miércoles, 4 de marzo de 2015

Sebastiane - 1976


Directores: Derek Jarman & Paul Humfress

  Hace mucho tiempo estuve a punto de ver la opera prima de Derek Jarman (la co-dirige con Humfress, sí, pero en el resto del post haré de cuentas que sólo fue obra de Jarman, pues aunque Humfress esté acreditado como codirector, se nota que esta película le pertenece a Jarman por completo; además, Humfress no volvió a dirigir posteriormente), pero por desgracia la calidad de la imagen era bastante pobre y, peor aún -lo primero podía aguantarlo-, tenía subtítulos en inglés pegados. Y no en letra pequeña más o menos aceptable, sino todo lo contrario: un tercio quedaba cubierto. Así no se puede, pues. No obstante, hace poco nuevamente me dieron ganas de ponerme al día con Jarman, y busqué "Sebastiane" una vez más, esta vez esperando que al menos la pantalla no esté invadida por letras gigantes. Y ¡bingo!: una versión de excelente calidad, considerando el año y que es una película bastante desconocida si es que te conformas con lo mainstream y lo ni-tan-mainstream-pero-igual-mainstream. Estaba expectante, y debo decir que no he quedado defraudado en lo más mínimo: "Sebastiane" es una película sensacional. Una obra de arte; única, potente, deliciosa, personal, y por todo esto, tremendamente maravillosa.


  "Sebastiane" trata sobre (San, venerado por la iglesia católica y ortodoxa) Sebastián, quien pasó de favorito de Diocleciano a un condenado a muerte, atado a un poste y blanco de numerosos flechazos. Todo bajo la interesante y personal mirada de Derek Jarman.


  La versión oficial de los hechos es la siguiente: Diocleciano comenzó una cacería de cristianos, desconociendo que Sebastián, a quien había nombrado Capitán de la Guardia Pretoria, era uno de ellos. Cuando se enteró de quién era en realidad, y que además iba por ahí difundiendo la palabra cristiana, le dio a elegir entre su fe o su vida. Sebastián eligió su fe, por lo cual fue condenado a morir atado a un poste bajo una lluvia de flechazos. Pero resulta que el hombre sobrevivió, fue rescatado, curado y aconsejado que huyera de Roma, pero en vez de ello decidió ir donde Diocleciano a decirle que su caza de cristianos era inmoral. El emperador, de seguro extrañado hasta la médula, no se tomó de muy buena manera el reproche de Sebastián, y esta vez se aseguró de que muriera, y bien pero bien muerto.
  Derek Jarman, sin embargo, decide alterar un poco esta versión, haciendo que los hechos se acerquen más a sus inquietudes y preferencias. Por ejemplo, en la película Sebastián no es condenado a muerte como castigo por su cristianismo, simplemente es exiliado a un campamento donde viven otros exiliados: un rincón aislado de la sociedad, donde nada pasa pero a la vez todo es posible, humanamente hablando. Y luego de varios problemas y tensiones entre los exiliados, es ejecutado a flechazos. Pero, ¿por qué decide Jarman variar la versión oficial? Acá llega lo interesante: para darle otro sentido a la muerte de Sebastián, para otorgarle otra dimensión a su carácter de mártir: alejarlo del de la iglesia católica u ortodoxa, que lo ve como un defensor de la fe, para acercarlo a una visión más individual y personal, como un hombre por sobre todo fiel a sus principios -no como líder sino como soldado afectado por una guerra injusta, por decirlo de otra forma-.
  Porque lo que Jarman desarrolla y profundiza a lo largo de la película es la tensión homoerótica que se respira en ese campamento, ya sea en la precaria construcción en la que viven o el paisaje que rodea todo, como conflicto inherente de Sebastián. Y está claro, no sólo la tensión sexual entre el protagonista y un par de sujetos más, sino del resto de exiliados entre sí. Entonces, con la atmósfera homoerótica de fondo, lo que Jarman plantea para Sebastián es una lucha instrospectiva entre su fe y sus deseos más palpables y "prohibidos": la consumación como acto pagano o la contención como prueba de fe. Ahí está el mártir: no el que muere por defender sus creencias ante el no-creyente, sino el que logra sobreponer ésta a sus propios deseos no-cristianos, a su humanidad... y que por eso mismo muere, pero es una dimensión agregada, ¿no? En otras palabras, no el creyente abnegado sino el ambigüo que ve tanto pros como contras en su fe: no es tan simple ser cristiano, ¿eh? Supongo que a los creyentes no les debió haber hecho mucha gracia que retrataran a su santo no como el mártir de moral intachable -moral bajo el punto de vista de ellos, se entiende- sino como un homosexual reprimido, que acorde a la visión de Jarman merece reconocimiento y respeto por enfrentarse a sí mismo, y salir victorioso -o perdedor, todo depende de cómo veas el vaso-.
  Sin duda que es una mirada audaz, pero lo genial es que no cae en la provocación sin sustento ni sentido: Jarman elabora un retrato profundamente personal de lo que es la lucha de una persona "diferente" dentro de un contexto adverso y poco tolerante a la diversidad. ¿Y qué mejor que tomar a un santo, un héroe intocable e "incorruptible"? Como digo, pura audacia pero también acierto, coherencia y potencia conceptual que, mejor aún, va a la par con lo cinematográfico: honestidad pura en su máxima expresión, quiero decir. Jarman expresa fluidamente en imágenes lo que tiene en mente, y lo hace sin enredarse ni irse por las ramas, directo al grano: lo erótico, la pulsión , lo sensual.


  Es muy atractivo el despliegue estético de Jarman: cámara lenta, imágenes distorsionadas, ojos de pez, entre otros mecanismos que forman parte de la traducción, literal, de pulsión hacia imágenes. Jarman logra que los deseos, no sólo de Sebastián sino del resto de exiliados, se materialicen frente a nuestros ojos: un cine sensorial, sensual es a lo que apela este excelente director. Además, como conjunto, la atmósfera que se erige por sobre el metraje entero tiene una parsimonia y una tranquilidad sobrecogedora, amén de un tempo que deja que la película respire a sus anchas. Y me pregunto, a raíz de ese relajado tempo, ¿cómo un lugar tan pacífico, tan alejado de los excesos romanos puede ser, a su vez, escenario de tan descarnada e introspectiva lucha? ¿Cómo no poder acoplarse a la armonía de la naturaleza por culpa de lo convulso de tus sentimientos? Una ambigüedad, una dualidad que Jarman sabe aprovechar de manera constante, mostrando aquellos instantes de quietud como esos otros en donde la culpa invade cada poro de Sebastián.
  Yo creo que Jarman pone de manifiesto sus propios sentimientos y sensaciones en pantalla, en cierta forma se desnuda tanto como los personajes que pueblan ese desértico escenario. Un lugar, por lo demás, de marcado carácter metafórico: ¿la mente del director, sus distintos estados? Yo creo que Jarman es un exiliado más, explorándose a sí mismo, en cuerpo y alma. No por nada la película tiene esa energía tan especial, tan honesta y tan hermosa.
Ahora entiendo un poco mejor el cómo Gregg Araki expresa sus pensamientos y emociones en sus películas: no tanto el argumento, que puede estar poco o muy trabajado, sino el estilo -a lo que el argumento se supedita en el cine de estos genios-, la verdadera expresión del ser de cada uno. Y que lo diga "Sebastiane", que consta de un relato tan simple -hombres encerrados en un lugar aislado- como poderoso -una lucha introspectiva de niveles religioso-espirituales-. Y la mención de Araki no es antojadiza: en "The living end", más o menos al principio de la película, se puede ver en la casa del sujeto sumiso, pegado en una pared, un afiche en el que se ve claramente el nombre de Derek Jarman. Vamos, Araki debe admirarlo un montón: un cine sin miedos, sin concesiones. En todo caso, está demás decir que Araki desarrolla un lenguaje cinematográfico tan único como el de Jarman, pero mi punto es que la referencia no es baladí.
(La secuencia en que Sebastián toma un baño me recuerda mucho a Gregg Araki, aunque sabemos que el orden debería ser inverso).


  En fin, "Sebastiane", que está hablada en latín, es una película hermosa, estupenda, poética -¡qué manera de que la pulsión cobre vida en imágenes!-, personal. Dirigida con una seguridad estética y conceptual apabullante, ejecutada como los dioses, es incapaz de dejarte impasible ante los acontecimientos relatados, que van desde lo más puro y armonioso hasta lo más crudo y difícil de contemplar. Me siento muy afortunado de haber visto esta película, y se las recomiendo con vehemencia: una magnífica obra de arte con todas sus letras.

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