Director: Érick Zonca
Habría apostado a que Rusia le ganaba a Arabia Saudita, pero nunca imaginé que la cosa iba a llegar a un aplastante 5-0. Yo me imaginaba un sobrio 2-0. De ahora en adelante estoy en la seria disyuntiva de si, dependiendo del horario, ir a la piscina y ver películas o ver los partidos del Mundial. Depende del partido claramente, y también depende del día de piscina. En fin, de haber apostado no habría ganado mucho: claramente Rusia era el favorito del partido. En todo caso aún tenemos varias películas por comentar, no estamos atrasados: ahora hablaremos de la opera prima de Érick Zonca, película que, veo, causó sensación en Francia. Aunque no ganó, compitió por la Palma de Oro en Cannes (las dos actrices principales se llevaron el premio de mejor actuación en todo caso); arrasó en los César (bueno, tanto como arrasó no, pero igual se llevó premios importantes, como el de mejor película) y hasta la postularon como carta francesa para el oscar a mejor película de habla no inglesa, aunque no pasó el corte. Zonca, por su parte, dirigiría otra película al año siguiente, seguida por una larga espera de nueve años, y veo que recién este año estrena su cuarto largometraje. Por lógica, el quinto debería hacerlo en un cuarto de siglo más.
"La vida soñada de los ángeles" es una película muy sencilla y simple que trata sobre la vida de dos jóvenes muchachas, que apenas superan los veinte años, y sus intentos por sobrevivir lo más animosamente posible a la dureza del medio con lo poco que tienen sin perderse a sí mismas en el intento. Dos jóvenes muchachas que intentan alcanzar esa vida soñada, una vida simple pero ojalá feliz, que deben despertar al chocar con el frío concreto de la realidad: la falta de dinero, de oportunidades de empleo; la misma inestabilidad de ellas, que tampoco pueden ser de hierro como quisieran y de vez en cuando sucumben a ciertas decepciones o contrariedades; y por supuesto, el egoísmo o la indiferencia de las distintas personas que van conociendo (aunque el asunto es mucho más complejo), personas tan bien construidas y desarrolladas (en sus vicios y virtudes) como las protagonistas, que son personajes auténticos, que conforman el pilar fundamental de un film que habla sobre la vida misma: no sobre el desempleo, sobre la pobreza y cuánta cosa más de algunos representantes de eso llamado "cine social", sino que, insisto, sobre eso, sobre la vida de estas muchachas que aparentemente no necesitan mucho y que aún así, como casi todos, deben enfrentarse día a día a sus propias frustraciones, a las de otras personas y, en definitiva, a todo un entramado vital y social que comienza y termina con nuestros propios problemas. Lo más triste de esta película es ver cómo esa luminosidad que una de las chicas inicialmente transmitía, aún a pesar de lo precario de su situación (llega a una ciudad, no conoce a nadie, duerme en un carro de comida rápida y vende tarjetas para conseguir dinero), se va perdiendo, se va fundiendo en el gris de la ciudad; ver cómo las amistades y los sueños se van resquebrajando con el correr de los minutos, de sus vidas. Todo rodado, dirigido y montado sin estridencias ni artificios, con una cámara al hombro e imágenes tan diáfanas (la dirección de fotografía, por lo demás, está a cargo de Agnès Godard, que acá la apreciamos por su constante labor con Claire Denis) que verdaderamente dan la impresión de estar rebosando emociones surgidas desde las protagonistas (interpretadas maravillosamente por Élodie Bouchez, la chica animosa y alegre, y Natacha Régnier, una de las amantes criminales de Ozon). La película, no obstante su "realismo" formal, tiene un delicioso toque de fantasía, esa fantasía invisible pero indudablemente palpable y cierta que induce a los personajes a soñar que... A soñar a secas, porque aunque parezca algo común y corriente, no todos se dedican a soñar.
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