Director: Alex Proyas
Después de dos días, el dolor de cabeza se ha ido por completo. Mejor así. Prefiero esperar en vez de recurrir a las malditas pastillas, miren que no quiero convertirme en esas personas cuyo organismo no funciona a menos que no tengan una pastilla ejerciendo influencia sobre sus cuerpos y mentes: ¿no puedo dormir?, ¡pastilla!, ¿no puedo hacer caca?, ¡pastilla!, ¿no tengo hambre?, ¡pastilla!, ¿me siento cansado?, ¡pastilla, ¿no me puedo concentrar?, ¡pastilla!, ¿me siento "deprimido"?, ¡pastilla!, ¿me duele la cabeza o el estómago?, ¡pastilla! Como sea, siendo día domingo tampoco me iba a arriesgar y decidí continuar con mi plan de apostar por lo conocido, por irme a la segura. "The Crow" la tenía pendiente, además, desde aquella vez que comenté películas relacionadas con el mundo del cómic; no necesariamente cintas basadas en cómics, como la presente (no por nada comenté "Bunker Palace Hotel", la opera prima de Enki Bilal, el genial autor de auténticas obras de arte como La trilogía del Arrebato, La tetralogía del Monstruo o La trilogía Nikopol, película que no se basa en ninguna de sus obras pero que sí expresan, en sus bellos fotogramas, las obsesiones e inquietudes que Bilal ha vertido tan magistralmente en sus páginas). Y como bien diría El Cuervo: no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. También: No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Y así con la sabiduría de ultratumba.
"The Crow" la vi por vez primera hace tantos años que no puedo determinar la fecha así de buenas a primeras. Calculando, comparando personas conocidas y estilos de peinado, diría que la vi cuando tenía alrededor de diez u once años. No más, si mal no recuerdo. Fue en el campo, en el sur, durante las vacaciones de verano, hospedados en una habitación de la casona de la tía Clara, quien, en ese viaje, me enseñó a hacer pan amasado. En el living de la casa había un computador en una esquina (el cual se echó a perder durante un apagón, justo cuando yo lo estaba usando, lo que me hizo sentir culpable y un poco tonto), una tele en el centro y, frente a ella, un sofá. Debajo de la tele, un reproductor VHS. A la izquierda del sofá, un pequeño mueble con varias películas en formato VHS. No estoy seguro si aquellas películas pertenecían a uno de los residentes de la casa (además de la tía Clara estaba el tío Hugo, al que hace poco le cortaron una pierna, y los hijos de la primera, el Pablo y el Juan) o al Alan, un sujeto realmente simpático, primo del Pablo y el Juan, que andaba de visita junto a su hermana y la hija de ésta (niña de tres o cuatro años, realmente insoportable). El caso es que yo estaba interesado en ver estas películas pero no sabía muy bien cómo usar el VHS ni qué demonios ver, porque además mis padres se quitaron el cacho de encima diciendo que todas eran para mayores. Pero ahí apareció el bueno del Alan y, imagino que motivado por el interés que debí haber demostrado, me dijo que no había problema con que viera "El cuervo". No sólo eso, también me contó la historia de cómo el protagonista, el tipo que tenía la cara pintada de blanco, Brandon Lee, se había muerto en pleno rodaje al recibir un balazo de verdad de una pistola de verdad. Tal cosa me dejó alucinado; es como si, de inmediato, se hubiera creado todo un mito alrededor, un mito del que de alguna manera yo formaba parte. Luego vi la película y, aunque me pareció bien, no me gustó tanto como imaginé: no fue tan buena como esperaba. Habían un par de desnudos que me ponían nervioso porque me daba miedo que justo entrara mi madre y, al ver a la china desnuda, se pusiera a gritarme, además nunca me gustó la pelea final sobre el tejado de la iglesia; sí me gustaban los pandilleros y sus apodos, especialmente T-Bird (así era mi MSN... ¿se imaginan si en vez de Jimmy me hiciera llamar T-Bird?). Después también vi otra película llamada "Planeta Rojo" (¿les suena?). La tía Clara se murió hace un par de años y no he vuelto a saber del Alan.
Mucho, muchísimo tiempo después supe que "El cuervo" se basa en un cómic de James O'Barr. Con el visionado ya muy lejano en mi memoria, me puse a hacer comparaciones. Me pareció que la importancia dada a la niña que anda en skate es innecesaria. Ahora veo mi equivocación. Esa niña es pura inocencia y bondad, es un haz de luz en un pozo consumido por la oscuridad, el último rayo de esperanza en una ciudad dominada por la violencia y la maldad, en un alma atormentada y torturada por la culpa y el odio y la ira. Mientras el Cuervo lleva a cabo su venganza, dejando que la oscuridad cubra cada molécula de su cuerpo, esa niña nos recuerda que aún hay algo bueno y noble en lo que creer, que hay perdón y redención, que el Cuervo tiene salvación. No deja de ser un dato sumamente importante, pues James O'Barr, autor del cómic, escribió e ilustró esta historia impulsado por el dolor provocado por la muerte de su novia, atropellada por un conductor borracho, como una forma de catarsis, como una manera de expresar toda su rabia y cuán solo, hundido y destrozado se sentía en el mundo, pero también cuán culpable y responsable. El Cuervo no era sólo una venganza contra las injusticias del mundo, también era un implacable castigo a sí mismo. Pero esta niña representa algo de lo que el autor, como ha escrito en prólogos de ediciones más completas del mentado cómic, se ha ido dado cuenta con el paso de los años: que hay perdón, que hay paz, que hay belleza, que hay amor y que éste no morirá mientras él, y todos, deje de amar. Y la película refleja esto a la perfección. Me ha encantado.
Sigo pensando que la pelea final en el tejado de la iglesia sobra, que es demasiado simplista y reduccionista; más aún, pienso que es un error haber apostado por un antagonista de presencia tan marcada y recalcada, un antagonista que diferencie de manera tan clara el bien del mal, al bueno del malo, que banalice el conflicto del filme y del protagonista, como si éste fuera un simple enfrentamiento de voluntades contra el villano de turno. Al contrario, la fortaleza, la potencia del cómic radicaba, así dicho de manera simple, en la ambigüedad moral del relato y, sobre todo, en cómo la oscuridad se cernía indefectiblemente sobre todos, ensombreciendo sus ojos y paralizando sus músculos, como un viaje a ninguna parte, un descenso al vacío mismo. En todo caso no hay problema, pues, como dije, la película refleja y expresa esto a la perfección: vemos la cacería que emprende un hombre bueno dominado por la sed de venganza, transitando un sendero plagado de abusos y adicciones y derrotas, pero también de luminosos horizontes y bellas flores que crecen en medio del barro. Mi único reproche es que hayan recurrido a un "gran villano" para representar la maldad del malo típico, una maldad impostada y meramente instrumental. Quitando a este antagonista de la ecuación, nos queda una historia en donde el bien y el mal no se distinguen, en donde se funden en la misma niebla, espesa y palpitante, por la que caminan y cruzan caminos, destinos, ladrones y enamorados, asesinos y madres, hijos de puta y buenos amigos.
La verdad es que no esperaba que "The Crow" me fuera a gustar tanto como ahora. Me ha encantado. Me ha parecido una gran y sensacional película. Una auténtica obra de culto. Parece que me estoy reconciliando con Alex Proyas, pues hace tiempo volví a ver "Dark City" y, a diferencia de la primera vez, que me dejó con la impresión de haber visto una tontería, en este visionado más reciente me sentí verdaderamente conmovido. Me alegro, honestamente me alegro de ello.
Y recuerden: todos tenemos un cuervo.
"The Crow" la vi por vez primera hace tantos años que no puedo determinar la fecha así de buenas a primeras. Calculando, comparando personas conocidas y estilos de peinado, diría que la vi cuando tenía alrededor de diez u once años. No más, si mal no recuerdo. Fue en el campo, en el sur, durante las vacaciones de verano, hospedados en una habitación de la casona de la tía Clara, quien, en ese viaje, me enseñó a hacer pan amasado. En el living de la casa había un computador en una esquina (el cual se echó a perder durante un apagón, justo cuando yo lo estaba usando, lo que me hizo sentir culpable y un poco tonto), una tele en el centro y, frente a ella, un sofá. Debajo de la tele, un reproductor VHS. A la izquierda del sofá, un pequeño mueble con varias películas en formato VHS. No estoy seguro si aquellas películas pertenecían a uno de los residentes de la casa (además de la tía Clara estaba el tío Hugo, al que hace poco le cortaron una pierna, y los hijos de la primera, el Pablo y el Juan) o al Alan, un sujeto realmente simpático, primo del Pablo y el Juan, que andaba de visita junto a su hermana y la hija de ésta (niña de tres o cuatro años, realmente insoportable). El caso es que yo estaba interesado en ver estas películas pero no sabía muy bien cómo usar el VHS ni qué demonios ver, porque además mis padres se quitaron el cacho de encima diciendo que todas eran para mayores. Pero ahí apareció el bueno del Alan y, imagino que motivado por el interés que debí haber demostrado, me dijo que no había problema con que viera "El cuervo". No sólo eso, también me contó la historia de cómo el protagonista, el tipo que tenía la cara pintada de blanco, Brandon Lee, se había muerto en pleno rodaje al recibir un balazo de verdad de una pistola de verdad. Tal cosa me dejó alucinado; es como si, de inmediato, se hubiera creado todo un mito alrededor, un mito del que de alguna manera yo formaba parte. Luego vi la película y, aunque me pareció bien, no me gustó tanto como imaginé: no fue tan buena como esperaba. Habían un par de desnudos que me ponían nervioso porque me daba miedo que justo entrara mi madre y, al ver a la china desnuda, se pusiera a gritarme, además nunca me gustó la pelea final sobre el tejado de la iglesia; sí me gustaban los pandilleros y sus apodos, especialmente T-Bird (así era mi MSN... ¿se imaginan si en vez de Jimmy me hiciera llamar T-Bird?). Después también vi otra película llamada "Planeta Rojo" (¿les suena?). La tía Clara se murió hace un par de años y no he vuelto a saber del Alan.
Mucho, muchísimo tiempo después supe que "El cuervo" se basa en un cómic de James O'Barr. Con el visionado ya muy lejano en mi memoria, me puse a hacer comparaciones. Me pareció que la importancia dada a la niña que anda en skate es innecesaria. Ahora veo mi equivocación. Esa niña es pura inocencia y bondad, es un haz de luz en un pozo consumido por la oscuridad, el último rayo de esperanza en una ciudad dominada por la violencia y la maldad, en un alma atormentada y torturada por la culpa y el odio y la ira. Mientras el Cuervo lleva a cabo su venganza, dejando que la oscuridad cubra cada molécula de su cuerpo, esa niña nos recuerda que aún hay algo bueno y noble en lo que creer, que hay perdón y redención, que el Cuervo tiene salvación. No deja de ser un dato sumamente importante, pues James O'Barr, autor del cómic, escribió e ilustró esta historia impulsado por el dolor provocado por la muerte de su novia, atropellada por un conductor borracho, como una forma de catarsis, como una manera de expresar toda su rabia y cuán solo, hundido y destrozado se sentía en el mundo, pero también cuán culpable y responsable. El Cuervo no era sólo una venganza contra las injusticias del mundo, también era un implacable castigo a sí mismo. Pero esta niña representa algo de lo que el autor, como ha escrito en prólogos de ediciones más completas del mentado cómic, se ha ido dado cuenta con el paso de los años: que hay perdón, que hay paz, que hay belleza, que hay amor y que éste no morirá mientras él, y todos, deje de amar. Y la película refleja esto a la perfección. Me ha encantado.
Sigo pensando que la pelea final en el tejado de la iglesia sobra, que es demasiado simplista y reduccionista; más aún, pienso que es un error haber apostado por un antagonista de presencia tan marcada y recalcada, un antagonista que diferencie de manera tan clara el bien del mal, al bueno del malo, que banalice el conflicto del filme y del protagonista, como si éste fuera un simple enfrentamiento de voluntades contra el villano de turno. Al contrario, la fortaleza, la potencia del cómic radicaba, así dicho de manera simple, en la ambigüedad moral del relato y, sobre todo, en cómo la oscuridad se cernía indefectiblemente sobre todos, ensombreciendo sus ojos y paralizando sus músculos, como un viaje a ninguna parte, un descenso al vacío mismo. En todo caso no hay problema, pues, como dije, la película refleja y expresa esto a la perfección: vemos la cacería que emprende un hombre bueno dominado por la sed de venganza, transitando un sendero plagado de abusos y adicciones y derrotas, pero también de luminosos horizontes y bellas flores que crecen en medio del barro. Mi único reproche es que hayan recurrido a un "gran villano" para representar la maldad del malo típico, una maldad impostada y meramente instrumental. Quitando a este antagonista de la ecuación, nos queda una historia en donde el bien y el mal no se distinguen, en donde se funden en la misma niebla, espesa y palpitante, por la que caminan y cruzan caminos, destinos, ladrones y enamorados, asesinos y madres, hijos de puta y buenos amigos.
La verdad es que no esperaba que "The Crow" me fuera a gustar tanto como ahora. Me ha encantado. Me ha parecido una gran y sensacional película. Una auténtica obra de culto. Parece que me estoy reconciliando con Alex Proyas, pues hace tiempo volví a ver "Dark City" y, a diferencia de la primera vez, que me dejó con la impresión de haber visto una tontería, en este visionado más reciente me sentí verdaderamente conmovido. Me alegro, honestamente me alegro de ello.
Y recuerden: todos tenemos un cuervo.
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