Director: David Mackenzie
De vez en cuando tenemos la fortuna de que de Estados Unidos salgan "thrillers" que, a falta de otra denominación más precisa y menos simplista (tan simplista que así les llaman en los medios oficiales), les diremos "calmados". Thrillers pausados, mejor dicho, pues de calmados nada; al contrario, hierven de una furia subyacente que brota de la imagen como pequeñas pero brutales explosiones, desahogos. Películas que no escatiman en el uso de la violencia y de los elementos más reconocibles del relato criminal (el heist en el presente caso), pero que se permiten, en la mayoría de los casos con excelentes resultados, añadir un toque melancólico y desencantado cuyo insobornable nihilismo es tan importante como la violenta trama que se desarrolla. En los setenta habían muchos de esos thrillers, ejecutados con una contundencia formal tan impactante como el potente, cuasi ácrata discurso que se vertía sobre las crudas imágenes. "Cop Car", del 2015, me trajo grandes sensaciones (mezclados con ese inefable sentir despojado de toda ilusión, de toda esperanza), pero "Hell or High Water" da completamente en el clavo y se alza como una de las mejores películas del año, y es que sus lecturas, en especial considerando los acontecimientos de las últimas semanas, cobran innegable vigencia; por lo demás, le sobra calidad cinematográfica y valor artístico. Una joya que ha pasado desapercibida injustamente... pero oigan, así suelen ir las cosas.
"Justified" fue una magnífica serie de FX que tenía como protagonista a Raylan Givens, un implacable Marshal que, debido a su comportamiento imprudente en Florida, como castigo es destinado a Harlan, Kentucky, que es nada más y nada menos que su pueblo natal, en donde se reencontrará con viejos amores y, ciertamente, viejas rencillas. En la sexta y última temporada, Harlan ya no es lo mismo... en realidad, es casi un pueblo fantasma en el que sólo viven los viejos que vi(vi)eron mejores tiempos y los adultos (de treinta, cuarenta años) incapaces de dejar un pueblo abandonado a su suerte por dios y por las autoridades, un pueblo tradicionalmente minero que vio su esplendor esfumarse con los últimos rastros de carbón extraídos. El estilo de vida estadounidense condenado a muerte, la tradición aislada en un mar de progreso. Una tradición más fuerte que las propias personas, una tradición que echa raíces tan profundas que resiste décadas, largas lejanías y viles antagonismos. Una tradición que se acaba cuando la persona muere, cuando es enterrada en las tierras de sus padres, de sus abuelos... "La única forma de escapar de nuestra ciudad es no haber nacido ahí"... Y... ¿saben qué? Raylan Givens y Boyd Crowder, los dos grandes antagonistas de las seis temporadas, a pesar de estar en bandos contrarios de la ley, a pesar de haberse enfrentado en innumerables ocasiones dejando incontables muertos... bueno, ellos "extrajeron carbón juntos". Un vínculo irrompible. Perdón, creo que derramé un par de lágrimas...
"Hell or High Water" se sitúa en el sur estadounidense, en Texas, en pueblos prácticamente abandonados en donde hay nula actividad y en donde lo único que queda por hacer es ver pasar el tiempo y morir mientras el progreso y el desarrollo huyen a las ciudades de estrellas y ángeles, mientras las granjas familiares se mueren de hambre y los bancos y las grandes compañías se enriquecen a costa de estas personas ahogadas en las deudas. Un paisaje desolador, decadente, despojado de esperanzas, en donde la riqueza y la belleza de la naturaleza se mezclan indefectiblemente con la pobreza y la miseria humana. En este escenario, dos hermanos (notables y estimables Ben Foster y Chris Pine -quién lo diría-) emprenden una empresa virtualmente suicida: robar bancos para salvarse de las deudas, para poder respirar tranquilos otra vez. Así, en base al brillante guión de Taylor Sheridan (guionista de "Sicario" y las próximas "Wind River" -su debut como director, además- y "Soldado" -secuela de la primera nombrada-), David Mackenzie hace gala tanto de un impecable y firme pulso narrativo-formal, que es lo que da forma y sostiene la parte thriller del film, como de una delicada pero potente sensibilidad vertida en una puesta en escena capaz de captar y expresar esa visión crítica, desencantada, que da lugar a esta atmósfera de evocador tempo y sincopado ritmo. Un verdadero placer para los sentidos y para el espíritu, una película realmente magnífica que, además, se permite citar a la gran "High Sierra" del aún más grande Raoul Walsh. Y que cuenta, cómo olvidarlo, con una magistral interpretación de Jeff Bridges, qué más se puede decir al respecto...
Por último pero no menos importante, que conste que no he intentado hacer apología de nada ni mucho menos justificar ciertas decisiones que se tomaron en ciertas elecciones, pero no hay que negar que estas películas (contemos la sexta temporada de "Justified" como una gran y larga película, en especial su precioso episodio final) saben transmitir el sentir y contar las historias de tiempos, lugares y personas ignoradas e incluso denostadas (pero sin la narrativa/retórica fascista y discriminatoria de Trump, claro); por lo demás, tampoco es el objetivo de las películas hacer apologías ni mucho menos, en realidad sus intenciones trascienden lo político y lo mediático, apuntando a la emoción y a lo humano, a un carácter atemporal. Vamos, no generalicemos, mejor apreciemos mientras podamos el solapado valor humanístico de este tipo de obras sumamente necesarias.
"Hell or High Water", una maravilla.
"Hell or High Water" se sitúa en el sur estadounidense, en Texas, en pueblos prácticamente abandonados en donde hay nula actividad y en donde lo único que queda por hacer es ver pasar el tiempo y morir mientras el progreso y el desarrollo huyen a las ciudades de estrellas y ángeles, mientras las granjas familiares se mueren de hambre y los bancos y las grandes compañías se enriquecen a costa de estas personas ahogadas en las deudas. Un paisaje desolador, decadente, despojado de esperanzas, en donde la riqueza y la belleza de la naturaleza se mezclan indefectiblemente con la pobreza y la miseria humana. En este escenario, dos hermanos (notables y estimables Ben Foster y Chris Pine -quién lo diría-) emprenden una empresa virtualmente suicida: robar bancos para salvarse de las deudas, para poder respirar tranquilos otra vez. Así, en base al brillante guión de Taylor Sheridan (guionista de "Sicario" y las próximas "Wind River" -su debut como director, además- y "Soldado" -secuela de la primera nombrada-), David Mackenzie hace gala tanto de un impecable y firme pulso narrativo-formal, que es lo que da forma y sostiene la parte thriller del film, como de una delicada pero potente sensibilidad vertida en una puesta en escena capaz de captar y expresar esa visión crítica, desencantada, que da lugar a esta atmósfera de evocador tempo y sincopado ritmo. Un verdadero placer para los sentidos y para el espíritu, una película realmente magnífica que, además, se permite citar a la gran "High Sierra" del aún más grande Raoul Walsh. Y que cuenta, cómo olvidarlo, con una magistral interpretación de Jeff Bridges, qué más se puede decir al respecto...
Por último pero no menos importante, que conste que no he intentado hacer apología de nada ni mucho menos justificar ciertas decisiones que se tomaron en ciertas elecciones, pero no hay que negar que estas películas (contemos la sexta temporada de "Justified" como una gran y larga película, en especial su precioso episodio final) saben transmitir el sentir y contar las historias de tiempos, lugares y personas ignoradas e incluso denostadas (pero sin la narrativa/retórica fascista y discriminatoria de Trump, claro); por lo demás, tampoco es el objetivo de las películas hacer apologías ni mucho menos, en realidad sus intenciones trascienden lo político y lo mediático, apuntando a la emoción y a lo humano, a un carácter atemporal. Vamos, no generalicemos, mejor apreciemos mientras podamos el solapado valor humanístico de este tipo de obras sumamente necesarias.
"Hell or High Water", una maravilla.
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