Director: Matías Cruz
Ya estamos en la recta final del mes de enero (último mes de mi 2016) y qué decir de la puta universidad de mierda, prácticamente finiquitada y ojalá pronto muerta, olvidada y sepultada. Mejor no nos adelantemos, que la vida tiene un sentido del humor muy desagradable a veces. Mejor hablemos de "Miguel San Miguel", primera película de Matías Cruz (quien, no obstante, participó, allá por el '99, en "Historias de sexo", que es de esas películas que reúnen varios relatos cortos con un tema en común). Sí, mejor hagamos eso, que al final, a pesar de todo, "Miguel San Miguel" me ha gustado un montón y me ha levantado el espíritu.
"Miguel San Miguel" trata sobre la formación de Los Prisioneros, emblemática banda de rock chilena surgida en el seno de la dictadura y compuesta por tres soñadores muchachos que, unidos por la pasión por la música y varias bandas afines, comienzan a experimentar con instrumentos y mecanismos de grabación mientras buscan la identidad que los destaque como grupo. A quien se toma de protagonista es Miguel Tapia, el baterista y en cierta forma artífice de la banda.
"Miguel San Miguel" me supone un desafío muy curioso, pues pienso que le falta empaque o factura cinematográfica, sobre todo por la puesta en escena o dirección de Matías Cruz, quien ofrece una película que, formalmente, pareciera acomodarse mucho mejor a la televisión, menos exigente con respecto al lenguaje cinematográfico y la narrativa, sin embargo, y he acá el gran mérito-virtud de la película, "Miguel San Miguel" es absolutamente auténtica y transmite con todas sus fuerzas sentimientos genuinos y poderosos, sentimientos que te ponen los pelos de punta y que se perciben a flor de piel, sentimientos reales de carne y hueso. Y eso es genial y necesario, casi urgente diría, en especial por acá, tan lleno de películas formalmente correctas (a veces "impecables") que, sin embargo, carecen por completo de autenticidad y coherencia interna: películas con reputación pero sin alma. En cambio "Miguel San Miguel" es una mole, una película con entrañas, de una personalidad apabullante y de un discurso lleno de vida, vigente a rabiar. Matías Cruz, con una puesta en escena decididamente naiv (término utilizado en el buen sentido, como elogio) nos relata las dificultades y los logros de estos muchachos que deben grabar las canciones directamente de la radio para poder escuchar a sus bandas favoritas, muchachos que se juntan en la casa de uno de ellos sólo para escuchar música y aprender de los grandes, muchachos que hacen esfuerzos para tener instrumentos, muchachos que inventan toda clase de artilugios para registrar sus propias composiciones, muchachos que se maravillan ante el descubrimiento de The Clash ("estos tipos parecen tan cagados como nosotros", maravillosa observación de uno de ellos: no solo los grandes performers pueden hacer música, ¡nosotros también podemos!), muchachos hartos de las putas reglas del puto colegio y, más aún, de la represión de la dictadura, muchachos con el más puro deseo de hacer música y a la vez dejar huella. Matías Cruz evita toda farándula (los sabidos problemas entre Jorge Gónzalez y Claudio Narea) y se centra en lo bello de la creación, del amor por la música y del esfuerzo que se sobrepone a cualquier obstáculo. Quizás "Miguel San Miguel" sea una película modesta en sus intenciones y sencilla, ligera en su ejecución, pero tiene un gran corazón y narra su historia exactamente cómo quiere contarla, sin ramificarse ni obnubilarse. Y lo mejor es que, aparte de mostrar este relato de jóvenes con grandes sueños, también se hace cargo de algo sumamente importante: que Los Prisioneros surgieron como una respuesta a la conservadora, maltratada y represora (contradictoria, claramente) sociedad de aquel entonces, que Los Prisioneros son la voz de esa época y que en otras circunstancias no hubiesen sido lo grandes que fueron. Quién diría que unos chiquillos que tocaban en pequeños festivales escolares acabarían siendo la voz de los '80.
Matías Cruz prescinde de un discurso facilista y aleccionador (como pasaba ayer con "Apio verde"); en vez de ello, construye una realidad coherente (el retrato del tiempo y el lugar es fenomenal: más que la reconstrucción detallista, revive el sentir de ese entonces) y nos narra una historia orgánica en su desarrollo, nada es impostado ni forzado: la rabia y el miedo son reales, y vuelvo a lo mismo: estos tres muchachos crearon Los Prisioneros no sólo porque querían ser músicos, sino que también porque tenían una página de historia que escribir... ¡no podían quedarse en silencio!
Una gran película "Miguel San Miguel", además entretenida y amena. Quizás no tenga la mejor o más impresionante factura técnico-expresiva ni sea precisamente contestataria en sí misma, lo repito, pero transmite emociones y sensaciones con una fuerza incontestable. Y ahora, a volver a escuchar esos verdaderos clásicos que son La voz de los '80, Quién mató a Marilyn, Sexo, Nunca quedas mal con nadie, entre otras tantas genialidades. Quedan invitados.
"Miguel San Miguel" trata sobre la formación de Los Prisioneros, emblemática banda de rock chilena surgida en el seno de la dictadura y compuesta por tres soñadores muchachos que, unidos por la pasión por la música y varias bandas afines, comienzan a experimentar con instrumentos y mecanismos de grabación mientras buscan la identidad que los destaque como grupo. A quien se toma de protagonista es Miguel Tapia, el baterista y en cierta forma artífice de la banda.
"Miguel San Miguel" me supone un desafío muy curioso, pues pienso que le falta empaque o factura cinematográfica, sobre todo por la puesta en escena o dirección de Matías Cruz, quien ofrece una película que, formalmente, pareciera acomodarse mucho mejor a la televisión, menos exigente con respecto al lenguaje cinematográfico y la narrativa, sin embargo, y he acá el gran mérito-virtud de la película, "Miguel San Miguel" es absolutamente auténtica y transmite con todas sus fuerzas sentimientos genuinos y poderosos, sentimientos que te ponen los pelos de punta y que se perciben a flor de piel, sentimientos reales de carne y hueso. Y eso es genial y necesario, casi urgente diría, en especial por acá, tan lleno de películas formalmente correctas (a veces "impecables") que, sin embargo, carecen por completo de autenticidad y coherencia interna: películas con reputación pero sin alma. En cambio "Miguel San Miguel" es una mole, una película con entrañas, de una personalidad apabullante y de un discurso lleno de vida, vigente a rabiar. Matías Cruz, con una puesta en escena decididamente naiv (término utilizado en el buen sentido, como elogio) nos relata las dificultades y los logros de estos muchachos que deben grabar las canciones directamente de la radio para poder escuchar a sus bandas favoritas, muchachos que se juntan en la casa de uno de ellos sólo para escuchar música y aprender de los grandes, muchachos que hacen esfuerzos para tener instrumentos, muchachos que inventan toda clase de artilugios para registrar sus propias composiciones, muchachos que se maravillan ante el descubrimiento de The Clash ("estos tipos parecen tan cagados como nosotros", maravillosa observación de uno de ellos: no solo los grandes performers pueden hacer música, ¡nosotros también podemos!), muchachos hartos de las putas reglas del puto colegio y, más aún, de la represión de la dictadura, muchachos con el más puro deseo de hacer música y a la vez dejar huella. Matías Cruz evita toda farándula (los sabidos problemas entre Jorge Gónzalez y Claudio Narea) y se centra en lo bello de la creación, del amor por la música y del esfuerzo que se sobrepone a cualquier obstáculo. Quizás "Miguel San Miguel" sea una película modesta en sus intenciones y sencilla, ligera en su ejecución, pero tiene un gran corazón y narra su historia exactamente cómo quiere contarla, sin ramificarse ni obnubilarse. Y lo mejor es que, aparte de mostrar este relato de jóvenes con grandes sueños, también se hace cargo de algo sumamente importante: que Los Prisioneros surgieron como una respuesta a la conservadora, maltratada y represora (contradictoria, claramente) sociedad de aquel entonces, que Los Prisioneros son la voz de esa época y que en otras circunstancias no hubiesen sido lo grandes que fueron. Quién diría que unos chiquillos que tocaban en pequeños festivales escolares acabarían siendo la voz de los '80.
Matías Cruz prescinde de un discurso facilista y aleccionador (como pasaba ayer con "Apio verde"); en vez de ello, construye una realidad coherente (el retrato del tiempo y el lugar es fenomenal: más que la reconstrucción detallista, revive el sentir de ese entonces) y nos narra una historia orgánica en su desarrollo, nada es impostado ni forzado: la rabia y el miedo son reales, y vuelvo a lo mismo: estos tres muchachos crearon Los Prisioneros no sólo porque querían ser músicos, sino que también porque tenían una página de historia que escribir... ¡no podían quedarse en silencio!
Una gran película "Miguel San Miguel", además entretenida y amena. Quizás no tenga la mejor o más impresionante factura técnico-expresiva ni sea precisamente contestataria en sí misma, lo repito, pero transmite emociones y sensaciones con una fuerza incontestable. Y ahora, a volver a escuchar esos verdaderos clásicos que son La voz de los '80, Quién mató a Marilyn, Sexo, Nunca quedas mal con nadie, entre otras tantas genialidades. Quedan invitados.
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