jueves, 12 de octubre de 2017

The Killers - 1964


Director: Don Siegel

Buenas noticias: Gucci anunció que dejará de utilizar piel de animales en sus nuevas colecciones. Armani anunció lo mismo algún tiempo atrás. Son pasos, son avances. No hace falta decir porqué. Bueno, bueno... Hoy, por puro placer, vi "The Counselor" otra vez. Sigo sin entender por qué fue tan vapuleada; a mí me parece una negrísima, depravada y fascinante genialidad. La primera escena entre Michael Fassbender y Penélope Cruz es oro, dinamita pura. Qué afortunado fui de ganar entradas para verla en el cine, en su avant-premiere, aunque hoy vi el extended cut, que tiene unos veinte minutos más. Y a pesar del vapuleo de la crítica y de los espectadores poco exigentes y muy acomodaticios, casi cuadriplicó su presupuesto en taquilla. Nada mal para semejante "bodrio", ¿eh? ¿Dónde está la secuela o, mejor aún, el remake? En fin... Seguimos con Don Siegel y llega el turno de "The Killers", que si fuera dirigida por Spike Lee de seguro pasaría a titularse "Da Killa's". ¿O no?


Curiosidades y coincidencias. Ayer comentaba "The Gun Runners", basada en una novela de Ernest Hemingway, la cual ya había sido, como bien me señalaron, adaptada dos veces con anterioridad. Como bien sabrán, The Killers es un relato corto de Hemingway, publicado en alguna revista a finales de los treinta, que, si mal no recuerdo (en algún momento lo leí, pero hace mucho tiempo), trata sobre un par de asesinos que llegan a un restaurante preguntando por un boxeador, cliente asiduo del local, que finalmente no llega a almorzar o cenar. Los asesinos abandonan el restaurante y uno de los empleados corre para prevenir al boxeador de lo que le espera, aunque la reacción de éste induce a pensar que no hará nada al respecto. Queda claro que, eventualmente, los asesinos dispararían sobre el abatido boxeador. El año 1946, Robert Siodmak dirige la magistral "The Killers", con Burt Lancaster interpretando el papel de boxeador caído en desgracia. La gracia de la película radicaba en que, a partir de este breve episodio, se construía toda una compleja historia de fondo que explica el porqué del asesinato del boxeador y, sobre todo, la razón de su abatimiento y su total entrega a la muerte. He visto "The Killers" (1946) dos veces y cada vez me deja un mejor sabor de boca: es una película sensacional. Diez años después, un joven Andrei Tarkovsky co-dirige, junto a dos compañeros de la escuela de cine a la que asistía, un cortometraje también basado en el relato de Hemingway. La pieza, de veinte minutos, consiste en una adaptación casi al pie de la letra de la mentada historia. También vi esta versión pero me dejó indiferente en aquel lejano entonces. Y ahora llegamos a la versión de Don Siegel, inspirada en el relato de Hemingway pero más fiel (o mejor dicho cercano), no obstante sus variaciones, a la versión de Siodmak (la femme fatale, el robo, las traiciones, etc.). En esta versión, el gran Lee Marvin (en su salsa, aparentemente) y Clu Gulager interpretan a dos implacables, groseros y bruscos asesinos a sueldo que llegan a un hogar de ciegos (perdón: no videntes) para acabar con la vida de John Cassavetes, sujeto que no hace nada para evitar tan fatídico destino. En esta ocasión son los mismos asesinos quienes investigan el pasado del muerto, visitando amablemente a distintos personajes cuyos recuerdos-raccontos irán reconstruyendo la fatal senda por la que vivió y murió el susodicho. Así, nos adentraremos en una historia de traiciones, derrotas, crímenes y pasiones tóxicas, que ciertamente no terminará bien para nadie, pues, ¿qué otra cosa pueden esperar quienes viven de la violencia?
"The Killers" (1964) es una película violenta y deslenguada, áspera y ruda, apabullante y avasalladora cuyo metraje avanza con la fuerza de un tren y con la actitud de un bastardo hijo de puta, sin concesiones ni medias tintas. Es una película hecha con estilo, amén de su seco y exquisito tratamiento de la violencia, de la amoralidad y de la fatalidad, más que algo trágico, un necesario gaje del oficio. Imprescindible película para los amantes del cine y, por supuesto, del noir más salvaje y despiadado, desaforado y maldito. Es imposible resistirse a los sucios encantos de este filme: disfruten, nada más.
¡Y no se metan con Lee Marvin!

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