Director: Na Hong-jin
"Hwanghae" es toda una montaña rusa, a veces de sensaciones encontradas, de altos y medios (decir "bajos" sería injusto), pero finalmente de una excelente y sobresaliente calidad.
La película comienza con un taxista que debe gran cantidad de dinero a un tipo de pocos escrúpulos, aunque no le puede pagar porque pierde todo lo que gana jugando al mahjong. Por si fuera poco, el tipo está amargado porque su esposa lo abandonó, o eso cree. Y quiere encontrarla. La solución a sus problemas, en teoría, es el trato que el poderoso gángster local, dueño también del local de mahjong, le ofrece para saldar sus deudas: matar a un empresario que vive en Seúl. Allá aprovechará de rastrear a su esposa.
El director Na Hong-jin nuevamente nos propone una historia con ecos del noir más oscuro, insondable y pesimista; un entramado repleto de escenarios y personajes de dudosa moral (por no decir amoralidad total), soterrados por un mar de ambiciones, bajas pasiones e impulsos atávicos, conducidos inexorablemente hacia el peor de los destinos. La diferencia fundamental con "The Chaser" es que aquélla aprovecha las claves o códigos del thriller y/o relato policial (la cacería a un asesino en serie suelto) para construir una potente y negra visión sobre la naturaleza humana (y, por extensión, social), mientras que la de hoy, "The Yellow Sea", aprovecha los motivos del noir más fatalista y salvaje para construir esta intensa espiral de violencia cada vez más extrema y desaforada, pero relativamente efectista durante ciertos pasajes del metraje. El relato, que se divide en cuatro episodios, progresiva y acusadamente abandona la premisa argumental para convertirse en un demente y enrevesado ejercicio de explotación salpicada de litros de sangre e, incluso, de pueriles guiños semicómicos que rompen el tono grave y desolado que imprime el director (cómo será que, de repente, en una de las tantas matanzas perpetradas por algún personaje principal de fuerza y resistencia sobrehumanas, el antagonista central comienza a despachar enemigos con, adivinen, ¡un hueso de cordero o vaca!). Y es que, cuando el protagonista está a punto de ejecutar su encargo, el asesinato encomendado, la cosa se tuerce repentinamente y, repentinamente, entra a escena otro jefe mafioso, con su respectiva banda compuesta por docenas y docenas de matones dispuestos a morir por su empleador, que también quiere matar al mismo blanco, y luego llega la policía que persigue a unos y a otros, y entre medio, nuestro protagonista, que ya no sabe de quién demonios huir o de quién demonios vengarse. Así las cosas, como digo, todo deviene en un explosivo choque de voluntades rodado, claro que sí, como una gran película de acción, con persecuciones y peleas y todo el cuento. A estas alturas uno tiene claro que todo el asunto de la fatalidad, del pesimismo, del vacío moral, de la exploración de la naturaleza humana a fin de cuentas, ya se ha difuminado, ha perdido gran parte de su valor (de su esencia), que sólo quedan como ideas vagas revoloteando sobre esta serie de golpes y contragolpes, algo que no sucedía con "The Chaser", cuyo entramado y puesta en escena sucia, realista a su modo (sin caer en la explotación), verdaderamente nos hablaban de cómo la deshumanización del hombre es un agujero negro del que nadie se puede salvar, sin importar con cuánta fuerza uno intente huir de dicha abominación del destino (impresionante la forma en que sus geniales secuencias de "acción", más que para sobresaltar momentáneamente, sirvieran para complementar y profundizar las dolorosas ideas del guión). En todo caso, vale la pena decir que todos mis reparos y reproches sólo los ubico en el tercer episodio, en donde el protagonista pierde protagonismo en detrimento de estos dos mafiosos y los policías que se golpean casi por las puras, al tún tún (logrando la breve pero notoria banalización de su discurso), luego del asesinato.
Pero llega el cuarto episodio del relato, y de repente todo cobra sentido, paradójicamente, cuando la historia demuestra el sinsentido en que se convirtió todo este asunto. Y queda claro que de la película no importa la trama, que se difumina, sino que el vacío y el absurdo que desencadena; que ya no importan las razones sino que los impulsos y las acciones casi instintivas encadenadas a pura fuerza de furia, ambición lacerante y orgullo ciego; que ya no importa la supuesta construcción moral de unos personajes reducidos a instintivos y rabiosos agresores. Uno queda como la policía de "Fargo", Frances McDormand, luego de esclarecer la seguidilla de asesinatos: y todo esto, ¿para qué?, ¿por qué? ¿Por "eso" que descubre el protagonista? ¿Qué le queda al protagonista cuando descubre que la razón de tanta muerte y tanta violencia es de un sinsentido abismal?, ¿que hay cosas que, por más simples que parezcan, incluso estúpidas o ridículas, no pueden explicar en lo absoluto la honda dimensión de tanta decadencia y despojo? Si la muerte de tantos personajes carece de significado, o peor, si la muerte de tantos personajes fue causada por una estupidez, por una cruel broma del destino, por una burla alevosa, entonces ¿qué valor tiene la vida, su vida? Suena contradictorio, pero es poderosamente revelador que esta trama casi completamente desdibujada adquiera "sentido", o dígase coherencia, ya por el final, cuando no queda nada, ni motivaciones, ni razones, ni prácticamente respuestas.
Al final uno queda con la sensación de haber visto una gran película, claro que sí, maldita sea. Esa melodía agria y desalentadora que culmina el declive de vidas malditas. Aún a falta de ver su tercer largometraje, y habiéndome reconciliado rotundamente con este director en la misma película que por varios momentos me decepcionó vagamente, me quedo con su magistral opera prima, "The Chaser". Pero "The Yellow Sea", ya lo dijimos, no sólo confirma a Na Hong-jin como tremendo director de thrillers, de pulso firme, certero dominio del ritmo y gran creador de atmósferas, sino que también como insobornable narrador capaz de reflexionar sobre los infiernos morales y conductuales del hombre (no quiero alargarme más, pero tampoco quiero dejar esta cuestión en el tintero: sus películas pueden ser entendidas como desgarradores tratados fatalistas y aún más monstruosos reflejos de la maldad humana, porque indudablemente lo son, pero Hong-jin, como narrador, lo acerco a un estilo behaviorista, es decir, sus historias son impulsadas y "explicadas" únicamente por la conducta, por las acciones de sus personajes; lo filosófico y psicológico, aunque estén presentes de otras maneras, quedan, en tanto motor narrativo y hasta sustancial, en un lugar subyacente. Esto lo separa de gran parte de realizadores con tendencia a pontificar y fabular; son pocos los que se atreven a contar y dirigir "en crudo").
Y eso, tampoco se pierdan esta película.
Al final uno queda con la sensación de haber visto una gran película, claro que sí, maldita sea. Esa melodía agria y desalentadora que culmina el declive de vidas malditas. Aún a falta de ver su tercer largometraje, y habiéndome reconciliado rotundamente con este director en la misma película que por varios momentos me decepcionó vagamente, me quedo con su magistral opera prima, "The Chaser". Pero "The Yellow Sea", ya lo dijimos, no sólo confirma a Na Hong-jin como tremendo director de thrillers, de pulso firme, certero dominio del ritmo y gran creador de atmósferas, sino que también como insobornable narrador capaz de reflexionar sobre los infiernos morales y conductuales del hombre (no quiero alargarme más, pero tampoco quiero dejar esta cuestión en el tintero: sus películas pueden ser entendidas como desgarradores tratados fatalistas y aún más monstruosos reflejos de la maldad humana, porque indudablemente lo son, pero Hong-jin, como narrador, lo acerco a un estilo behaviorista, es decir, sus historias son impulsadas y "explicadas" únicamente por la conducta, por las acciones de sus personajes; lo filosófico y psicológico, aunque estén presentes de otras maneras, quedan, en tanto motor narrativo y hasta sustancial, en un lugar subyacente. Esto lo separa de gran parte de realizadores con tendencia a pontificar y fabular; son pocos los que se atreven a contar y dirigir "en crudo").
Y eso, tampoco se pierdan esta película.
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