Dirección: Béla Tarr & Ágnes Hranitzky
Se suele hablar de las películas de Béla Tarr con los mismos adjetivos, como si todas fueran la misma pesada y densa cosa, pero la verdad es cada película suya, desde "Karhozat" en adelante (no he visto "Sátántangó", pero asumo que se ajusta a lo que digo), es completamente única y obedece a una propuesta cuidadosamente pensada y ejecutada. Dicho de otra forma, lo único que los filmes de tal período tienen en común, aparte del blanco y negro y el haber sido rodados en 35 mm, es (manido y superfluo comentario a estas alturas) su ritmo pausado y el pausado tempo de sus imágenes, caracterizadas por esos largos planos secuencia o planos fijos. Pero eso no es nada; no se puede reducir la obra de un director a determinados mecanismos estilísticos y formales; si fuera por eso, todos los putos primeros planos significarían lo mismo (y me paso por las pelotas la intención narrativa del director). "Karhozat" es, hasta el momento, lo más salvajemente estilizado que le he visto al cineasta húngaro, ya sea por su apabullante puesta en escena, que retrotrae a ciertos códigos visuales del noir, como por el (no es casualidad) negrísimo y fatalista tratamiento de sus personajes y de sus conflictos, coronados con unos literarios diálogos de antología. En "Werckmeister harmóniák", claro, siguen los cuidados planos secuencia y el leve hilo argumental, pero acá ya podemos vislumbrar una apuesta que Tarr llevaría hasta el extremo con "A torinói ló": la renuncia o el despojo formal y narrativo. Por supuesto que en "El caballo de Turín" la imagen de Tarr sigue siendo tan pulcra como siempre, pero es una pulcritud sucia, cruda, áspera, frontal, lejos del virtuosismo técnico (término que no uso en términos peyorativos... en este caso) o el origen "genérico" (cine negro) de "Karhozat"; es una austerísima pulcritud formal cuyo concepto está perfectamente unido a la ausencia total de argumento o conflicto dramático (entendido en su dimensión más convencional: protagonismo vs. antagonismo), y que apunta inexorablemente a su inclasificable cualidad de ensayo filosófico y/o reflexión existencialista, humanista. "El caballo de Turín" nos muestra, simplemente, lo que pasa cuando los pilares de la humanidad se derrumban: el lento, monótono, repetitivo y desesperado derrumbe del hombre. Y ojo, que por despojo estilístico no me refiero necesariamente a una imagen "fea"; únicamente apunto a la función casi primitiva, atávica, básica, de la cámara y de sus elementos hermanos (sonido), en contraste con, por ejemplo, la elasticidad plástica de "Karhozat".
En fin, no sé a qué vino este exiguo ejercicio de teórico del cine.
Supongo que por respetar el orden de cosas debí haber comentado ayer "A londoni férfi" (El hombre de Londres), pero es que, como debieron haberse dado cuenta, terminado "El caballo de Turín" no pude ser capaz de hablar de otra cosa. Pero qué importa, ya está visto que este blog está pasando por una época cronológicamente desordenada.
"El hombre de Londres", basada en la novela homónima de Simenon, es una película impecablemente ejecutada, sí (la primera secuencia, sin ir más lejos, es verdaderamente prodigiosa y portentosa). También entiendo las intenciones del argumento, que parte con un trabajador ferroviario (es el que mueve esas palancas que cambian los rieles) que atestigua la trifulca entre dos sujetos que intercambiaban un maletín, el cual finalmente se pierde. Él lo recupera: está lleno de dinero, pero se da cuenta que uno de los hombres lo sigue. Lo interesante es que luego nos enteramos que ese hombre no es, como pensábamos, un malo perverso, un criminal degenerado, sino que un hombre de familia que seguramente por el bien de los suyos siguió el viejo dicho de "la ocasión hace al ladrón". Y de repente ese hombre, que nos parecía un vil monstruo capaz de todo por codicia, tiene pinta de animal desesperado y ridículo. Y a nuestro protagonista lo carcome la culpa y los escrúpulos, porque ¿puede ser capaz de atestiguar, ahora, la desesperada caída de un hombre de familia como él, sin hacer nada por ayudar? ¿Ese maletín con dinero vale más que la vida de ese otro hombre acorralado? Y aunque entiendo las intenciones fatalistas y morales del relato, la verdad es que "El hombre de Londres" no me pareció el mazazo cinematográfico que esperaba. Siento que estos temas ya los vi reflejados, y mejor, en "Karhozat". Y que la innegable brillantez y maestría formal de esta película, rodada como sólo el maldito genio de Tarr sabe hacerlo, no alcanza para potenciar una atmósfera filosófica, existencial y psicológica poco incisiva más allá de su premisa y posteriores postulados; y como no la veo ni siento tan intensa y visceral, me mantuvo un tanto indiferente (aunque siempre hay escenas que destacan, que te elevan las expectativas momentáneamente). Y la trama me parece descuidada y algo desorientada (por no decir abrupta en su desenlace), incluso los personajes mismos me parecen poco aprovechados (¿qué era más importante: adentrarse en la situación de angustia de los personajes, o atender al halo fatalista del argumento como conjunto? No es que sean necesariamente excluyentes, pero es que ninguna de las dos alternativas tiene mucha fuerza que digamos). Y Tilda Swinton no sé qué pintaba ahí (aparece en tres escenas y su actuación no encaja muy bien); a lo mejor fue exigencia de algún productor que a cambio de financiamiento pidió alguna actriz de renombre. Lo mismo que con el doblaje, un francés y un inglés que suenan muy poco convincentes.
En resumen, no estamos en lo absoluto ante una mala película (ni de lejos), pero considerando que hablamos de Béla Tarr, no puedo evitar sentirme algo decepcionado e insatisfecho con este film.
Pero tampoco se puede tener todo en la vida, y por otro lado, maldita sea, ya tenemos en el cuerpo "El caballo de Turín", "Harmonías de Werckmeister" y "Condenación". Y aún queda...
es un nombre reconocido pero no vi nada... también se de su densidad ja...
ResponderBorrarlas fotos muestran una iluminación exquisita... ya en blanco y negro es una declaración de principios, saludos...
Hay tanto que ver y uno igual tiene la ilusión de verlo todo, jaja.
BorrarSi te animas a verlo no empieces con "El caballo de Turín", que es como meterse a la boca de los leones de inmediato. Te guste o no, el tipo dejará huella.
No sólo el blanco y negro es declaración de intenciones, sino que rodar en celuloide de verdad y bueno, dirigir como lo hace, jaja, el tipo es feroz a decir verdad.
Saludos.