Director: Ignacio Agüero
Como en "Cien niños esperando un tren", en "La mamá de mi abuela le contó a mi abuela" Ignacio Agüero registra una iniciativa, en este caso idea del actor Héctor Noguera, en donde él junto a su compañía de teatro se dirigen a Villa Alegre, un pueblo rural del sur de Chile, para hacer una obra de teatro sobre la historia misma del pueblo, contada e interpretada por los mismos habitantes, todo lo cual requiere no sólo los esperables procesos de guión y producción, sino que la investigación de historias, leyendas, etc., contadas de generación en generación por la gente del campo. Así, como en ese documental sobre el taller de cine para niños, Agüero no se queda únicamente con la iniciativa artístico-cultural, sino que la aprovecha como base o como salto para adentrarse, a su manera, en la vida de ese (en apariencia) apacible pueblito: el trabajo sobre todo en viñas, la época de la vendimia, los adultos y los viejos que han pasado toda su vida en esos campos recolectando uvas, la vida de antes, las jornadas, los patrones y lo que se decía de ellos (que eran malos, que eran buenos), el diablo, el toro de los cuernos de oro, el análisis (desde una visión historicista y también social) de todas esas historias tan bien rescatadas por grandes como Oreste Plath o Yolando Pino (entre muchos otros), las reuniones para planificar la obra, los jóvenes y cierta distancia con las raíces del pueblo, los jóvenes y su intención mayoritaria de irse a otras ciudades para surgir y no trabajar siempre en lo mismo (por cierto, trabajo que, si nos fijamos bien, convoca tanto a profesores como a personas, sin ser peyorativo en lo absoluto, "menos educadas"... trabajo como una tradición, como parte de la identidad del ¿villalegrino?). Si nos ponemos o románticos o idealistas o sentimentales, puede que "La mamá de mi abuela..." sea también el registro de una forma de vida que se va, una vida más ligada con la naturaleza y puede que con el tiempo como lugar físico, si me permiten el desvarío.
Modesto y sencillo documental en donde quizás no veamos a un Agüero tan juguetón, liberado e ilusionista con las formas del documental y del cine, pero que sí tiene, de sobra y con gran honestidad, ese candoroso interés por la vida de los otros y la historia de esos otros, lo cual no es menos importante que lo anterior (aunque siempre hay que ser exigente con el documental como cine, para que no sea reemplazado por los reportajes televisivos), pues de esa forma se transmite ese mismo interés en los espectadores que, seguramente, terminan diciendo "pucha qué bonito lugar y qué bonita gente", y es así como las personas, los lugares y sus experiencias no pasan al olvido, que es lo peor que le podría pasar a quienes tanto han vivido.
Interesante, muy lindo y totalmente recomendable.
*(Por cierto, recuerdo que cuando comenté "La lección de pintura", de Pablo Perelman, me despaché a gusto con esa película, principalmente por ser una pésima adaptación de la novela de Adolfo Couve, pero también, entre otras cosas, por el horroroso acento "campesino" de los actores no campesinos que interpretaban a los personajes campesinos, acento irrespetuoso y estereotipado que probablemente sacan de las telenovelas de media tarde para nanas o amas de casa, ya lo decía yo, que no soy el más campestre ni nada por el estilo pero he pasado vacaciones en el campo y aún así uno puede escuchar que la gente de campo no habla como los retratan en esas telenovelas. Bueno, acá tienen una prueba irrefutable de cómo hablan. Mi indignación no estaba injustificada. Y Raúl Ruiz tenía razón con su "La telenovela errante" al plantear que la realidad chilena se ha convertido en una telenovela, pues la gente, alienada en su individualismo neoliberal, percibe y luego vive la vida y sus vidas como lo que ven en televisión. En fin...)
Modesto y sencillo documental en donde quizás no veamos a un Agüero tan juguetón, liberado e ilusionista con las formas del documental y del cine, pero que sí tiene, de sobra y con gran honestidad, ese candoroso interés por la vida de los otros y la historia de esos otros, lo cual no es menos importante que lo anterior (aunque siempre hay que ser exigente con el documental como cine, para que no sea reemplazado por los reportajes televisivos), pues de esa forma se transmite ese mismo interés en los espectadores que, seguramente, terminan diciendo "pucha qué bonito lugar y qué bonita gente", y es así como las personas, los lugares y sus experiencias no pasan al olvido, que es lo peor que le podría pasar a quienes tanto han vivido.
Interesante, muy lindo y totalmente recomendable.
*(Por cierto, recuerdo que cuando comenté "La lección de pintura", de Pablo Perelman, me despaché a gusto con esa película, principalmente por ser una pésima adaptación de la novela de Adolfo Couve, pero también, entre otras cosas, por el horroroso acento "campesino" de los actores no campesinos que interpretaban a los personajes campesinos, acento irrespetuoso y estereotipado que probablemente sacan de las telenovelas de media tarde para nanas o amas de casa, ya lo decía yo, que no soy el más campestre ni nada por el estilo pero he pasado vacaciones en el campo y aún así uno puede escuchar que la gente de campo no habla como los retratan en esas telenovelas. Bueno, acá tienen una prueba irrefutable de cómo hablan. Mi indignación no estaba injustificada. Y Raúl Ruiz tenía razón con su "La telenovela errante" al plantear que la realidad chilena se ha convertido en una telenovela, pues la gente, alienada en su individualismo neoliberal, percibe y luego vive la vida y sus vidas como lo que ven en televisión. En fin...)
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