Director: Alberto Fuguet
El segundo cortometraje del día es "Las hormigas asesinas", de Alberto Fuguet. Alberto Fuguet es un escritor que comenzó su carrera publicando Sobredosis, un regular volumen de cuentos (algunos buenos, otros ahí nomás), para luego seguir con Mala onda, que algunos dicen que es como El guardián entre el centeno (el mismo Fuguet ha reconocido la influencia de Salinger) aunque a mí me parece más cercana a Menos que cero, y esto no lo digo como crítica negativa. Luego vino Por favor, rebobinar, que, a través de su puñado de personajes y vidas entrelazadas, sigue ahondando en los intereses y las preocupaciones de su autor de manera aún más emocionalmente descarnada. El resto de su obra no he podido leerla, pero me gusta mucho la literatura de Fuguet y siento que me marcó bastante cuando leí sus historias por primera vez. Lo que más me gusta de Fuguet es que se construye su propio mundo de artistas y fracasados, su propio universo temático de celebridades, de submundos culturales y todo eso, como un Chile alternativo, con más estilo pero igual de cínico e hipócrita, siendo Por favor, rebobinar la cumbre de ello (de hecho, en ella aparecen personajes de Mala onda). Y no digo todo esto solamente para alardear, pues "Las hormigas asesinas" está íntimamente ligado a este universo cohesionado (¿así le llaman ahora?).
Andoni Llovet es un personaje de Por favor, rebobinar. Es un modelo reconvertido en actor que, debajo de toda su pinta de galán de plástico y cabeza hueca, esconde una herida sensibilidad que busca manifestarse a través de la escritura. Una de sus historias es Las hormigas asesinas, la cual no alcanza a escribir, sólo a relatar a sus compañeros de taller literario en algún café intelectual de por ahí. Las hormigas asesinas se trata sobre Paul Kazán, un DJ de una disco que vive solo, encerrado en su mundo de películas, revistas, música y soledad. Una vida rutinaria y tediosa que da un giro cuando Santiago se vea golpeada por una serie de desastres climáticos que la dejan en estado de emergencia... además de que la gente comienza a morir, a aparecer muerta, sin mayor conexión entre las víctimas. A pesar de esto, Paul Kazán se refugia en su antipatía y en la disco Insomnio, que es donde trabaja, un lugar lleno de jóvenes que se evaden a través del sexo y el placer. Pero Paul Kazán se entera, a través de su padrino detective, que las muertes son causadas por hormigas mutantes que sólo atacan a quienes no amaron. Paul Kazán se da cuenta que nunca ha amado... ¿podrá amar y así evitar su muerte? El final de Llovet mostraba al protagonista cayendo muerto en medio de la pista de baile, bajo las luces intermitentes y los cuerpos sudorosos del resto. Dentro del libro, Las hormigas asesinas llegó a ser una película, dirigida por Luc Fernández y protagonizada por Pascal Barros, muy bien reseñada por otro de los personajes, quien la tilda de película de culto, pero destrozada por una apestosa crítica sedienta de cine chileno provinciano. Llovet, por su parte, acaba suicidándose.
En cualquier caso, hablando del corto de Fuguet, lo mejor es la atmósfera que genera el director, la forma en que captura la vacía y solitaria ciudad de Santiago: la arquitectura de los edificios del centro, la mugre y el abandono de las calles de Estación Central, los hojas caídas y los árboles vencidos de Providencia... Santiago como un laberinto en cuyas sombrías entrañas se ven atrapados estos personajes alienados y rotos, devastados, quienes no tienen otra escapatoria más que el exceso de los placeres carnales y la abstracción de esa realidad inmunda y desoladora. Como creador de imágenes y estéticas tan deslumbrantes e hipnóticas como sucias y llenas de desazón, Fuguet me parece un genio.
El problema de este corto es su guión. El guión está mal escrito. No es que deba ser explicativo ni nada por el estilo, pero presentar una ciudad vacía no basta: debe crear un estado, una sensación de decadencia y podredumbre generalizada, algo que contraste con el mundo hermético del protagonista, que podría estar caminando en calles que están vacías porque, qué sé yo, está jugando la selección de fútbol en plenas vacaciones de verano. Además, este histerismo social contrastaría con el desapego y la apatía emocional del protagonista y los personajes con los que se codea, haciendo aún más explícita la decadencia y la perdición en que se encuentran, en esa superfluidad que básicamente los transforma en muertos vivientes. El mayor error, pienso, es introducir el interés romántico del protagonista antes de que su padrino le revele que la gente se muere por culpa de estas hormigas mutantes que sólo matan personas que no han amado. Instalada la urgencia (el conflicto: amar para poder vivir), el interés del protagonista en esta mujer cobraría tintes dramáticos más intensos y mayores posibilidades narrativas, acentuando el vacío existencial de un Paul Kazán que no puede amar ni aunque su vida dependiera de ello o de un mundo que prefiere morir en una espiral de placeres mundanos antes que encontrar la felicidad en el afecto de otra persona. Pero, así como está el guión, ¿qué sucede? El protagonista tiene un romance (imaginario), lo cual resulta banal, y luego... en realidad no me queda tan claro si el tipo prefiere morir solo o si de verdad intenta buscar el amor y la vida lo condena a la muerte.
Como sea, gran dirección, que logra generar una atmósfera capaz de contar "algo" (aunque sea en términos genéricos, provenientes de la imagen misma y la música y no necesariamente de la trama); terrible guión, que es incapaz de contar una historia y de retratar conflictos. Si no fuera por Fuguet, "Las hormigas asesinas" sería un despropósito. No obstante, sigue siendo un corto realmente interesante, especialmente por ir a contracorriente, por alejarse de ciertas normas establecidas cuya desobediencia molesta a quienes lo consideran "demasiado europeo" o "demasiado estadounidense" (dependiendo del bagaje de quien ande criticando), pero sin perder ni un ápice de integridad y personalidad artísticas. Fuguet tiene clara sus referencias, pero el corto es suyo y de este país tan obtuso y pusilánime. ¿De culto? Bueno... nadie dice que las películas de culto deban ser perfectas...
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