Director: John Hillcoat
Uf, las dos últimas noches he tenido sueños de lo más desquiciantes e inquietantes. El de antenoche no se los diré porque cruza los límites de la moral de tal forma que me ha dejado perturbado incluso a mí, sólo les diré que ocurría en un extraño manicomio al cual mi familia y yo nos mudamos voluntariamente, con mascotas y todo. El de anoche también es extraño, pero hasta cierto punto entretenido en su ida de olla. En el sueño iba a ver una película a un cine indeterminado, acompañado por una mujer que no recuerdo y a la que no le presté la menor atención (de hecho, para los hechos posteriores ya había desaparecido sin que yo me preocupase al respecto), mientras esa basura de equipo llamado Colo Colo jugaba la final de la Copa Sudamericana. Salí del cine y me di cuenta de que Colo Colo (dios, cómo me repugna escribir ese nombre de mierda) había ganado. Llegué a una deforme y surreal versión de la Plaza Italia, usualmente lugar de congregación de animosos hinchas que celebran los triunfos de la selección chilena, para ver a un montón de hinchas colocolinos reunidos frente a gran cantidad de FF.EE. de Carabineros ubicados unos cien metros más allá (qué dirección es esa, imagínenlo ustedes); era como si estuviesen listos para la batalla, bajo un manto de tensa calma, la cual se rompe cuando un colocolino estúpido lanza una piedra hacia los carabineros, que de vuelta nos inundan con una excesiva cantidad de bombas lacrímogenas. Digo "nos" porque, para llegar a mi destino (mi auto, estacionado un par de cuadras más allá), tenía que cruzar la Plaza Italia, por supuesto, caminando a través de esta masa de simios y del humo de las bombas, que seguían cayendo de manera brutal e incesante; a mí me cayeron un par en la cabeza, pero no me hicieron daño alguno. Lo más curioso es que cuando estaba a punto de salir del "campo de batalla", mis alrededores inmediatos comenzaron a recibir un montón de balas (o algo similar), claramente para impedirme salir de la Plaza Italia, aunque no entendía por qué me hacían eso si yo no soy un maldito colocolino. Afortunadamente logré evitar las balas y huir a toda prisa durante un par de cuadras hasta que llegué a mi auto, al que me subí de inmediato. Manejé, acompañado de un copiloto que no conocía, de vuelta a la Plaza Italia; la cosa se había calmado pero, no me lo van a creer, de un semáforo colgaban dos inmigrantes negros, ya muertos. Ahora no recuerdo quiénes eran pero en el sueño lo tenía bastante claro e incluso sabía el porqué; mas lo único que ahora recuerdo es que pensé "malditos colocolinos", porque claramente ellos habían cometido tal atrocidad, no por nada aún pululaban un par de esos especímenes celebrando su gracia. De estos dos sueños no pude alterar el rumbo de las acciones en ningún momento, como usualmente me pasa, lo que me dejaba atado de manos ante tamaño espectáculo. Me pregunto qué clase de sueño voy a tener hoy.
John Hillcoat es un director australiano cuya carrera en el mundo de los videoclips parece ser más sólida y constante que su carrera en el mundo del cine, la cual comenzó con "Ghosts... of the Civil Dead", allá por el '88 -hace casi treinta años, piénsenlo-. No es que sea seguidor de Hillcoat (de "The Road" no recuerdo absolutamente nada), y aunque "Lawless" y "Triple 9" han pasado con más pena que gloria por las carteleras del mundo mundial, había algo inefablemente atractivo en "Ghosts...", quizás ese extraño halo de misterio que le envuelve surgida de la impresión de "basada en historias reales" que me daba. Lo cierto es que, si bien se inspiró en el caso de un reo estadounidense que salió de la cárcel para volver poco después, todo es ficción.
La acción se sitúa en una prisión australiana de máxima seguridad a la cual van a caer, por supuesto, los sujetos más peligrosos del sistema penitenciario. El relato comienza anunciándonos que lo que veremos a continuación es el registro de los acontecimientos que llevaron a un grave incidente carcelario. Varias voces, tanto de guardias como de reos, aparte de contarnos reflexiones cargadas de pesimismo sobre sus vidas y el mundo en general, nos entregan los pormenores de cómo se fraguó el mentado incidente, más que un hecho lamentablemente fortuito, un resultado esperado y anhelado por ciertos miembros de las altas esferas del sistema penitenciario; dichas impresiones y reflexiones contrastan notoriamente con los extractos de un informe oficial, que claramente no toma en cuenta la opinión de funcionarios y prisioneros. De esta forma, el incidente es el McGuffin con que Hillcoat nos conduce a lo largo y ancho de una serie de sistemáticos (nunca mejor dicho) abusos cometidos prácticamente por todos quienes habitan esta prisión pero amparada por las más altas autoridades; a lo largo y ancho de celdas y pasillos de una prisión convertida en una jungla en donde impera la ley del más fuerte: una prisión que es una pena de muerte en sí misma. Así, Hillcoat construye un cruento y sucio retrato de la corrupción y podredumbre humana, de la mugre y la mierda, de la violencia y de la locura, del odio y el rencor, del deterioro y la decadencia moral (el ambiente es amoral por completo, en realidad). Eso sí, vale la pena señalar que el comienzo es más o menos desprolijo y que la narrativa es inicialmente débil e insuficiente, sin embargo poco tarda en afianzar esta ominosa y opresiva atmósfera en donde todos son unos malditos bastardos que viven en el vivo infierno, una bomba de tiempo a punto de explotar. Reitero que "Ghosts..." es más un retrato que un relato o una historia propiamente tal: es la construcción de un espacio denso y cargado de bajos instintos y no el desarrollo de un conflicto en particular; es el pausado discurrir de atrocidades y negligencias e infortunios. Hay brotes y estallidos de violencia, pero son contados por inevitables: tal como se apunta al inicio del relato, lo que importa es lo que conduce a la violencia (específicamente al incidente de mayor gravedad): los abusos, las carencias, la provocación, etc. Y la puesta en escena de Hillcoat, su tratamiento formal, es tan sucia como fría y distanciada a pesar de directa que llega a ser ciertamente espeluznante (el relato es una suerte de crónica en donde la muerte es un invitado común que se puede llevar personajes sin que lo notemos y sin que importe... y no lo digo como reproche, porque para el mundo son escoria que ya no debiera existir: es la crítica hecha narración), sensación acrecentada con la escena final, tan aterradora como indignante.
Por último, cómo no mencionar a Nick Cave, que aparte de figurar como coguionista y ser parte del equipo que compuso la sobria pero contundente banda sonora, interpreta a uno de los reos más psicóticos y racistas del lugar (se le puede reconocer en un par de capturas), y creo que lo pasó de maravillas. Así que acá tienen "Ghosts...", no sólo un tremebundo retrato de la vileza del ser humano, sino que también un feroz alegato en contra del sistema penitenciario, prácticamente reducido (y bien que lo hacen) a una maloliente ratonera de malvados sinvergüenzas.
John Hillcoat es un director australiano cuya carrera en el mundo de los videoclips parece ser más sólida y constante que su carrera en el mundo del cine, la cual comenzó con "Ghosts... of the Civil Dead", allá por el '88 -hace casi treinta años, piénsenlo-. No es que sea seguidor de Hillcoat (de "The Road" no recuerdo absolutamente nada), y aunque "Lawless" y "Triple 9" han pasado con más pena que gloria por las carteleras del mundo mundial, había algo inefablemente atractivo en "Ghosts...", quizás ese extraño halo de misterio que le envuelve surgida de la impresión de "basada en historias reales" que me daba. Lo cierto es que, si bien se inspiró en el caso de un reo estadounidense que salió de la cárcel para volver poco después, todo es ficción.
La acción se sitúa en una prisión australiana de máxima seguridad a la cual van a caer, por supuesto, los sujetos más peligrosos del sistema penitenciario. El relato comienza anunciándonos que lo que veremos a continuación es el registro de los acontecimientos que llevaron a un grave incidente carcelario. Varias voces, tanto de guardias como de reos, aparte de contarnos reflexiones cargadas de pesimismo sobre sus vidas y el mundo en general, nos entregan los pormenores de cómo se fraguó el mentado incidente, más que un hecho lamentablemente fortuito, un resultado esperado y anhelado por ciertos miembros de las altas esferas del sistema penitenciario; dichas impresiones y reflexiones contrastan notoriamente con los extractos de un informe oficial, que claramente no toma en cuenta la opinión de funcionarios y prisioneros. De esta forma, el incidente es el McGuffin con que Hillcoat nos conduce a lo largo y ancho de una serie de sistemáticos (nunca mejor dicho) abusos cometidos prácticamente por todos quienes habitan esta prisión pero amparada por las más altas autoridades; a lo largo y ancho de celdas y pasillos de una prisión convertida en una jungla en donde impera la ley del más fuerte: una prisión que es una pena de muerte en sí misma. Así, Hillcoat construye un cruento y sucio retrato de la corrupción y podredumbre humana, de la mugre y la mierda, de la violencia y de la locura, del odio y el rencor, del deterioro y la decadencia moral (el ambiente es amoral por completo, en realidad). Eso sí, vale la pena señalar que el comienzo es más o menos desprolijo y que la narrativa es inicialmente débil e insuficiente, sin embargo poco tarda en afianzar esta ominosa y opresiva atmósfera en donde todos son unos malditos bastardos que viven en el vivo infierno, una bomba de tiempo a punto de explotar. Reitero que "Ghosts..." es más un retrato que un relato o una historia propiamente tal: es la construcción de un espacio denso y cargado de bajos instintos y no el desarrollo de un conflicto en particular; es el pausado discurrir de atrocidades y negligencias e infortunios. Hay brotes y estallidos de violencia, pero son contados por inevitables: tal como se apunta al inicio del relato, lo que importa es lo que conduce a la violencia (específicamente al incidente de mayor gravedad): los abusos, las carencias, la provocación, etc. Y la puesta en escena de Hillcoat, su tratamiento formal, es tan sucia como fría y distanciada a pesar de directa que llega a ser ciertamente espeluznante (el relato es una suerte de crónica en donde la muerte es un invitado común que se puede llevar personajes sin que lo notemos y sin que importe... y no lo digo como reproche, porque para el mundo son escoria que ya no debiera existir: es la crítica hecha narración), sensación acrecentada con la escena final, tan aterradora como indignante.
Por último, cómo no mencionar a Nick Cave, que aparte de figurar como coguionista y ser parte del equipo que compuso la sobria pero contundente banda sonora, interpreta a uno de los reos más psicóticos y racistas del lugar (se le puede reconocer en un par de capturas), y creo que lo pasó de maravillas. Así que acá tienen "Ghosts...", no sólo un tremebundo retrato de la vileza del ser humano, sino que también un feroz alegato en contra del sistema penitenciario, prácticamente reducido (y bien que lo hacen) a una maloliente ratonera de malvados sinvergüenzas.
Hola me ha encantado la reseña... he visto la peli ayer y es tal cual tus descripciones.. muy bueno!
ResponderBorrarUna consulta tengo un libro de poemas recine publicado y quisiera saber si haces reseñas de literatura.
Me encanta tu forma de escribir! Saludos!
Gracias por tus palabras! Trato de hacerlo lo mejor que puedo y ojalá siempre poder darme a entender. En cualquier caso ahí están las capturas para expresarse mejor que yo.
BorrarLamento decir que no comento literatura, y no porque no tenga ganas, que me gusta mucho leer, es sólo que en realidad no sabría qué decir sobre los libros que leo. Siento que hablo mejor sobre cine que sobre cualquier otra cosa y que si intentara traspasar esos límites haría un poco el ridículo. De vez en cuando, sobre todo cuando la película en cuestión está basada en un libro que he tenido la oportunidad de leer, hablo un poco sobre él a modo de reseña, pero más para referirme a la película como adaptación.
Qué genial que tengas un libro publicado, es un paso grandioso. Estoy seguro que mucha gente estará apreciando tus poemas!
Nuevamente, gracias por pasar y comentar.