Director: Rainer Werner Fassbinder
Ahora vamos con el segundo cortometraje que el gran Rainer Werner Fassbinder hizo antes de debutar tres años después con "Liebe ist kälter als der tod". "Das kleine chaos", al igual que "Der stadtstreicher", muestra a un Fassbinder radical e insolente que no tiene miedo en romper y ridiculizar los límites de lo establecido y que tampoco se amilana ante la modestia (por no decir escasez, que tiene una connotación más negativa, más "pobre") de medios para expresar sus intereses e ideas cinematográficas, que desde ya apuntan a la unión de un discurso con el lenguaje cinematográfico, ambos elementos profundamente personales, conformando, tempranamente, el fascinante cine fassbinderiano. Llámenme fanático, pero el genio alemán es uno de los pocos cineastas que aúna a la perfección su visión sobre todo aspecto de la vida con una sensibilidad cinematográfica y narrativa realmente prodigiosa e incansable, haciendo de sus filmes una experiencia tan personal e íntima como universal. No pretendo comparar (cada genio es único, claro que sí, y pertenece a sus circunstancias), pero como Ford, algunos cineastas son el cine mismo.
"Das klaine chaos" vuelve a hacer gala del absurdo y el sinsentido de la sociedad (¿burguesa, capitalista? ...decidan ustedes el apellido), consciente o inconscientemente hostil, de principios o virtudes virtualmente inexistentes y de moral corroída y deformada por los placeres materiales, en donde la ética es consumida completamente por la estética. Puede que esté exagerando dada la pequeña escala de la trama, que trata sobre tres amigos vendedores de libros o revistas (o cosas, a grandes rasgos) que, tan aburridos por el fracaso de sus labores, deciden llevar a cabo un robo, plan ideado por el líder del trío, interpretado por Fassbinder mismo. Pero las andanzas de estos tres inquietos, aún pequeñas y breves, conforma el vehículo de ideas mayores: en primer lugar, la insignificancia a la que se dirige todo cuanto sucede en la ciudad y/o dentro de la sociedad, incluso algo tan serio como un violento asalto, reducido a un mero juego cuasi adolescente. De suma importancia me parece que estos tres amigos, aparentemente intelectuales, no sean capaces de suplir su aburrimiento o carencia de emociones mediante contenido y sustancia sino que mediante la imitación de referentes artísticos, en este caso primordialmente cinematográficos, que retrotraen un poco al cine de gángsters y al "Bande à part" de Godard (por mencionar los más notorios para mí), aunque la presencia de la música es capital y especialmente significativa (en el corto previo también lo notábamos). Por un lado dicha elección se basa lisa y llanamente en el gusto que Fassbinder tiene hacia el cine negro y sus variables, no por nada en su primera etapa abundan historias de sindicatos criminales y detectives ("Der amerikanische soldat", un ejemplo), además de imágenes y atmósferas que beben del noir; por otro lado, Fassbinder le da una dimensión extra a tal decisión, nada descabellado tomando en cuenta que el alemán sostenía que el cine debía tener un componente político, en cierta forma denunciando (o desnudando, o ironizando a partir de...) los plásticos valores de una clase enajenada y absorta o engolosinada en sus propios preceptos conceptuales. ¿O no? ¿Me estoy dejando llevar por pajas mentales de proporciones cósmicas? Quién sabe. A estas alturas es inevitable ver este corto sin tomar en cuenta la obra posterior. Al menos considero que la secuencia del robo y el pequeño caos que arma Fassbinder (director y personaje) en él es más que elocuente, especialmente por todo lo que se dice y hace en la escena que le precede (fantástico montaje, de paso). Al menos con "Das kleine chaos" se disfruta de una historia contada con agilidad y personalidad, sin miedo alguno (no hay que dejar de recalcar aquello) y con una radicalidad que nunca luce excesiva ni impostada, al contrario: todo lo que surge y fluye del fotograma es la expresión natural del cine de Fassbinder, que si lo definimos en dos palabras, ésas serían "Pura Actitud". ¿Y todo esto en nueve minutos? Genial, como mínimo. Por último, si no se enganchan con la historia propiamente tal, sin duda lo harán con esa irrefrenable declaración de intenciones que subyace a la superficie de los hechos: es imposible resistirse a la intensidad que Fassbinder siempre le imprimió a su obra (y a su vida), ¡y de eso se trata el cine! ¡De vivirlo en carne propia! Oh, y ya van a ver por qué razón nuestros queridos amigos asaltan a la desafortunada señora... "¡Vayamos al cine!"
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