Creadores: David Simon & George Pelecanos
Ayer terminó la primera temporada de "The Deuce", así que vamos, hablemos al respecto, que para eso estoy, ¿para qué más?, ¿para hacer glosarios financieros de grandes empresas? No señor, lo único que hago ahora es ver películas y soñar y hablar sólo de lo primero, pues creo que a nadie le gustan mis sueños, siempre me dicen "hey, guárdate tus basuras oníricas para ti mismo, que el mundo ya está bastante cagado así como está", y yo digo "ok, después de todo qué son los sueños sino... bueno, no sé lo que son". Ya mañana volveremos con las películas de Spike Lee, por si se lo preguntaban (en todo caso ayer avisé que hoy comentaríamos esta serie). Entonces... ¡a rodar!
Ya había hablado una vez, tiempo atrás, de "The Deuce", para dar vagas pero positivas impresiones con las que concuerdo plenamente a día de hoy, y es que, naturalmente, "The Deuce" es mucho, mucho más que una serie sobre los inicios de la era dorada del porno (porque el porno como tal comenzó no mucho después de la invención del cine... ¡antes del 1900! No tienen sonido pero no creo que ese detalle les moleste, digo, ¿nunca usaron mute para no alertar a papi y a mami?), si hasta dicha etiqueta le queda ofensivamente pequeña, y no sólo pequeña, sino que incluso despreciativa hacia todo lo que esta propuesta tiene para dar, para darnos, así que si sólo querían verla por las escenas de sexo (que no son muchas y, en su mayoría, son tan incómodas, mecánicas y desapasionadas como lo sería tirar en un rodaje porno o en un hotel barato con una prostituta de la calle, quien, para que lo sepan, realmente no quiere tirar contigo) tengan claro de inmediato que van a salir inmensamente decepcionados, y bien que se lo merecen, o sea, si quieren ver tetas o penes entonces vean porno de verdad (criterio, amigos, hay que usar el criterio), y, nunca está demás decirlo, si quieren ver series mecánicas e impersonales que parecen ser escritas por los brazos robóticos del manual de narración domesticada instalada en los apagados cerebros de los ñoños, entonces no vean "The Deuce", la cual, más que un fijo, predeterminado y cuadrado entramado de personajes con arcos argumentales perfectamente calculados y cerrados, es un inmenso y extremadamente vivo y palpitante microuniverso de historias, cambios, experiencias, sensaciones y todo aquello que no se puede limitar a una trama de comienzo-desarrollo-final que termina con una bonita y edificante lección moral. Esto no significa que no haya un magnífico y profundo desarrollo, narrativo y dramático, de tramas, sub-tramas y, sobre todo, de personajes (entre los que se encuentran Manhattan y las calles donde nos ambientamos), los grandes motores del relato... ¡Demonios! Yo diría que los personajes son el relato. Los personajes son "The Deduce", y "The Deuce" es un microuniverso que avanza, que evoluciona, que muta, que involuciona, que retrocede, que cae, que se levanta, que continúa... que, a pesar de todo, continúa. Que no acaba, que irrumpe en todas direcciones. Lo de la industria del porno es el pilar central, ciertamente, el centro gravitatorio en torno al cual giran personajes de carne y hueso cuyas particulares preocupaciones y obsesiones se enmarcan, a su vez, dentro de las grandes preocupaciones y obsesiones de un tiempo y un lugar (que se replican en otros tiempos y lugares, aunque nunca dejan de pertenecer a su singular circunstancia histórica), de una época en la que nos introducimos con franca crudeza, pero también con profundo humanismo y, por si fuera poco, gran y negro sentido del humor, sin el cual no podríamos comprender las tragedias del ser humano. En todo caso, más que industria del porno, yo diría que "The Deuce" habla sobre el negocio del sexo (o mejor dicho, sobre el sexo utilizado como un bien de mercado), sobre su dinámica y sus características, reflejos de la sociedad que las parió con vergüenza e hipocresía. Sí, este microuniverso nos va contando cómo las películas porno (gay o hetero, "Boys in the Sand" o "Deep Throat") llegaron a los cines "normales" sin ser retiradas por las abochornadas autoridades, cómo se fue moldeando el actual espectador de porno (ese que tiene su propio cubículo en su habitación, con su propio equipo higiénico, y que prefiere mantener su privacidad a salvo del mundo), cómo comenzó a tomar forma la base de datos pornográfica hecha para satisfacer las necesidades del excelso consumidor, a regularizarse los rodajes y las exhibiciones, etc., pero lo anterior es la espina dorsal para que Simon y Pelecanos, junto a su amplio y talentoso equipo de guionistas, hablen sobre problemáticas que siguen tan vigentes a día de hoy, como son la desigualdad/violencia de género, el machismo y la cosificación de la mujer, las estructuras de poder (la mafia, la policía, otras autoridades) empujando a las mujeres a exponer el culo y pagar el pato cuando las cosas se pongan feas, los abusos cometidos contra las minorías, y un largo etcétera que podrán ir detallando cuando vean los ocho magníficos episodios dirigidos por Michelle MacLaren, especialista en televisión, un James Franco que además actúa por partida doble (interpretando a unos dispares gemelos, y además demuestra lo gran actor que puede ser si está bien dirigido) y, entre otros, Ernest Dickerson, director de fotografía de las primeras películas de Spike Lee (entre ellas "Do the Right Thing", la que voy a comentar mañana y la que comentaré el miércoles). El reparto, además de Franco, cuenta con la presencia de Maggie Gyllenhaal, quien no necesita presentación, Chris Coy, a quien no reconocí de su papel de neo-nazi en "Banshee", entre tantos otros amigos de la casa y extraños con los que ya se irán familiarizando, porque, aunque suene extraño, "The Deuce" nos muestra una gran familia disfuncional y putrefacta e imperfecta, más llena de ovejas negras o descarriadas, pero que tiene también a su par de ángeles para dar una luz de esperanza.
"The Deuce", una serie sin finales ni catarsis ni redenciones ni triunfos absolutos. Una serie de verdad, gris, sucia, real. Una serie auténtica. Imprescindible y esencial, y ya tiene segunda temporada confirmada.
Si la pueden ver con "Vinyl", oye, estaría de lujo.
Ya había hablado una vez, tiempo atrás, de "The Deuce", para dar vagas pero positivas impresiones con las que concuerdo plenamente a día de hoy, y es que, naturalmente, "The Deuce" es mucho, mucho más que una serie sobre los inicios de la era dorada del porno (porque el porno como tal comenzó no mucho después de la invención del cine... ¡antes del 1900! No tienen sonido pero no creo que ese detalle les moleste, digo, ¿nunca usaron mute para no alertar a papi y a mami?), si hasta dicha etiqueta le queda ofensivamente pequeña, y no sólo pequeña, sino que incluso despreciativa hacia todo lo que esta propuesta tiene para dar, para darnos, así que si sólo querían verla por las escenas de sexo (que no son muchas y, en su mayoría, son tan incómodas, mecánicas y desapasionadas como lo sería tirar en un rodaje porno o en un hotel barato con una prostituta de la calle, quien, para que lo sepan, realmente no quiere tirar contigo) tengan claro de inmediato que van a salir inmensamente decepcionados, y bien que se lo merecen, o sea, si quieren ver tetas o penes entonces vean porno de verdad (criterio, amigos, hay que usar el criterio), y, nunca está demás decirlo, si quieren ver series mecánicas e impersonales que parecen ser escritas por los brazos robóticos del manual de narración domesticada instalada en los apagados cerebros de los ñoños, entonces no vean "The Deuce", la cual, más que un fijo, predeterminado y cuadrado entramado de personajes con arcos argumentales perfectamente calculados y cerrados, es un inmenso y extremadamente vivo y palpitante microuniverso de historias, cambios, experiencias, sensaciones y todo aquello que no se puede limitar a una trama de comienzo-desarrollo-final que termina con una bonita y edificante lección moral. Esto no significa que no haya un magnífico y profundo desarrollo, narrativo y dramático, de tramas, sub-tramas y, sobre todo, de personajes (entre los que se encuentran Manhattan y las calles donde nos ambientamos), los grandes motores del relato... ¡Demonios! Yo diría que los personajes son el relato. Los personajes son "The Deduce", y "The Deuce" es un microuniverso que avanza, que evoluciona, que muta, que involuciona, que retrocede, que cae, que se levanta, que continúa... que, a pesar de todo, continúa. Que no acaba, que irrumpe en todas direcciones. Lo de la industria del porno es el pilar central, ciertamente, el centro gravitatorio en torno al cual giran personajes de carne y hueso cuyas particulares preocupaciones y obsesiones se enmarcan, a su vez, dentro de las grandes preocupaciones y obsesiones de un tiempo y un lugar (que se replican en otros tiempos y lugares, aunque nunca dejan de pertenecer a su singular circunstancia histórica), de una época en la que nos introducimos con franca crudeza, pero también con profundo humanismo y, por si fuera poco, gran y negro sentido del humor, sin el cual no podríamos comprender las tragedias del ser humano. En todo caso, más que industria del porno, yo diría que "The Deuce" habla sobre el negocio del sexo (o mejor dicho, sobre el sexo utilizado como un bien de mercado), sobre su dinámica y sus características, reflejos de la sociedad que las parió con vergüenza e hipocresía. Sí, este microuniverso nos va contando cómo las películas porno (gay o hetero, "Boys in the Sand" o "Deep Throat") llegaron a los cines "normales" sin ser retiradas por las abochornadas autoridades, cómo se fue moldeando el actual espectador de porno (ese que tiene su propio cubículo en su habitación, con su propio equipo higiénico, y que prefiere mantener su privacidad a salvo del mundo), cómo comenzó a tomar forma la base de datos pornográfica hecha para satisfacer las necesidades del excelso consumidor, a regularizarse los rodajes y las exhibiciones, etc., pero lo anterior es la espina dorsal para que Simon y Pelecanos, junto a su amplio y talentoso equipo de guionistas, hablen sobre problemáticas que siguen tan vigentes a día de hoy, como son la desigualdad/violencia de género, el machismo y la cosificación de la mujer, las estructuras de poder (la mafia, la policía, otras autoridades) empujando a las mujeres a exponer el culo y pagar el pato cuando las cosas se pongan feas, los abusos cometidos contra las minorías, y un largo etcétera que podrán ir detallando cuando vean los ocho magníficos episodios dirigidos por Michelle MacLaren, especialista en televisión, un James Franco que además actúa por partida doble (interpretando a unos dispares gemelos, y además demuestra lo gran actor que puede ser si está bien dirigido) y, entre otros, Ernest Dickerson, director de fotografía de las primeras películas de Spike Lee (entre ellas "Do the Right Thing", la que voy a comentar mañana y la que comentaré el miércoles). El reparto, además de Franco, cuenta con la presencia de Maggie Gyllenhaal, quien no necesita presentación, Chris Coy, a quien no reconocí de su papel de neo-nazi en "Banshee", entre tantos otros amigos de la casa y extraños con los que ya se irán familiarizando, porque, aunque suene extraño, "The Deuce" nos muestra una gran familia disfuncional y putrefacta e imperfecta, más llena de ovejas negras o descarriadas, pero que tiene también a su par de ángeles para dar una luz de esperanza.
"The Deuce", una serie sin finales ni catarsis ni redenciones ni triunfos absolutos. Una serie de verdad, gris, sucia, real. Una serie auténtica. Imprescindible y esencial, y ya tiene segunda temporada confirmada.
Si la pueden ver con "Vinyl", oye, estaría de lujo.
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