lunes, 14 de diciembre de 2015

The Glass Wall - 1953


Director: Maxwell Shane

  Me ha salvado de una buena esta película del (me consta) desconocido Maxwell Shane, quien cuenta con unos en apariencia atractivos filmes en su obra filmográfica, particularmente los de cine negro, a los que me parece que les da toques bastantes oscuros. "The Glass Wall" sí que es una película oscura, especialmente por la crudeza con que se sumerge en los bajos fondos de una ciudad, de una sociedad y del alma misma de sus personajes. Imperdible joya la que tenemos acá, muy triste y muy linda.


  Vittoria Gassman es Peter Kuban, un húngaro que huye de los campos de concentración hacia New York con tal de tener, por fin, una vida alejada del peligro y la maldad. Por desgracia, la falta de documentos le impedirá quedarse en la ciudad, a menos que encuentre a un amigo soldado que podría ser su llave para quedarse en el país. El buen hombre no abandonará sus intenciones por más difícil que se ponga la situación.


  Símbolo de prosperidad, ilusión de tiempos mejores, escenario del así llamado "sueño americano": hogar de desplazados, indigentes, muertos de hambre y de frío. "The Glass Wall" es un furioso a la vez que melancólico ataque contra el mito de "la tierra de las oportunidades" del que los amigos estadounidenses se han investido durante largo tiempo, ataque el cual, no obstante, prefiere centrarse casi exclusivamente en el elemento emocional y existencial de la desmitificación, si bien es natural que su complemento sustancial esté presente a cada momento. Justamente: ¿de qué sueño me hablan? Maxwell Shane nos rodea de imágenes de miseria, tristeza, desamparo, abandono, vergüenza y humillación, desesperanza, ira, desesperación..., todo lo cual nos recuerda que estamos transitando en las antípodas del mito estadounidense, mas a pesar de ello la acción y narración son eminentemente humanas y emocionales, buceando en la soledad no sólo del protagonista sino que de un ideal completo. Shane sabe que no vale la pena insistir en la crítica a un lamentable y patético estado de las cosas, pues la esencia de su relato se halla en la interacción del individuo con el otro y con el entorno. Así, este inmigrante húngaro que no tiene dónde ir se entrecruza con desempleadas que apenas pueden comer sobras y pagar el alquiler, músicos de gran talento pero nula oferta laboral e inmigrantes que se rompen el lomo por unos cuantos dólares al día, conformando un amplio mosaico de personajes de carne y hueso, personajes reales que de tan reales llega a doler ponerse en sus zapatos. La desesperada búsqueda por parte de Vittorio Gassman de su amigo estadounidense es la excusa del director para mostrarnos la cruda y dura realidad en la que muchos viven, incluyendo la denuncia social (escribo denuncia porque no me parece que las intenciones del director se queden en la pasividad de los hechos) de la forma más natural posible: no a través de enunciados metacinematográficos, sino dejando que fluyan del fotograma y el rostro de sus personajes, interpretados con pasión y candidez por sus respectivos actores, quienes dejan el alma en estas desafortunadas personas (tan solo disfruten y sufran la escena en que Gassman le deja una nota a una mujer que quería ayudarlo... tremendo). Una sociedad, una ciudad, un ideal: las postales de "The Glass Wall" no pueden ser más elocuentes y corrosivas, críticas y disconformes, pero a la vez evocadoras y románticas.
  Como si no fuera suficiente el que el director nos conmueva con esta triste historia, además podemos afirmar que el relato es excelente y se sustenta en excelentes decisiones narrativas, siendo la primera de ellas la inclusión del elemento contrarreloj (el protagonista tiene determinada cantidad de horas para encontrar al amigo que lo defenderá ante las autoridades, de lo contrario será enviado a una muerte segura), lo que le otorga ritmo al demoledor flujo de acontecimientos, mientras que la segunda correspondería a la desesperación de dicha búsqueda, que no sólo permite la visita de lugares (simbólicos o no) miserables sino que también la construcción de un poderoso y dramático tempo que hace de cada imagen una narración en sí misma, un conjunto de emociones e historias dolientes que no cesan de agregar dimensiones y matices a la situación.
  Lo más bello de todo es que "The Glass Wall" no es un relato pesimista, pues, por el contrario, a cada rato demuestra un inspirador candor humano que, más que desmoralizar al espectador no acostumbrado a ver lo que se cuece bajo sus narices, busca concienciar y animar. Pero todo, ya se dijo, sin caer en el discursito barato ni la moralina más empalagosa, lo que acrecienta las ciertas palabras que Vittorio Gassman exclama cerca del final, y que merecen un completo aplauso. No se pierdan esta sentida y hermosa pero descorazonadora película.

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