Director: Xavier Dolan
Antes de que siguiera haciendo películas, me dije que ya era hora de ver algo de Xavier Dolan, y siendo como soy, era obvio que iba a comenzar por el principio. Ver la filmografía de Dolan (no de un tirón, claro) me produce tanto interés como pereza, quizás porque siempre es saludable dudar de los niños mimados del panorama cinematográfico, aunque por otro lado algo bueno deben tener para ser tan alabados, ¿no? "J'ai tué ma mère" la hizo cuando tenía 19 años, pero es un dato que me es indiferente, sobre todo considerando que su opera prima es bastante olvidable, por no decir cosas peores. Así sucede a veces, qué se la va a hacer.
Yo no diría que "J'ai tué ma mère" es una mala película, aunque sí la considero anodina, fallida, deficiente, superflua, melosa, entre otros adjetivos similares. Lo que me parece más curioso es que, a pesar del amor/odio visceral que le tiene el protagonista a la madre (y viceversa), la película es emocionalmente plana y vacía, un envase hueco por dentro que no consigue transmitir nada, por mucha pantomima que haya (y vaya que la hay, dios). Narrativamente no es mejor, y es que con una construcción tan pobre e inconsistente no se llega muy lejos, no es de extrañar que los personajes, además de unidimensionales y básicos, destaquen por lo ridículos y exagerados, características innegables de un guión malísimo, sin base alguna, lleno de diálogos (algunos de ellos cursis, melosos, que me recuerdan a los comerciales anti-aborto que daban en la tele cuando era chico) y escenas para el olvido, sonrojantes incluso, y que se repiten una y otra vez. Porque si una palabra define a la perfección lo que es esta película, ésa es repetición... y hasta el cansancio... y sin vergüenza alguna. No hay verdadero conflicto que guíe el relato, que por lo demás tampoco es tal: la película consiste en una seguidilla de ruidosas peleas entre madre e hijo, que de vez en cuando se sienten mal, se piden perdón, se vuelven a gritar, se vuelven a sentir mal, y así hasta que al final hay un momento de paz que como conclusión es bastante inútil y surte nulo efecto, pues perdones ya vimos varios (además el efectismo barato de poner imágenes de archivo, apelando a una memoria y/o nostalgia azarosa, ya lo hicieron antes, y no porque lo haga un remedo de artista va a ser aceptable o bueno, ya que estamos). Volviendo a lo del conflicto, los fanáticos de este joven recitarán lugares comunes como algún tipo de complejo muy famoso, algo sexual, cosas así, pero el retrato que Dolan hace de esta agitada relación tiene la profundidad y complejidad de un pedazo de cartón: gritar, llorar, gritar, llorar... y, claro, que alguien llegará con sus teorías psicológicas para apoyar al director. La reflexión brilla por su ausencia, por si hace falta decirlo una vez más. De esta forma, el visionado es realmente agotador, pues ya a los cinco minutos se nota que la dinámica será la de gritar-llorar hasta el final, y si le sumamos a ello que la puesta en escena es fea y vacía, de vez en cuando copiando a Wong Kar-wai, cada minuto se hace aún más pesado y cansino, un reto a la paciencia (sobre todo porque los personajes se la pasan sucumbiendo a muletillas gestuales, un histrionismo molesto y contraproducente, muy poco expresivo por lo demás). Se nota de inmediato que la imagen no tiene nada que contar y que su director no tiene idea de nada, salvo de que apela a elementos autobiográficos. Un profesor (muy malo, con una visión del cine rancia y muy, muy limitada) llama a este tipo de películas "egometrajes", y creo que la definición aplica para este caso, aunque no es que me cuadre con semejante viejo degenerado (que me parta un rayo si llego a hacerlo). Entonces, ¿cómo se las arregla el joven e iluso Dolan para llenar noventa minutos? Francamente no lo sé. Milagro, supongo. A todo esto, el protagonista es interpretado por el mismo Dolan, que debe tener problemas de ego, pues su personaje es considerado un genio, un artista fenomenal, un alma incomprendida... Me imagino que el canadiense no vio más allá de su propia nariz al hacer esta película, digo, por algo le quedó tan pobre y fallida, tan sin trama, tan estática y plana, tan mal narrada, tan fría. Lo peor es que no tiene emoción, y considerando el tipo de historia que pretendía contar, lo de Dolan no tiene perdón. ¿Mejorará con sus siguientes películas?
Yo no diría que "J'ai tué ma mère" es una mala película, aunque sí la considero anodina, fallida, deficiente, superflua, melosa, entre otros adjetivos similares. Lo que me parece más curioso es que, a pesar del amor/odio visceral que le tiene el protagonista a la madre (y viceversa), la película es emocionalmente plana y vacía, un envase hueco por dentro que no consigue transmitir nada, por mucha pantomima que haya (y vaya que la hay, dios). Narrativamente no es mejor, y es que con una construcción tan pobre e inconsistente no se llega muy lejos, no es de extrañar que los personajes, además de unidimensionales y básicos, destaquen por lo ridículos y exagerados, características innegables de un guión malísimo, sin base alguna, lleno de diálogos (algunos de ellos cursis, melosos, que me recuerdan a los comerciales anti-aborto que daban en la tele cuando era chico) y escenas para el olvido, sonrojantes incluso, y que se repiten una y otra vez. Porque si una palabra define a la perfección lo que es esta película, ésa es repetición... y hasta el cansancio... y sin vergüenza alguna. No hay verdadero conflicto que guíe el relato, que por lo demás tampoco es tal: la película consiste en una seguidilla de ruidosas peleas entre madre e hijo, que de vez en cuando se sienten mal, se piden perdón, se vuelven a gritar, se vuelven a sentir mal, y así hasta que al final hay un momento de paz que como conclusión es bastante inútil y surte nulo efecto, pues perdones ya vimos varios (además el efectismo barato de poner imágenes de archivo, apelando a una memoria y/o nostalgia azarosa, ya lo hicieron antes, y no porque lo haga un remedo de artista va a ser aceptable o bueno, ya que estamos). Volviendo a lo del conflicto, los fanáticos de este joven recitarán lugares comunes como algún tipo de complejo muy famoso, algo sexual, cosas así, pero el retrato que Dolan hace de esta agitada relación tiene la profundidad y complejidad de un pedazo de cartón: gritar, llorar, gritar, llorar... y, claro, que alguien llegará con sus teorías psicológicas para apoyar al director. La reflexión brilla por su ausencia, por si hace falta decirlo una vez más. De esta forma, el visionado es realmente agotador, pues ya a los cinco minutos se nota que la dinámica será la de gritar-llorar hasta el final, y si le sumamos a ello que la puesta en escena es fea y vacía, de vez en cuando copiando a Wong Kar-wai, cada minuto se hace aún más pesado y cansino, un reto a la paciencia (sobre todo porque los personajes se la pasan sucumbiendo a muletillas gestuales, un histrionismo molesto y contraproducente, muy poco expresivo por lo demás). Se nota de inmediato que la imagen no tiene nada que contar y que su director no tiene idea de nada, salvo de que apela a elementos autobiográficos. Un profesor (muy malo, con una visión del cine rancia y muy, muy limitada) llama a este tipo de películas "egometrajes", y creo que la definición aplica para este caso, aunque no es que me cuadre con semejante viejo degenerado (que me parta un rayo si llego a hacerlo). Entonces, ¿cómo se las arregla el joven e iluso Dolan para llenar noventa minutos? Francamente no lo sé. Milagro, supongo. A todo esto, el protagonista es interpretado por el mismo Dolan, que debe tener problemas de ego, pues su personaje es considerado un genio, un artista fenomenal, un alma incomprendida... Me imagino que el canadiense no vio más allá de su propia nariz al hacer esta película, digo, por algo le quedó tan pobre y fallida, tan sin trama, tan estática y plana, tan mal narrada, tan fría. Lo peor es que no tiene emoción, y considerando el tipo de historia que pretendía contar, lo de Dolan no tiene perdón. ¿Mejorará con sus siguientes películas?
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