Director: Stefano Sollima
Ya que Stefano Sollima está actualmente en cartelera con "Sicario: Día del soldado", su tercera película, y ya que por acá ya está comentada su opera prima, no tenía mucho sentido seguir posponiendo (no a propósito, claro) su segundo largometraje... De hecho no sé muy bien por qué no vi "Suburra" después de ver "A.C.A.B.". Ahora lo remediamos, por supuesto.
El caso es que "Suburra" es otro thriller criminal cuidadosamente construido y desarrollado, y aún mejor dirigido, con pulso firme y certero (como un buen tajo a la yugular), a cuyo amplio entramado de personajes e intereses subyace un motivo mucho más poderoso pero, paradójicamente, simple e incluso banal: la sed y el hambre de Poder (tan honda es dicha ambición que hasta el dinero, obscenamente gastado casi a ojos cerrados con tal de sobornar a destajo, ve, en cierta forma, desvanecido su valor... de hecho poco se habla de dinero como tal sino de influencia, o sea, Poder), y no es de extrañar que el relato nos sitúe en tres mundos cuyos límites están tan perfecta como difusamente trazados: Iglesia, Política y Mafia. Motivo que pone y mantiene en marcha a estos personajes de diversa moral, diversos escrúpulos y diversos estratos socio-económicos y políticos, cuyos conflictos, a primera vista "independientes" entre sí, se van entrelazando de manera estrecha y peligrosa cuando se den cuenta, o no, de que una maquinaria mucho más grande que ellos se aprovecha de sus ambiciones y los está utilizando como piezas de ajedrez: como simples peones. Así, una desenfrenada pero fatal noche de sexo y drogas de un diputado se vincula con el suicidio de un señor, que con su muerte le lega a su hijo una montaña de deudas que atrapa al pobre muchacho en los bolsillos de unos gitanos que, por otra parte, van a la guerra con otro clan criminal cuyo impulsivo líder le hace el trabajo sucio a otro político que intenta hacer que el parlamento apruebe una ley que.... bueno, ya van captando la idea: al final, se quiera o no, las estructuras del poder acaban consumiendo y/o corrompiendo, de alguna manera u otra, a todos, culpables o... ¿inocentes? Al final, nadie se da cuenta a quién hiere, para quién trabaja; nadie distingue dónde comienzan sus propios males y dónde terminan los del otro; y al final, tanto anónimos escondidos en las penumbras como los rostros iluminados por los flashes, acaban siendo eslabones de una salvaje y sangrienta cadena de favores, ajustes de cuentas y violencia desatada.
Lo único que no puedo evitar reprochar un poco es, a propósito de las dos pequeñas venganzas vistas al final, esa ansiosa necesidad de "cerrar", de forma tajante y explícita, los antagonismos creados a lo largo del relato. ¿Eran tan importantes?, ¿no eran a su modo macguffins para, justamente, mostrarnos los males sociales-económicos-políticos (la explotación, la corrupción, la violencia, el tráfico de influencias, etc...) que de forma transversal hallan sus orígenes en el virtualmente invencible capitalismo salvaje? En todo caso, tomando en cuenta esto, me llamó la atención que la prostituta no convocara una conferencia de prensa para denunciar a su amigo político, "asesinando" su carrera (que de todos modos a esas alturas ya estaba liquidada, así que en realidad esto habría sido redundante). Con todo, excelente película y muy buen thriller. Se nota que Sollima es un director con personalidad y mano firme. Contundentes películas las suyas.
Así las cosas, ahora no queda más que esperar, algún día, la llegada del Soldado.
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