domingo, 10 de junio de 2018

Brother - 2000


Director: Takeshi Kitano

Ah, hace mucho tiempo me dije que tendría que abandonar los videojuegos porque, demonios, me meto en uno y no lo dejo hasta el final, hasta que esté del todo exprimido y explorado. Y eso es mucho tiempo, vaya que lo sé (y para qué hablar del modo multijugador). Pero vaya que me interesa Cyberpunk 2077, videojuego del que he venido escuchando hablar desde hace seis o más años, y que recién en el E3 que ahora mismo se está llevando a cabo han venido a entregar más información, y por "más información" me refiero a un genial trailer de menos de dos minutos, el cual complementa el teaser que lanzaron hace cinco años. El trailer de hoy es puro cyberpunk: muestra un futuro distópico en donde mandan las megacorporaciones desde sus altos, casi celestiales rascacielos, mientras abajo, en las calles, lo que manda es el crimen organizado, el narcotráfico, las tecnoestafas, etc., y entre medio, la gente en la cumbre de sus vicios y perdiciones, de sus cuerpos y mentes y almas siendo invadidos por la cibertecnología (la carne versus la máquina, una de las cuestiones fundamentales y esenciales de todo buen cyberpunk que se precie de tal). Y el trailer tiene estilo, tiene buena música, tiene actitud, tiene todo lo necesario para convencerme. Igual no es que vaya a poder jugarlo; en primer lugar tengo que comprar una consola y todos sabemos que no tengo el dinero, así que gracias a ello no caeré en la tentación, pero quién sabe, de aquí a que publiquen el juego en dos o tres años más (el estudio checo que lo desarrolla se toma su tiempo para crear grandes experiencias), a lo mejor tengo un golpe de suerte que me permita adquirir un PS4 o la consola de nueva generación que esté en el mercado para entonces. Mientras tanto, aparte de ver innumerables veces tan genial trailer, hablaremos de "Brother", producción gringo-japonesa, última película de Kitano que comentaremos por ahora. Los otros cinco títulos que nos faltan los dejaremos para más adelante, quizás un par de semanas más. Y para entonces habremos saldado nuestra deuda con el bueno de Kitano, sin perder ningún meñique en el proceso...



Que "Brother" no es la mejor película de Kitano no debería sorprender a nadie. A mí me llamó la atención, no obstante, que "Brother" tenga más parecidos y similitudes con los títulos comentados en estos días que con, por ejemplo, su trilogía "Outrage", que es lo más 'cine de gángsters' propiamente dicho que ha dirigido. Y, para ser justos, "Brother" no es mala película, pero es una buena idea muy desaprovechada, especialmente dado su buen inicio y su mucho mejor desarrollo, todo lo cual se tira por la borda en un tercer acto apresurado y abrupto que, incluso para los estándares de Kitano, se sale de tono y de verosimilitud. Pero mejor vayamos por partes...
La película nos cuenta la historia de un yakuza exiliado a los Estados Unidos luego de que en Japón su familia se haya visto desmantelada tanto por policías como por sus jefes yakuza (tema que vemos, por ejemplo, en "Sonatine" y en la ya mencionada trilogía), fragmento contado a modo de flashback al estilo "Hana-bi" (y la comparación no es barata: un Beat Takeshi parco en palabras y gestos, con lentes oscuros, de pie y mirando al vacío mientras nos transportamos a su declive definitivo). En Estados Unidos tiene un hermano biológico al que llega a ver, hermano que vive de los ingresos que hace vendiendo drogas en oscuras esquinas de la ciudad de L.A. Como el hermano se mete en problemas, Beat Takeshi hace lo que sabe: apoderarse del negocio de los otros malos. Y con qué rotundidad y brutalidad, porque sí, "Brother" es una rotunda película de mafiosos en donde Kitano, aparte de dar rienda suelta a su lado socarrón (amén de su negro y seco sentido del humor, excelente complemento para la explícita violencia que deja ríos de sangre y un reguero de cadáveres de todos colores y etnias), hace gala de la solemnidad cruda y desaforada, incluso obscena, de un Ferrara (pienso en la magnífica "King of New York"), e incluso de la ambición de un Coppola, todo sin perder ese sello tan característico suyo, tanto en lo estético como en lo sustancial, y era que no, pues Kitano no pierde la oportunidad para crear una tierna, ni tan profunda atmósfera de inocencia (la inocencia del nihilismo, como diría David Lapham) entre este variopinto grupo de criminales de poca monta convertidos en mafiosos de tomo y lomo, y que entre negocios y ajustes de cuentas, también aprovechan el tiempo para ir a la playa a jugar rugby, para apostar por divertidas estupideces o dejarse llevar por las energías del básquetbol; o para adentrarse de nuevo en la trágica, decadente y solitaria figura del yakuza, que se sabe condenado a morir y que, con más razón, aunque ya desencantado y resignado, continúa siendo una máquina de matar, así dicha conducta lo conduzca a su destino. Es, en efecto, una buena película de Kitano hecha en Estados Unidos. Y es una buena película sobre mafiosos excesivos, sangrientos y descomedidos cuyos actos crean toda una guerra de mafias e influencias.
El problema es que, de golpe y porrazo, con excusa de la guerra, Kitano comienza a matarlos a todos en unas cuantas secuencias. Pierde el ritmo de acontecimientos (se desordena); pierde el tempo de la imagen, que ya no sabe muy bien qué transmitir. Lo que en un inicio y desarrollo era el explosivo auge de estos renegados y outsiders que de repente comienzan a dejar la cagá, a tomarle el peso al poder que tienen en sus manos (si están preparados para semejante responsabilidad), se convierte en un triste y lastimero, por lo poco prolijo, sinfín de muertes sin mayor peso emotivo o dramático que, por lo demás, hace de las constantes de Kitano simples lugares comunes (la muerte del yakuza, la inocencia aniquilada por la violencia, etc.). Y como digo, más encima por el final hay varias escenas en donde esta fallida atmósfera elegíaca y melancólica se sale incomprensiblemente de tono, rompiendo dicha atmósfera por una comicidad sin gracia, rompiendo el tratamiento de la violencia por una banalización superflua (y sin gracia), incluso rompiendo la desesperanza propia de Kitano en un extraño happy end típicamente gringo (que tampoco tiene gracia). Y hablar de la relación de "hermano" que Beat Takeshi desarrolla con su amigo el negro (hago referencia al libro de Felipe Alliende, eh), incluso más que con su hermano biológico, sería perder el tiempo. Por otra parte, hay cuestiones incontestables: la fotografía es magnífica (esos claroscuros y esas composiciones están para chuparse los dedos, tanto que me atrevería a decir que, visual y técnicamente, "Brother" es una de las películas mejor logradas de Kitano) y la banda sonora también, mezcla de brutalidad y delicadeza.
En pocas palabras, lo que era una más que satisfactoria incursión en suelo estadounidense (logrando aunar en una coherente entidad rasgos autorales con códigos y narrativas de género), deviene en lamentable y decepcionante despelote en donde ni lo uno ni lo otro quedan de pie. En todo caso, sepan que los dos primeros actos son geniales y rudamente entretenidos. Y a lo mejor el declive de su tramo final no les parece tan escandaloso.

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