Director: John Ford
Ayer despedíamos Julio, hoy le damos la bienvenida a Agosto, así llamado el mes de los gatos, el mes del adulto mayor, y me parece que incluso el mes del cuidado dental o bucal. También es el mes en que se celebra el día del niño, y el mes en que mi abuelo materno cumple años. A pesar de esto último, debo decir que es el mes que más detesto del año, principalmente porque siempre suele ser el más lluvioso, gran contradicción dado que a mí me encanta la lluvia, aunque hablo por mi yo de ahora y no por el de mi infancia, a quien debo esta aversión. Ya había visto "Stagecoach" hace tiempo, y la iba a comentar, pero ese día andaba medio enojado así que decidí desquitarme con "Wayward Pines". La he vuelto a ver hoy, retomando esta doble retrospectiva que le estoy dedicando con tan poca regularidad y disciplina a la filmografía de John Ford y la del western, para así poder comentarla como debía ser. Al menos estoy retomando el camino en el mismo lugar que lo dejé, esperemos que sea una buena semana.
A una pueblo de Arizona llega una diligencia, transporte de la embarazada esposa de un militar y un vendedor de licores, a recoger a Dallas y Boone, una prostituta y un médico borracho expulsados por unas severas señoras que se adueñaron de las buenas costumbres del pueblo. Distintas circunstancias, como por ejemplo un preso recientemente fugado o indios con ánimos de guerra, harán que el sheriff se una a la diligencia, así como un conocido apostador y un banquero poco confiable y que sentencia mucho. Y bueno, el camino será de locos...
Comenzaré por el lado formal, siempre más sencillo de comentar para gente tan limitada como yo. El relato tiene un pulso sensacional, está narrado con un sentido del tiempo y el suspenso fenomenales, y además es capaz de aglutinar en un sólo lugar (la diligencia) gran variedad de conflictos, no sólo los externos que son más miedo que enfrentamiento (aunque hayan enfrentamientos), sino también los internos, mucho más importantes y decidores en esto que llamamos sociedad. Nuevamente, comienzo a enredarme solo y fundir lo formal con lo sustancial, pero es que estas cosas se me ocurren de la nada, o sea: ¿es la diligencia una metáfora de la sociedad estadounidense? Porque, veo yo, dentro de esa diligencia vemos displicencia y conflictos entre sus habitantes (tenemos a un ex-soldado de la Unión así como a un ex-soldado de los Confederados, a a esposa de un militar con una prostituta solitaria), a su vez amenazados por fuerzas externas que no han visto pero sí nombrado y condenado, es decir vemos un doble conflicto. Esta lectura refleja lo que para mí es parte esencial del western, esto es su carácter de (re)imaginación de un tiempo y un lugar; una era, un paisaje humano y un retrato geográfico: el cine y la historia de la mano, sin que, desde luego, el primero sea una remembranza literal de lo segundo, más bien una interpretación.
"Stagecoach" luce como una cinta de aventuras, con esta diligencia que debe llegar a su destino sin importar qué, aún con Gerónimo y gran cantidad de apaches escondidos en el horizonte prestos a atacar mientras ellos no son más que una caja llena de gente, la mitad incapaz de defenderse, pero (ni tan) en el fondo es una oscura y crítica mirada a una sociedad en perpetuo conflicto consigo misma, sin poder convivir con sus pecados, sus secretos, ni mucho menos poder solucionarlos. Está claro que esto que digo puede contradecirse por el final, más a gusto en tanto la camaradería y la redención parecen rebosar del fotograma, aunque por otro lado podría ser un grito de libertad, un deseo: lo genuino es lo que predomina, lo superfluo y sanguinolento se queda en los límites de la civilización, que no es más que otra forma de salvajismo, un impostado y deformante espejo. Como digo, una de las claves del western: fundir en una sola entidad la Historia (la verdadera, la no oficial, la de los anónimos) con el cine, es decir, contar una (genial) historia que cuenta otra historia mucho más compleja en universo. "Stagecoach" no es necesariamente una historia de venganzas y luchas entre indios y "americanos", es... bueno, me parece fútil repetir lo que es.
Volviendo a lo formal, "Stagecoach" narra a la perfección su historia más visible así como aquella que subyace: la primera, la de la diligencia que debe llegar a destino, es notable porque se construye en base a una tensión (el desconocimiento de cuando se hará el ataque apache) sostenida a lo largo del relato y que con absoluto dominio juega con las expectativas del espectador, cada vez más desasosegado y perturbado por la incógnita así como por el otro conflicto, el de estos memorables personajes que representan cada una y varias partes de esa sociedad tan conformista consigo misma y disgregada. El bonachón conductor de la diligencia, el disciplinado sheriff, la bondadosa Dallas, el siempre atractivo John Carradine, el irónico doctorChapatín borrachín, y desde luego el carismático John Wayne, cuya imponente presencia es sin duda lo mejor del film, y vaya que afirmación más atrevida (por el catálogo de elementos destacables, digo), componen una amplia red de historias de amor, vergüenza, deber, justicia y más. "Stagecoach" es también sentimiento.
Hora de pegar las pestañas. Creo innecesario decir que "Stagecoach" es recomendable, digo, una completa obviedad, ¿no? Pero vamos, si no tuviera otros planes, feliz la vería una tercera vez.
A una pueblo de Arizona llega una diligencia, transporte de la embarazada esposa de un militar y un vendedor de licores, a recoger a Dallas y Boone, una prostituta y un médico borracho expulsados por unas severas señoras que se adueñaron de las buenas costumbres del pueblo. Distintas circunstancias, como por ejemplo un preso recientemente fugado o indios con ánimos de guerra, harán que el sheriff se una a la diligencia, así como un conocido apostador y un banquero poco confiable y que sentencia mucho. Y bueno, el camino será de locos...
Comenzaré por el lado formal, siempre más sencillo de comentar para gente tan limitada como yo. El relato tiene un pulso sensacional, está narrado con un sentido del tiempo y el suspenso fenomenales, y además es capaz de aglutinar en un sólo lugar (la diligencia) gran variedad de conflictos, no sólo los externos que son más miedo que enfrentamiento (aunque hayan enfrentamientos), sino también los internos, mucho más importantes y decidores en esto que llamamos sociedad. Nuevamente, comienzo a enredarme solo y fundir lo formal con lo sustancial, pero es que estas cosas se me ocurren de la nada, o sea: ¿es la diligencia una metáfora de la sociedad estadounidense? Porque, veo yo, dentro de esa diligencia vemos displicencia y conflictos entre sus habitantes (tenemos a un ex-soldado de la Unión así como a un ex-soldado de los Confederados, a a esposa de un militar con una prostituta solitaria), a su vez amenazados por fuerzas externas que no han visto pero sí nombrado y condenado, es decir vemos un doble conflicto. Esta lectura refleja lo que para mí es parte esencial del western, esto es su carácter de (re)imaginación de un tiempo y un lugar; una era, un paisaje humano y un retrato geográfico: el cine y la historia de la mano, sin que, desde luego, el primero sea una remembranza literal de lo segundo, más bien una interpretación.
"Stagecoach" luce como una cinta de aventuras, con esta diligencia que debe llegar a su destino sin importar qué, aún con Gerónimo y gran cantidad de apaches escondidos en el horizonte prestos a atacar mientras ellos no son más que una caja llena de gente, la mitad incapaz de defenderse, pero (ni tan) en el fondo es una oscura y crítica mirada a una sociedad en perpetuo conflicto consigo misma, sin poder convivir con sus pecados, sus secretos, ni mucho menos poder solucionarlos. Está claro que esto que digo puede contradecirse por el final, más a gusto en tanto la camaradería y la redención parecen rebosar del fotograma, aunque por otro lado podría ser un grito de libertad, un deseo: lo genuino es lo que predomina, lo superfluo y sanguinolento se queda en los límites de la civilización, que no es más que otra forma de salvajismo, un impostado y deformante espejo. Como digo, una de las claves del western: fundir en una sola entidad la Historia (la verdadera, la no oficial, la de los anónimos) con el cine, es decir, contar una (genial) historia que cuenta otra historia mucho más compleja en universo. "Stagecoach" no es necesariamente una historia de venganzas y luchas entre indios y "americanos", es... bueno, me parece fútil repetir lo que es.
Volviendo a lo formal, "Stagecoach" narra a la perfección su historia más visible así como aquella que subyace: la primera, la de la diligencia que debe llegar a destino, es notable porque se construye en base a una tensión (el desconocimiento de cuando se hará el ataque apache) sostenida a lo largo del relato y que con absoluto dominio juega con las expectativas del espectador, cada vez más desasosegado y perturbado por la incógnita así como por el otro conflicto, el de estos memorables personajes que representan cada una y varias partes de esa sociedad tan conformista consigo misma y disgregada. El bonachón conductor de la diligencia, el disciplinado sheriff, la bondadosa Dallas, el siempre atractivo John Carradine, el irónico doctor
Hora de pegar las pestañas. Creo innecesario decir que "Stagecoach" es recomendable, digo, una completa obviedad, ¿no? Pero vamos, si no tuviera otros planes, feliz la vería una tercera vez.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...