Director: Alex Proyas
Hoy será un día ocupado así que por ello, y para no dejar de lado mi blog, es que les estoy comentado este cortometraje de nueve minutos dirigido por Alex Proyas, director de la reciente "Gods of Egypt", aunque si quieren referencias más gratas, "El cuervo" y "Dark City" son otras películas dirigidas por el australiano. "Welcome to Crateland" es ideal para un día como hoy, pues estuve soñando cosas muy raras que me dejaron con una extraña sensación al despertar, aunque luego viene el alivio de saber que todo lo soñado es, efectivamente, un sueño... es decir, que no es real, que no pasó, que ninguno de los conocidos que aparecieron sabrán lo que sucedió. De eso se trata todo.
Una mujer nos narra el sueño que tuvo, y luego viene el sueño: ella duerme, aparece un viejo, la mete en una caja, y esa caja inicia un recorrido por un bizarro lugar, aunque no sólo el exterior de la caja será digno de atención, pues ustedes saben que en los sueños nada tiene lógica y a veces el interior de una caja puede ser del tamaño de una mansión, pero eso es mejor que lo sigan viendo ustedes. El sueño está lleno de símbolos, lleno de cosas típicas de lo sueños: caras familiares en situaciones extremas, lugares conocidos transformados poco menos que en un recorrido por el infierno, emociones elevadas a la décima potencia, y objetos importantes cuya importancia siempre permanece en una incógnita. Más que el significado del sueño que vemos, Alex Proyas decide sumergirnos por completo en una atmósfera surreal y onírica (pues claaaaro...) en donde es más importante sentir la extrañeza que entender lo que vemos, aunque si nos ponemos a escupir lecturas, podríamos señalar que este sueño en particular habla de, sorpresa, culpas personales, el miedo a la responsabilidad y la sensación de impotencia e indefensión, ese miedo infantil que retorna de vez en cuando al único lugar en donde puede liberar su inmenso poder. Crateland puede ser la tierra de las inseguridades. Uno nunca sabe, en todo caso, qué significan los sueños. He ahí la gracia.
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