lunes, 25 de noviembre de 2019

El eco de las canciones - 2010


Directora: Antonia Rossi


"El eco de las canciones" es la opera prima de Antonia Rossi; es una película que quería ver desde que salió, pero supongo que su paso en salas debió ser fugaz, y tan sólo hace un par de semanas me enteré de que la directora la había subido a YouTube; por otra parte, esta película la vi la semana pasada, pero la semana pasada no tenía muchas ganas de comentarla, en parte porque no me gustó mucho, en parte porque todo sigue siendo un maremágnum de sensaciones, una bola de fuego y confusión, y, claro, un triste y patético espectáculo de nuestro gobierno, que entre acontecimientos y declaraciones busca, con toda seguridad, superar la vara de estupidez que bien alta han dejado: rechazaron el categórico informe de Amnistía Internacional (organización que alababan, no hace mucho, cuando se refería a los abusos cometidos en Venezuela), férrea tradición de políticos autoritarios; la semana anterior el presidente (cargo que le queda más grande que los ternos que usa) quería sacar de nuevo militares a la calle, pero éstos le dijeron un "¡chúpa la que cuelga!" que se escuchó de norte a sur y más tarde sacaron un comunicado también rechazando el informe de Amnistía, algo que no pueden hacer (¡está en la Constitución!) porque no son deliberantes y deben ser obedientes... Qué se puede pensar ahora que los militares, básicamente, hacen lo que se les da la gana y desnudan la incapacidad de gobernar del presidente, quien, por cierto, quiere despachar una ley para poder sacar militares a la calle sin tener que decretar estado de emergencia y hasta tuvo un lapsus en donde dijo "acuerdo contra la democracia", como que ya no necesita disimular sus verdaderas intenciones; y, acaso la guinda de la torta, esta misma mañana la ministra de educación, que bien calladita ha estado mientras fuerzas criminales (policiales) irrumpen en colegios y liceos de la ciudad disparando y arrestando arbitrariamente estudiantes, muchas veces sin informar hacia qué comisarías se los y las llevan, esa misma ministra, digo, salió diciendo que sacarán un proyecto de ley contra el "adoctrinamiento político" en las escuelas, lo que es... no sé, todo comentario de mi parte no puede abarcar la abismal estupidez e hipocresía de semejante proyecto. No me extraña, en todo caso: tiene continuidad con lo que hacen: querer quitar Historia de las asignaturas obligatorias, en un sistema educativo que ya tiene enormes falencias, pues no se enseña educación cívica, por ejemplo (lo cual me ha tenido con dolores de cabeza para poder informarme sobre asuntos relacionados a la Constitución, Asambleas, Leyes y similares, porque siempre he sido lento para esas cosas... en realidad siempre he sido lento para cosas que no sean ver películas, leer cómics y cierto tipo de libros). En fin... los cacerolazos se siguen escuchando, las plazas se siguen llenando y los vecinos reuniendo... Y en Colombia la cosa pinta mal: por supuesto, y si vale de algo, apoyo y fuerza a la gente que se moviliza por allá, también siendo reprimidos y asesinados. Oye, ¿y hemos hablado del golpe de estado en Bolivia y la loca esa que anda gritando con una biblia en las manos? Qué será de esta región, me pregunto, no dejo de preguntarme...

Como sea, quería ver "El eco de las canciones". Me atraía enormemente esta propuesta de ensayo filmado o ensayo cinematográfico (dado que el fílmico ahora lo usan unos pocos y pocas valientes). Sin embargo, ya lo dije, no me gustó. Me pareció una propuesta anodina y blanda, reiterativa en tanto narración y uso de imágenes. Lejos está de ensayos cinematográficos como los de Chris Marker y su capacidad para crear historias de gran profundidad y sensibilidad narrativas e históricas o políticas a base casi exclusiva de material encontrado (o found footage), o los documentales de Chantal Akerman (capaz de fundir lo íntimo y lo social, lo otro, en una sola entidad perfectamente dialogante), o los títulos de Harun Farocki, también un gran analista de momentos cruciales que parte de materiales registrados por otros, o las maravillas de Jonas Mekas. Y, por mencionar un referente de otra área, los libros de Nona Fernádez (Space Invaders, Chilean electric, La dimensión desconocida), que además de estar muy bien escritos, urden con inteligencia historias en donde lo personal y lo histórico-nacional también se imbrican en una misma estructura, en una misma alma, además de tener reflexiones tan lúcidas como desgarradoras. Puede que sea injusto tirar estos nombres, pero qué demonios.
Antonia Rossi es una chilena nacida en Roma, hija de exiliados de la dictadura. Me parece que la directora quiere trabajar a partir de esa desubicación, de esa sensación de vivir en dos lugares a la vez, en un país con ciertos colores y sonidos y olores, aunque en la intimidad del hogar todo le recuerde a ese otro país del que se habla como en sordina, pero del que se habla y del que emerge un lazo que trasciende fronteras. Así las cosas, la directora rememora su historia personal, creciendo en ese país europeo, con la cotidianidad familiar (las hermanas, los primos, los tíos, los amigos...), trazando paralelamente el acontecer nacional, con las huelgas, la constitución de Pinocho, el plebiscito del 88, la nueva democracia, el arresto del dictador y la muerte del tirano, una que otra visita esporádica, siendo niña, a ese país cuyas calles parecen estar vacías, cuyo silencio es como un abismo sin aire, cuya atmósfera es de una negrura terrible, y luego su regreso definitivo al país, su nueva vida, una prima que parece que es pinochetista (lo que le duele a la directora) y la directora grabando el cielo desde su departamento, desde su departamento grabando calles y plazas, desde el presente evocando el pasado. No es una mala película, simplemente es demasiado poca cosa, porque el repaso histórico aborda episodios archiconocidos, muy por encima, y su historia familiar está tan fugazmente relatada que, en términos dramáticos, hablamos de personajes como sin peso, con los que no se puede empatizar (insisto: en términos dramáticos, de relato o narración) porque con suerte sabemos una o dos cosas a lo sumo, que viajan de ida y vuelta como si fuera tal cosa. Y el uso de imágenes oscila entre las intenciones poéticas y las meramente ilustrativas, lo cual arroja como resultado un ejercicio un tanto extraño, ciertamente somero e insulso, que jamás encuentra su rumbo, que no puede establecer nexos concretos entre palabra e imagen.
La directora está pronta a estrenar (me parece) su segundo largometraje. Ya veremos qué tal. Abajo les dejo el enlace a YouTube de "El eco de las canciones", para que lo vean si quieren, y me voy no sin antes preguntar, inocente y tontamente: ¿para cuándo harán una canción que se llame "El eco de las películas"?

5 comentarios :

  1. Qué lástima todo lo que cuentas, de verdad. De nuevo te reitero mi apoyo, y mi admiración a los militares, que tantas veces tienen en su mano acabar con los conflictos, si no fuera por su absurdo código de adiestramiento. En fin, que al final ¿sabes a quién van a hacer bueno? A Pablo Escobar... Ahí lo dejo...

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    1. Los militares y hasta los carabineros viven en otro mundo, realmente aislados y desconectados. Curiosamente he pensado bastante en eso que decía Pasolini, sobre que los policías eran los pobres, o dicho de otra forma, también los proletarios. No lo recuerdo con ánimo de invalidarlo ni mucho menos, porque no dudo que alguien con la sensibilidad y la inteligencia de Pasolini no tuviera razón (o su cuota de razón) o no tuviera razones para afirmar algo así, sino precisamente para analizar el hoy: ¿son nuestros carabineros y militares, en el fondo, del pueblo? Claramente no y por eso están desconectados: su sistema de pensiones no es el de la gente (sus pensiones son holgadas, sin mencionar que se jubilan luego de trabajar, así a la rápida, veinte años menos que ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes, quienes precisamente ganan una miseria que los obliga a decidir entre comer o medicarse, porque ambos a la vez es imposible); su sistema de salud tampoco (no deben esperar uno o dos meses para tener un simple examen de sangre); no pagan pasaje de metro o micro; y así... Sus problemas no son los de la gente, tienen privilegios exclusivos de ellos y de seguro les lavan el cerebro, porque no concibo, por ejemplo, que una carabinera pueda avalar que un compañero suyo agreda sexualmente menores de edad, y sin embargo hay videos y fotos de esas traidoras ayudando y avalando ese actuar. De verdad deben pensar que la gente es "un enemigo poderoso e implacable", como dijo el payaso presidente. Con ese código de adiestramiento (que debe ser el "adoctrinamiento bueno" según esa gentuza; la conciencia de clase es lo que les causa urticaria) es difícil esperar cosas buenas. Habrá que estar atentos a los próximos días.
      Saludos y gracias por el apoyo, como siempre.

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  2. Respuestas
    1. Qué buen programa. Se pasa tan rápido y es como si faltara tanto aún por decir. No he visto mucha tele acá, pero me consta que los invitados en matinales y en noticieros carecen de calidad e inteligencia, y la poca gente decente que permiten aparecer en pantalla, es tratada con insolencia. Nostalgia pinochetista es lo que es: hablan con un lenguaje grotesca y groseramente anticuado: que marxistas, que leninistas, que soviéticos... Es increíble. Pero desinformar es la consigna, por suerte ahora la gente sabe buscar mejor.

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    2. Ah bueno, y sobre todo ese mito de prosperidad y poderío económico, que el ingreso per cápita y otras máscaras para disfrazar la desigualdad, ya lo dijo Nicanor Parra una vez:

      "Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona."

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Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...

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