Director: Sebastian Schipper
Me distraje y me entraron ganas de ver "Victoria", más por curiosidad que cualquiera otra cosa, después de todo, ¿qué otra sensación puede causar, a priori, una película rodada en un plano secuencia de más de dos horas? He pisado el palito, claro que sí.
El plano secuencia es un recurso que me gusta mucho pero al cual no le expreso una devoción total, principalmente porque en gran cantidad de casos el director de turno decide rodarlo todo en un solo plano más por lucimiento formal-técnico (el cual no hay que desdeñar, después de todo, en términos de producción, los planos secuencia son, en efecto, proezas) que por coherencia narrativa y dramática. A veces el plano secuencia acaba jugando en contra de la película en cuestión por problemas de fluidez o "sincronización", como en "PVC-7", que a pesar de ser una buena película como conjunto, angustiosa y con buen manejo del suspenso, en más de una ocasión se notaba con toda claridad que el relato se ponía "en pausa" para que la cámara pudiera ir a donde transcurriera la acción (largos paseos entre patios e interiores de casas o bodegas) o, peor, pudiera falsear un corte (A dice algo, pausa silenciosa hecha pasar por estupor de los personajes, cámara se acerca al rostro de B, éste recién responde). Esto no sucede de manera tan obvia en "Victoria", cuyo plano secuencia no limita las posibilidades del relato pero tampoco las potencia; el gran mérito es dar la impresión, por momentos, de que no estamos viendo un plano secuencia, de hacernos pensar que en algún punto hubo un corte y que la acción se lleva a cabo de manera natural e imprevista, en el sentido de que lo que vemos no aguarda a la cámara ni nada por el estilo: el plano secuencia/la cámara avanza a la par de la acción, paralelamente.
Sin embargo, ahora nos toca hablar de la historia, del relato, de la narración. "Victoria" trata de una muchacha española que vive en Berlín y que durante una noche de fiesta, ya en la madrugada, conoce a un grupo de animosos jóvenes alemanes a los cuales se une en su largo paseo por las calles mientras beben alcohol y básicamente hacen el loco... hasta que la noche se pone seria y el espíritu fiestero da paso a una urgente y frenética trama, digamos escuetamente, criminal. "Victoria" trata de la sobreestimulada noche de la protagonista; nada etéreo, nada espiritual, nada filosófico... sólo un conjunto de acontecimientos imprevistos a los que se debe reaccionar sin pensarlo dos veces. La película me parece apreciable y estimable, un buen intento de buenas intenciones, pero dado que el pilar fundamental de la misma es la dinámica acción/reacción de la madrugada, supuestamente frenética y vibrante e hipnótica, Schipper no logra que su relato tenga la intensidad necesaria, y aunque contenga un par de buenos momentos (como la escena con los criminales en el estacionamiento subterráneo, o el acto criminal en sí mismo pocos minutos después... todo enmarcado en la mejor media hora de la cinta), el metraje resulta cansino y alargado, anodino y difuso, simple y dilatado. Al final, en realidad, el plano secuencia sí resulta dañino en tanto esta restricción formal impide al director y al montajista cortar los momentos sobrantes y fragmentar el espacio-tiempo de una manera más dinámica, más acorde a la energía del momento. Curiosa paradoja: Schipper, con este plano secuencia de cámara inmersa entre los personajes (unido a la protagonista en todo momento), pretende que nosotros también seamos parte de la alocada madrugada de los personajes al captar en cierta forma las mismas sensaciones, los mismos estímulos (la luz, el silencio de la ciudad en las noches, la oscuridad, el frío, etc.); sin embargo, "Victoria" también pretende desenvolverse como una película de desenfrenada y desmadrada intensidad, propia del argumento, pero no puede dar el tiro de gracia en este apartado debido al límite formal-narrativo del plano secuencia, que se limita a la misma fuente dramática durante el metraje entero. Es tarea del director saber en qué momento el plano secuencia deja de ser efectivo y se convierte en un lastre, saber en qué momento cortar.
Con todo, estamos ante una película interesante y que no se siente como un desperdicio, si bien pudo tener un tercer acto más original y sorprendente, porque estaba cantado que por ahí iban a ir los tiros. Lo mejor, eso sí, es la protagonista, Laia Costa.
El plano secuencia es un recurso que me gusta mucho pero al cual no le expreso una devoción total, principalmente porque en gran cantidad de casos el director de turno decide rodarlo todo en un solo plano más por lucimiento formal-técnico (el cual no hay que desdeñar, después de todo, en términos de producción, los planos secuencia son, en efecto, proezas) que por coherencia narrativa y dramática. A veces el plano secuencia acaba jugando en contra de la película en cuestión por problemas de fluidez o "sincronización", como en "PVC-7", que a pesar de ser una buena película como conjunto, angustiosa y con buen manejo del suspenso, en más de una ocasión se notaba con toda claridad que el relato se ponía "en pausa" para que la cámara pudiera ir a donde transcurriera la acción (largos paseos entre patios e interiores de casas o bodegas) o, peor, pudiera falsear un corte (A dice algo, pausa silenciosa hecha pasar por estupor de los personajes, cámara se acerca al rostro de B, éste recién responde). Esto no sucede de manera tan obvia en "Victoria", cuyo plano secuencia no limita las posibilidades del relato pero tampoco las potencia; el gran mérito es dar la impresión, por momentos, de que no estamos viendo un plano secuencia, de hacernos pensar que en algún punto hubo un corte y que la acción se lleva a cabo de manera natural e imprevista, en el sentido de que lo que vemos no aguarda a la cámara ni nada por el estilo: el plano secuencia/la cámara avanza a la par de la acción, paralelamente.
Sin embargo, ahora nos toca hablar de la historia, del relato, de la narración. "Victoria" trata de una muchacha española que vive en Berlín y que durante una noche de fiesta, ya en la madrugada, conoce a un grupo de animosos jóvenes alemanes a los cuales se une en su largo paseo por las calles mientras beben alcohol y básicamente hacen el loco... hasta que la noche se pone seria y el espíritu fiestero da paso a una urgente y frenética trama, digamos escuetamente, criminal. "Victoria" trata de la sobreestimulada noche de la protagonista; nada etéreo, nada espiritual, nada filosófico... sólo un conjunto de acontecimientos imprevistos a los que se debe reaccionar sin pensarlo dos veces. La película me parece apreciable y estimable, un buen intento de buenas intenciones, pero dado que el pilar fundamental de la misma es la dinámica acción/reacción de la madrugada, supuestamente frenética y vibrante e hipnótica, Schipper no logra que su relato tenga la intensidad necesaria, y aunque contenga un par de buenos momentos (como la escena con los criminales en el estacionamiento subterráneo, o el acto criminal en sí mismo pocos minutos después... todo enmarcado en la mejor media hora de la cinta), el metraje resulta cansino y alargado, anodino y difuso, simple y dilatado. Al final, en realidad, el plano secuencia sí resulta dañino en tanto esta restricción formal impide al director y al montajista cortar los momentos sobrantes y fragmentar el espacio-tiempo de una manera más dinámica, más acorde a la energía del momento. Curiosa paradoja: Schipper, con este plano secuencia de cámara inmersa entre los personajes (unido a la protagonista en todo momento), pretende que nosotros también seamos parte de la alocada madrugada de los personajes al captar en cierta forma las mismas sensaciones, los mismos estímulos (la luz, el silencio de la ciudad en las noches, la oscuridad, el frío, etc.); sin embargo, "Victoria" también pretende desenvolverse como una película de desenfrenada y desmadrada intensidad, propia del argumento, pero no puede dar el tiro de gracia en este apartado debido al límite formal-narrativo del plano secuencia, que se limita a la misma fuente dramática durante el metraje entero. Es tarea del director saber en qué momento el plano secuencia deja de ser efectivo y se convierte en un lastre, saber en qué momento cortar.
Con todo, estamos ante una película interesante y que no se siente como un desperdicio, si bien pudo tener un tercer acto más original y sorprendente, porque estaba cantado que por ahí iban a ir los tiros. Lo mejor, eso sí, es la protagonista, Laia Costa.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario
Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...