Director: Roy Ward Baker
Hoy fui al cine. Vi la última de Los Juegos del Hambre, y eso que ni siquiera he visto la tercera. El público fue raro, pero tampoco una sorpresa, ya es situación común: la señora a mi derecha, justo antes del primer plano de la cinta, abre una lata de coca-cola y ¡zas!, me salpica y deja toda la pierna derecha pegajosa. La pareja a mi izquierda de inmediato comienza con los "¿qué pasó?, ¿qué pasó?", seguidos de largas charlas explicando lo acontecido en la entrega anterior. La chica se reía, el chico le tocaba la pierna impúdicamente, ambos hacían comentarios sobre lo ilógico de algunas escenas... Pero hay que aguantar, después de todo, es parte del plan maestro. Antes de ir a ver la descarada pleitesía a Jennifer Lawrence que llaman película, pretendía ver la entrega anterior para saber cuál demonios iba a ser el contexto, pero ya veo porqué son tan innecesarias las divisiones de películas que no podrían superar las dos horas si tuvieran principios: todo es tan obvio, el relleno, etc. Como no encontré ninguna copia buena y el pirata de Netflix cambió la contraseña, mejor decidí ver "The October Man", la opera prima de Roy Ward Baker. Sabia decisión.
Jim Ackland es un hombre que estuvo involucrado en un accidente que lo dejó con fractura craneana. El hombre quedó con ciertos problemas psicológicos, deseos suicidas, pero es dado de alta para continuar con su vida. Por desgracia, los problemas no tardarán en aparecer y su condición mental no le hará muy buenos favores al momento de enfrentarlos.
Jim Ackland es un hombre que estuvo involucrado en un accidente que lo dejó con fractura craneana. El hombre quedó con ciertos problemas psicológicos, deseos suicidas, pero es dado de alta para continuar con su vida. Por desgracia, los problemas no tardarán en aparecer y su condición mental no le hará muy buenos favores al momento de enfrentarlos.
Me ha quedado horrible la sinopsis. Pero horrible del verbo horrible. Mala, simplista. Sugiere que el relato se centra en determinar la culpabilidad del protagonista, como una simple búsqueda de pruebas. Por el contrario, el tratamiento que se da al conflicto, desde el guión de Eric Ambler (basado en su novela) y la realización de Roy Ward Baker, ofrece una mirada comprensiva y abierta, eminentemente humana y no tanto causal. El protagonista, pienso yo, no tiene problemas mentales como tal sino un terrible sentido de culpa, lo que lo atormenta hasta niveles insufribles: en la primera secuencia vemos que en el accidente él acompañaba a una niña, la que no sobrevive tras el fatal choque, dejando una fuerte impresión de responsabilidad en nuestro hombre. ¿Son sus lesiones posibles causantes de accesos de ira, pérdida de memoria y esquizofrenia? Acaecido un crimen, ¿son sus tormentos síntomas que evidencien concluyentemente culpabilidad, así sin miramientos? "The October Man" es la sistemática pesadilla en que el protagonista se enfrenta a sus propios miedos y fantasmas personales así como a las injustas y prejuiciosas sospechas de la gente (y la tiranía de las desafortunadas circunstancias), todo lo cual parece condenarlo a un destino oscuro y perpetuo, sin oportunidad de redención. El gran acierto del relato no es ostentar el misterio sino que explorar el agobio al que someten al protagonista, la injusticia que vive y lo indignante que resulta el castigo de la sospecha y el desprecio. A partir de esto, de las posiciones establecidas (el protagonista, un hombre de buen corazón y quien se gana la empatía del espectador -yo-, versus las reticencias que despiertan otros personajes menos nobles), comienza una lucha de voluntades muy efectiva en tanto involucra al espectador, lo golpea y apela directamente a su moral, como si nosotros fuésemos los perseguidos. Por lo demás, el conflicto está muy bien planteado y resuelto: el protagonista, quien quiere recomenzar una vida amenazada por la oscura sombra del colapso mental, debe enfrentar el colapso ajeno que lo apunta directamente a él; los personajes conforman un complejo entramado de personalidades y posiciones morales (y a pesar de lo "unidimensionales" o funcionales que son en tanto elementos narrativos, resultan creíbles como personas y agentes de reflexión ética), y con el correr del metraje la sucesión de acontecimientos fluye a la perfección en un imparable, trágico y desolador cauce argumental (sin mencionar que el tramo final se plantea como un conflicto contrarreloj, lo que hace del entuerto algo más infartante). El ingrediente definitivo es la sentida y conmovedora interpretación de John Mills como Jim Ackland, quien construye un personaje profundo y complejo, sumamente humano y transparente, lo que a la postre nos involucra de manera tan directa: su rostro, su mirada, su desesperación, su deseo de justicia y respeto, sus inseguridades y miedos, lo convierten en una apabullante entidad psicológica y emocional. Y el final... ese hermoso final... termina por encumbrar una gran película que, pienso yo, no debería defraudarlos en lo absoluto. Me hubiese gustado ver más justicia divina, pero eso demuestra que la película de Ward no era del misterio como de la plenitud personal, la que nos deja con una aliviada sonrisa de oreja a oreja. Así es, encantado estoy con "The October Man".
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