Director: Cary Joji Fukunaga
Pequeñas reflexiones que sólo puedo escribir acá. ¿A dónde van a parar todas las putas palomas una vez muertas o imposibilitadas de estar en los lugares que suelen ensuciar? Digo, lugar que voy lugar que está lleno de palomas, y en días lluviosos como hoy en que las calles y veredas están limpias de plumas y sonidos repugnantes, pienso, ¿habrá un templo de palomas, donde todas se protejan o esperen la muerte? Es que como tampoco veo decenas de palomas muertas por ahí, y como son tantas, dudo que al día mueran menos de cinco o ninguna, si hasta los humanos morimos a cada momento... En fin, mientras ese lugar de palomas esté lo más lejos de mi casa, todo bien por mí, aunque si alguien quiere extinguirlas, ni siquiera deberían buscar el beneplácito de la población... El s06e02 de "The Walking Dead" fue un buen episodio cuyo gran exponente fue la notable dirección de Jennifer Lynch; en serio, hace tiempo que no veía un episodio de la serie de zombis dirigido con tanta propiedad e intención narrativa. La temporada, dicho sea de paso, de momento va sobre ruedas, aunque sabemos que es por el episodio cuatro cuando las cosas comienzan a irse al diablo, así que mejor es ser cauteloso. Cary Joji Funukaga es conocido por haber dirigido la primera temporada de "True Detective", aunque antes hizo la interesante "Sin nombre" y luego la bella "Jane Eyre", todas muestras del enorme y ya consolidado talento de este hombre que nos vuelve a impresionar con "Beasts of No Nation", la que se ha estrenado por Netflix, razón por la cual la pude ver. Gran película, ¿lo había dicho?
Teniendo como contexto las guerras civiles que suceden en algunos países africanos, "Beasts of No Nation" se centra en un niño que producto de la guerra lo pierde todo y es capturado por una milicia rebelde que lo une a sus filas y, como es de esperar, lo sume en una espiral de atrocidades y barbaridades.
Ya las primeras imágenes nos adelantan lo duro y crudo que será el porvenir de la trama y de su joven protagonista, y no es que empecemos de manera sangrienta o similar, todo lo contrario. Fukunaga inicia su relato con la cotidianidad que será arrebatada, con un grupo de niños que intentan vender una tele sin pantalla (por ende, inutilizable) bajo el lema de "televisión imaginaria", sin duda bellas secuencias que destacan por la inocencia desprendida. Luego conocemos a la familia, a los amigos y al entorno neutral que por dicha condición ofrece seguridad. No obstante, la violencia de la guerra llega al pueblo del protagonista y de ahí para adelante el relato se convierte en una suerte de crónica que captura la experiencia de este chico en esta milicia comandada por un impecable, escalofriante pero carismático Idris Elba. Esta crónica es lo que guía el relato, desde los inicios en que se desarrollan los entrenamientos e iniciaciones, pasando por el desarrollo con sus avances y tomas y saqueos, hasta adentrarnos en conflictos menos sangrientos y descarnados pero igual de implacables y que terminan por confirmar que la guerra no es nada, no tiene propósito ni principios, más bien es la excusa de nuestras propias bajezas y vanidades contrapuestas. Lo que subyace a dicha crónica, lo que Fukunaga expresa de manera tan potente a través de sus imágenes, es lo que hace que "Beasts of No Nation" pase de ser una notable película (como "Blood Diamond", que también me gustó mucho) a una excelente, magistral y memorable llena de capas y matices humanos, más ambigua pero no por ello menos directa en su crítica. No es tanto la denuncia como lo que esconden los reportajes y las fotografías oficiales: hay datos y todo, pero falta la mirada más desligada de la estadística, aquella que logre trascender un lugar preciso o un conflicto determinado y convertirse en un relato más intemporal e independiente. El relato subyacente de Fukunaga está lleno de colisiones, dualidades y enfrentamientos entre polos opuestos, a saber: la seguridad versus la crisis, lo mágico versus lo cruento, la quietud versus lo salvaje, el fuera de campo versus lo explícito..., todo lo cual Fukunaga ejecuta con mano firme y mirada segura, creando imágenes y secuencias hipnóticas y deslumbrantes, incluso poéticas. Si hasta los preparativos de guerra llegan a ser extrañamente hermosos por "las tradiciones" desplegadas y el desplante estético.
Ahora bien, surge una cuestión interesante, especialmente por el tipo de película que es "Beasts of No Nation". Es natural (triste decirlo) y esperable que nos encontremos con secuencias impactantes por lo directo y explícito de su violencia, pero, ¿es lo más importante de esta película; es su rasgo distintivo, a la postre característica esencial del cine de Fukunaga? La respuesta es, obviamente, no, de la misma manera en que la escena del extintor o de la violación no constituyen el todo de "Irreversible" de Gaspar Noé ni mucho menos su esencia como autor. Fukunaga impacta no por la sangre, no por las cabezas macheteadas, no por las violaciones a destajo; Fukunaga impacta por la manera tan diáfana con que nos muestra no necesariamente la realidad pero sí una realidad: la del protagonista, tan maleable como resistente, a fin de cuentas la fuente de toda dualidad. Porque igual de impactante es ver y escuchar el discurso de Idris Elba que poco a poco comienza a convencer a Agu (el protagonista), igual de impactante es escuchar las líneas en que Agu expone cómo se acostumbra a su nueva vida. "Beasts of No Nation" es impactante por la dureza con que nos muestra la pérdida de la niñez de un niño, o si nos ponemos algo más poéticos, la pérdida de inocencia de un país o una nación o lo que sea. Si avanzamos más, hasta podríamos ver una especia de lucha del hombre versus la naturaleza (la propia como la que nos cobija muy a su pesar), y cómo esta lucha afecta a propios y a extraños.
La otra rama de esto de la violencia explícita se relaciona con el relato y la narración en sí misma, pues no toda la película es un cúmulo de tiroteos y sanguinarios golpes; entre tomas de pueblos y disposiciones políticas, podemos decir que a medida que nos acercamos al final el ritmo se hace menos intenso, o lo que es lo mismo, adquiere una pulsación más pausada y hasta calmada; no obstante, subyacentemente la intensidad sigue siendo la misma e incluso mayor, las imágenes de Fukunaga no pierden su tempo, en realidad demuestran su valía. El tramo final adquiere un tono crepuscular, nihilista y elegíaco, que puede que ahuyente a más de uno pero que en lo absoluto significa que la película o Fukunaga hayan perdido la potencia y el norte. ¿Qué expresan esas imágenes tristes y cansadas de tanta muerte? Por lo demás, seamos francos: no iban a esperar una de acción hollywoodense, ¿o sí?, aunque teniendo una idea de cómo es el público de Netflix...
Apuntes más apuntes menos, "Beasts of No Nation" es una estupenda película muy bien escrita (por saber guiar a través de un relato bélico, y en cierta forma secundario, otro más profundo e importante en tanto componente esencial del filme), brillantemente ejecutada por un Fukunaga que de nuevo demuestra su personal dominio de las imágenes como entes narradores, y que no se deben perder en lo absoluto puesto que constituye una de las grandes experiencias cinematográficas del año, aunque no se haya estrenado en cines, lamentablemente. Ahora, a esperar lo próximo de este gran (y joven) director.
Teniendo como contexto las guerras civiles que suceden en algunos países africanos, "Beasts of No Nation" se centra en un niño que producto de la guerra lo pierde todo y es capturado por una milicia rebelde que lo une a sus filas y, como es de esperar, lo sume en una espiral de atrocidades y barbaridades.
Ya las primeras imágenes nos adelantan lo duro y crudo que será el porvenir de la trama y de su joven protagonista, y no es que empecemos de manera sangrienta o similar, todo lo contrario. Fukunaga inicia su relato con la cotidianidad que será arrebatada, con un grupo de niños que intentan vender una tele sin pantalla (por ende, inutilizable) bajo el lema de "televisión imaginaria", sin duda bellas secuencias que destacan por la inocencia desprendida. Luego conocemos a la familia, a los amigos y al entorno neutral que por dicha condición ofrece seguridad. No obstante, la violencia de la guerra llega al pueblo del protagonista y de ahí para adelante el relato se convierte en una suerte de crónica que captura la experiencia de este chico en esta milicia comandada por un impecable, escalofriante pero carismático Idris Elba. Esta crónica es lo que guía el relato, desde los inicios en que se desarrollan los entrenamientos e iniciaciones, pasando por el desarrollo con sus avances y tomas y saqueos, hasta adentrarnos en conflictos menos sangrientos y descarnados pero igual de implacables y que terminan por confirmar que la guerra no es nada, no tiene propósito ni principios, más bien es la excusa de nuestras propias bajezas y vanidades contrapuestas. Lo que subyace a dicha crónica, lo que Fukunaga expresa de manera tan potente a través de sus imágenes, es lo que hace que "Beasts of No Nation" pase de ser una notable película (como "Blood Diamond", que también me gustó mucho) a una excelente, magistral y memorable llena de capas y matices humanos, más ambigua pero no por ello menos directa en su crítica. No es tanto la denuncia como lo que esconden los reportajes y las fotografías oficiales: hay datos y todo, pero falta la mirada más desligada de la estadística, aquella que logre trascender un lugar preciso o un conflicto determinado y convertirse en un relato más intemporal e independiente. El relato subyacente de Fukunaga está lleno de colisiones, dualidades y enfrentamientos entre polos opuestos, a saber: la seguridad versus la crisis, lo mágico versus lo cruento, la quietud versus lo salvaje, el fuera de campo versus lo explícito..., todo lo cual Fukunaga ejecuta con mano firme y mirada segura, creando imágenes y secuencias hipnóticas y deslumbrantes, incluso poéticas. Si hasta los preparativos de guerra llegan a ser extrañamente hermosos por "las tradiciones" desplegadas y el desplante estético.
Ahora bien, surge una cuestión interesante, especialmente por el tipo de película que es "Beasts of No Nation". Es natural (triste decirlo) y esperable que nos encontremos con secuencias impactantes por lo directo y explícito de su violencia, pero, ¿es lo más importante de esta película; es su rasgo distintivo, a la postre característica esencial del cine de Fukunaga? La respuesta es, obviamente, no, de la misma manera en que la escena del extintor o de la violación no constituyen el todo de "Irreversible" de Gaspar Noé ni mucho menos su esencia como autor. Fukunaga impacta no por la sangre, no por las cabezas macheteadas, no por las violaciones a destajo; Fukunaga impacta por la manera tan diáfana con que nos muestra no necesariamente la realidad pero sí una realidad: la del protagonista, tan maleable como resistente, a fin de cuentas la fuente de toda dualidad. Porque igual de impactante es ver y escuchar el discurso de Idris Elba que poco a poco comienza a convencer a Agu (el protagonista), igual de impactante es escuchar las líneas en que Agu expone cómo se acostumbra a su nueva vida. "Beasts of No Nation" es impactante por la dureza con que nos muestra la pérdida de la niñez de un niño, o si nos ponemos algo más poéticos, la pérdida de inocencia de un país o una nación o lo que sea. Si avanzamos más, hasta podríamos ver una especia de lucha del hombre versus la naturaleza (la propia como la que nos cobija muy a su pesar), y cómo esta lucha afecta a propios y a extraños.
La otra rama de esto de la violencia explícita se relaciona con el relato y la narración en sí misma, pues no toda la película es un cúmulo de tiroteos y sanguinarios golpes; entre tomas de pueblos y disposiciones políticas, podemos decir que a medida que nos acercamos al final el ritmo se hace menos intenso, o lo que es lo mismo, adquiere una pulsación más pausada y hasta calmada; no obstante, subyacentemente la intensidad sigue siendo la misma e incluso mayor, las imágenes de Fukunaga no pierden su tempo, en realidad demuestran su valía. El tramo final adquiere un tono crepuscular, nihilista y elegíaco, que puede que ahuyente a más de uno pero que en lo absoluto significa que la película o Fukunaga hayan perdido la potencia y el norte. ¿Qué expresan esas imágenes tristes y cansadas de tanta muerte? Por lo demás, seamos francos: no iban a esperar una de acción hollywoodense, ¿o sí?, aunque teniendo una idea de cómo es el público de Netflix...
Apuntes más apuntes menos, "Beasts of No Nation" es una estupenda película muy bien escrita (por saber guiar a través de un relato bélico, y en cierta forma secundario, otro más profundo e importante en tanto componente esencial del filme), brillantemente ejecutada por un Fukunaga que de nuevo demuestra su personal dominio de las imágenes como entes narradores, y que no se deben perder en lo absoluto puesto que constituye una de las grandes experiencias cinematográficas del año, aunque no se haya estrenado en cines, lamentablemente. Ahora, a esperar lo próximo de este gran (y joven) director.
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