venganza y ascenso al poder?"
En terreno un poco más formal, la serie está bastante bien escrita, con diálogos excelentes y una progresión narrativa que se aleja de la norma general. Por ejemplo, comenzamos con la vendetta de Frank a todo ritmo en los dos primeros episodios. Pero luego de ello vemos que su plan no era tan simple y que es mucho más a largo plazo de lo que inicialmente creíamos. Lo interesante es que inicialmente sabíamos todos sus movimientos: hacia esto para desprestigiar a este otro. Con los episodios siguientes, el objetivo no es tan claro, y es uno el que tiene que especular con los posibles resultados y consecuencias. Ya para los tres episodios finales, el tono de la serie adquiere un halo conspiranoico de lo más delicioso, y cuya vuelta de tuerca es que nosotros sabemos todo el lío y no tenemos que descifrar nada, vemos como otros personajes son los que lo resuelven, como si nosotros fuéramos los cerebros del macabro plan.
Pero, sin importar la variedad de situaciones, la serie está filmada con pulso, y el suspenso in crescendo lo demuestra. Si vieron "The Girl with the Dragon Tattoo" de Fincher, verán las similitudes en la banda sonora y la puesta en escena fría y elegante. Por lo tanto, la serie atrapa desde el inicio cuando Frank dice que se va a vengar de todos los traidores.
De todas formas, hay otra cosa a la que quiero referirme. Me consta que es causa de discusión: el recurso en el cual Frank nos habla directamente a nosotros -a la cámara-. Sin duda, llama la atención que en medio de una reunión o cualquier cosa, se gire y nos de lecciones de política y manipulación. No me parece un recurso forzado ni me molesta en lo absoluto, pero hay ocasiones donde directamente sobra su uso, como cuando dice "no les mentiré, odio a los niños. Ya está, lo dije". En general dice cosas importantes que adquieren valor con los sucesos posteriores, pero en ocasiones -como la descrita- parece más una pueril inocentada para sacarnos una risita que algo realmente valioso.
Para no dejar esto incompleto, menciono a un par de personajes más. La periodista Zoe Barnes -interpretada por Kate Mara, la hermana de Rooney Mara- es aquella que está dispuesta a lo que sea para tener noticias y hacerse famosa, y que su abierta disposición terminará por implicarla cercanamente a los líos relatados. Claire Underwood -Robin Wrigt, la novia de Forrest Gump- es la esposa de Frank, que lidera una organización que puede ayudar mucho a Frank, pero que también puede interponerse en su camino. Crossroads. ¿Qué meta es más importante? "¿La de Claire, una mujer independiente e inteligente, o la de Frank, un cerdo machista?". Remy Denton es el intermediario de varias empresas que se encargan de hacer lobby.
Vamos ¿Quién está dispuesto a más? Los episodios finales son elocuentes y no son más que el preludio a una tormenta de mierda que probablemente le va a caer a Frank. Después de todo, ¿se puede confiar en los más cercanos, aquellos que saben de tus negocios turbios? Si esta fuera otro tipo de serie, Frank tomaría una pistola y mataría a todos. Pero la política es más sutil, y la gracia es que nadie lo hizo, salvo el destino.
Antes de acabar, me gustaría referirme al modelo de emisión de los episodios de las series originales de Netflix, que lanza los trece episodios de una tirada. Sinceramente, me parece un error. Si los emitieran semana a semana la expectación generada sería mayor y por lo tanto sería más popular y eventualmente habrían más suscriptores y más dinero ganado. Dejando de lado los beneficios económicos, el final del episodio 11 habría dado muchísimo que hablar. De todas formas esta serie confirma a Netflix como una "casa televisiva" que busca la excelencia en sus series -como HBO, principalmente- sin pensar directamente en el dinero que se pueda ganar.
Si tienen tiempo, vean House of Cards antes de que su segunda temporada se estrene. Y antes de terminar, sería injusto generalizar con los políticos de la serie y en general. No todos son iguales, y como dicen por ahí, "culpen al juego" -continuaría con ",no a los jugadores", pero no sería totalmente cierto-. Pero si alguien dice que esta serie es una radiografía que desnuda las falencias del sistema aprovechadas por personas con delirios de grandeza que esconden dichas falencias para seguir haciendo lo suyo, estaría en lo cierto.
Pero juzguen y elijan ustedes.
House of Cards es la primera serie original de Netflix. Mentira. La primera serie es Lilyhammer, de la cual espero escribir pronto -aunque no la he visto aún-, y la de hoy es la segunda, pero la que causó mayor recepción y acaparó más noticias. Como estrena su segunda temporada este 14 de Febrero, día de los enamorados, decidí ver su primera temporada y así no atrasarme y tener más deudas seriéfilas que acumular.
Lo cierto es que House of Cards tiene todos los elementos para ser una serie de calidad, desde su reparto -compuesto por Kevin Spicey, Robin Wright, Kate Mara, entre otros- hasta los directores, destacando a David Fincher, quien dirigió los primeros dos episodios y asegurar de paso que los directores siguientes siguieran el tono y el estilo dejado por él. Considerando esto, House of Cards no falla y es una serie de calidad. Sin ninguna duda.
Kevin Spicey es Francis Underwood, un congresista demócrata que tuvo un papel importante en la victoria del recién electo presidente de Estados Unidos, y que por lo mismo espera tener un cargo importante en la cancillería -si mal no recuerdo. Todo el asunto de cargos políticos en países ajenos me confunde-. La situación es la siguiente: justo cuando Underwood esperaba que le dieran las buenas nuevas, recibe un balde de agua fría cuando le dicen que se mantenga en su puesto de siempre. Es decir, su generosidad no se vio recompensada.
Traición. Eso es algo inaceptable, y si se tiene la influencia de Underwood, junto con su mal carácter y carencia de toda ética y moral, hay una certeza irrefutable: el sujeto va a comenzar una vendetta desaforada en contra de quienes le vieron la cara de imbécil.
Lo anterior es el punto de partida de House of Cards, una serie que inicialmente puede ser vista como una exploración de algo que a todas luces nadie va a cuestionar: los políticos son corruptos. Y no sólo corruptos; también les podemos llamar depravados, mentirosos, asquerosos, hijos de puta, imbéciles, hipócritas, pusilánimes, traidores, y toda clase de insultos que puedan imaginar. Pero si una serie -o película, libro, lo que sea- trata sobre políticos, entonces retratarlos de esa forma sería quedarse corto y apostar por lo fácil: la ridiculización de los políticos.
En cambio, el enfoque de House of Cards es más humano precisamente porque muestra a los políticos como seres humanos integrales. No se confundan, esto no es una apología a los políticos, ni la serie lo es tampoco. La diferencia es que su lectura de todo eso no se queda en la farándula y el parloteo amarillista de los reporteros ciudadanos y los "reporteros profesionales". House of Cards transcurre dentro de la Casa Blanca y cuando digo que los políticos de la serie son humanos integrales no quiero decir que son perfectos ni enviados de Dios -porque no es lo que integral significa-, sino que son personas que hicieron promesas, que tuvieron principios que luego la máquina se encargó de tirar a la basura. Son integrales, pero menos que antes. Siguen siendo personas, pero sin los principios que los elevaron sobre el resto.
De esta forma, no vemos únicamente al viejo canoso con sobrepeso que le gusta tirarse prostitutas de 18 años recién cumplidos. Desde luego, vemos a los viejos arrogantes así como a los jóvenes idealistas que piensan que derrotarán a la máquina y saldrán triunfantes. Dentro de toda esta fauna, destaco a tres personajes que reflejan lo que señalo.
El primero es el protagonista, Francis Underwood. Su vendetta personal contra sus traidores sigue un camino estrictamente maquiavélico. El tipo mantiene a sus amigos cerca, y a sus enemigos más cerca, y su fin -o meta- justifica cualquier medio empleado en el sendero de la venganza. Lógicamente, veremos a un Frank amenazador, manipulador, de poca paciencia y lleno de trucos. Pero no es sólo eso, ya que el tipo ama a su esposa como "los tiburones aman la sangre", y hay destellos de consideración humanitaria de su parte. No obstante, no hay que olvidar que SU fin -sólo su fin y su fin solamente- justifica los medios. Los hechos posteriores confirman este punto. Me parece gracioso que Frank sea demócrata, ya que por lo general, los personajes tan malvados como este son republicanos.
Peter Russo es el otro personaje a destacar. Es un representante -diputado- adicto a la cocaína, al alcohol, y a las prostitutas -entre un largo historial de vicios que incluye un viaje a Tailandia y sus memorables orgías rescatadas por los blogeros viajeros-, pero que realmente intenta lograr cosas por su distrito, y cuando las derrotas lo golpean en la cara, cae en sus adicciones. Al contrario de Frank, Peter Russo es el político imperfecto pero idealistas que eventualmente se ve consumido por la maquina trituradora en la que se metió. Y esto lo digo porque ya para el primer episodio Frank se mete a Peter en su bolsillo. Le pone los hilos en su cuerpo para manejarlo como el titiritero que retuerce su mente y aplasta sus sueños. ¿Metáfora de la indecencia venciendo a los buenos valores civiles?
El último personaje que destaco no es un político per se, sino un asesor de Frank. Es el que se encarga de los negocios sucios y el que se ensucia las manos. En general, su rostro denota cansancio pero sus acciones confirman su lealtad incuestionable hacia Frank. No obstante, lo destaco porque en el episodio 11, cuando Frank le dice algo, su expresión demuestra por primera vez un atisbo de duda, de arrepentimiento y de "oh Dios mío, que demonios hice", "¿cuál es el límite para esta venganza y ascenso al poder?"
En terreno un poco más formal, la serie está bastante bien escrita, con diálogos excelentes y una progresión narrativa que se aleja de la norma general. Por ejemplo, comenzamos con la vendetta de Frank a todo ritmo en los dos primeros episodios. Pero luego de ello vemos que su plan no era tan simple y que es mucho más a largo plazo de lo que inicialmente creíamos. Lo interesante es que inicialmente sabíamos todos sus movimientos: hacia esto para desprestigiar a este otro. Con los episodios siguientes, el objetivo no es tan claro, y es uno el que tiene que especular con los posibles resultados y consecuencias. Ya para los tres episodios finales, el tono de la serie adquiere un halo conspiranoico de lo más delicioso, y cuya vuelta de tuerca es que nosotros sabemos todo el lío y no tenemos que descifrar nada, vemos como otros personajes son los que lo resuelven, como si nosotros fuéramos los cerebros del macabro plan.
Pero, sin importar la variedad de situaciones, la serie está filmada con pulso, y el suspenso in crescendo lo demuestra. Si vieron "The Girl with the Dragon Tattoo" de Fincher, verán las similitudes en la banda sonora y la puesta en escena fría y elegante. Por lo tanto, la serie atrapa desde el inicio cuando Frank dice que se va a vengar de todos los traidores.
De todas formas, hay otra cosa a la que quiero referirme. Me consta que es causa de discusión: el recurso en el cual Frank nos habla directamente a nosotros -a la cámara-. Sin duda, llama la atención que en medio de una reunión o cualquier cosa, se gire y nos de lecciones de política y manipulación. No me parece un recurso forzado ni me molesta en lo absoluto, pero hay ocasiones donde directamente sobra su uso, como cuando dice "no les mentiré, odio a los niños. Ya está, lo dije". En general dice cosas importantes que adquieren valor con los sucesos posteriores, pero en ocasiones -como la descrita- parece más una pueril inocentada para sacarnos una risita que algo realmente valioso.
Para no dejar esto incompleto, menciono a un par de personajes más. La periodista Zoe Barnes -interpretada por Kate Mara, la hermana de Rooney Mara- es aquella que está dispuesta a lo que sea para tener noticias y hacerse famosa, y que su abierta disposición terminará por implicarla cercanamente a los líos relatados. Claire Underwood -Robin Wrigt, la novia de Forrest Gump- es la esposa de Frank, que lidera una organización que puede ayudar mucho a Frank, pero que también puede interponerse en su camino. Crossroads. ¿Qué meta es más importante? "¿La de Claire, una mujer independiente e inteligente, o la de Frank, un cerdo machista?". Remy Denton es el intermediario de varias empresas que se encargan de hacer lobby.
Vamos ¿Quién está dispuesto a más? Los episodios finales son elocuentes y no son más que el preludio a una tormenta de mierda que probablemente le va a caer a Frank. Después de todo, ¿se puede confiar en los más cercanos, aquellos que saben de tus negocios turbios? Si esta fuera otro tipo de serie, Frank tomaría una pistola y mataría a todos. Pero la política es más sutil, y la gracia es que nadie lo hizo, salvo el destino.
Antes de acabar, me gustaría referirme al modelo de emisión de los episodios de las series originales de Netflix, que lanza los trece episodios de una tirada. Sinceramente, me parece un error. Si los emitieran semana a semana la expectación generada sería mayor y por lo tanto sería más popular y eventualmente habrían más suscriptores y más dinero ganado. Dejando de lado los beneficios económicos, el final del episodio 11 habría dado muchísimo que hablar. De todas formas esta serie confirma a Netflix como una "casa televisiva" que busca la excelencia en sus series -como HBO, principalmente- sin pensar directamente en el dinero que se pueda ganar.
Si tienen tiempo, vean House of Cards antes de que su segunda temporada se estrene. Y antes de terminar, sería injusto generalizar con los políticos de la serie y en general. No todos son iguales, y como dicen por ahí, "culpen al juego" -continuaría con ",no a los jugadores", pero no sería totalmente cierto-. Pero si alguien dice que esta serie es una radiografía que desnuda las falencias del sistema aprovechadas por personas con delirios de grandeza que esconden dichas falencias para seguir haciendo lo suyo, estaría en lo cierto.
Pero juzguen y elijan ustedes.
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