domingo, 4 de octubre de 2020

4

 

Bueno, ayer hablábamos un poco de Pulp, una novela gráfica de Ed Brubaker, así que hoy hablaremos de otra obra de Brubaker que leí hace poco, concretamente ayer o anteayer (no puedo ser más concreto, es lo más concreto que puedo ser).

Bueno, de paso, ayer hablamos un poco de Criminal, y no lo hicimos gratuitamente. Brubaker ha publicado siete entregas: Coward; Lawless; The Dead and the Dying; Bad Night; The Sinners; The Last of the Innocent; Wrong Time, Wrong Place. Además de una novela gráfica, My Heroes Have Always Been Junkies. El año pasado lanzó doce números, los cuales fueron publicados, simplemente, bajo el título de Criminal. Pero he acá el asunto: los números 2 y 3 fueron reunidos en formato novela gráfica y retitulados como Bad Weekend. Los números 1 y 5-12 fueron recopilados bajo el título Cruel Summer. El número 4, uno de los realmente buenos de los doce, quizás dónde o en compañía de qué sea recopilado, porque dudo que lo dejen botado. El caso es que primero leí Bad Weekend y luego los doce números, así que, por fin, hablemos de eso, ya que sé que se mueren de ganas.

Bad Weekend no es tanto una historia criminal como las otras. El motor narrativo no es el crimen en sí. Quizás por eso también sea uno de los buenos trabajos de Brubaker, porque nuevamente se enfoca en los personajes, concretamente los dos protagonistas: Jacob (protagonista de Bad Night), un dibujante frustrado que trabaja haciendo tiras cómicas en periódicos y que a veces falsifica documentos para echarse un buen dinerillo al bolsillo; y una vieja pero aún viva leyenda de los cómics, un tipo amargo, genio pero desagradable, que viene a la ciudad a recibir un premio a su trayectoria en una convención de cómics. El viejo es talentoso a rabiar, pero los años y algunas malas costumbres (el alcohol en exceso, el cigarro, las apuestas), pero sobre todo la industria del cómic con sus mecanismos traidores, lo tienen siempre de malas pulgas, viendo cómo todos se hacen millonarios a costa de su talento, mientras él se queda con ofensivas migajas arrojadas a él como por lástima, o como para que no moleste, si bien a este viejo le gusta molestar. Así las cosas, Jacob deberá acompañar a este viejo, vigilando que cumpla con sus compromisos con la convención, aunque el viejo tenga sus propios planes, no estrictamente ilegales, pero de una ambigüedad moral que tampoco los va a escandalizar, pues todos estos personajes se mueven en distintas capas del bajo mundo. La vieja y amargada leyenda no es el retrato de nadie en particular, puntualiza Brubaker, pero toda la construcción de personajes y escenarios del cómic sí son un retrato generalizado de la industria del cómic, y tampoco hay que ser muy fanático del noveno arte para conocer los numerosos casos en donde talentosos creadores de la escritura y el dibujo fueron despojados de sus derechos intelectuales por editores inescrupulosos. Sin embargo, ya lo dije, lo más interesante es adentrarse en la personalidad de estos personajes y en cómo sus sueños frustrados condicionan un presente que no tiene que ser tan malo, pero que se destruye por esa rabia imposible de apaciguar, porque no hay rabia más dolorosa y destructiva que aquella de tener que vivir una vida a la que le falta aquello que uno merecía tener pero que le fue robado, una vida incompleta, por siempre incompleta.

Por su parte, los doce números de esta Criminal, aparte de los dos ya mencionados, se concentran en un hecho concreto y hasta ahora no revelado en sus detalles (pero que conocíamos porque en casi todos los números los personajes se refieren a eso): la muerte de Teeg Lawless, el padre de Tracy Lawless (protagonista de Lawless y Wrong Time, Wrong Place) y Ricky Lawless, con la aparición de otros sujetos de sobra conocidos. Los números que luego fueran recopilados en Cruel Summer (#1 + #5-12) cuentan una historia interesante, pero, qué demonios, bastante trillada: la historia de este hombre, delincuente y alcohólico y violento y frustrado por una vida de miserias de todo tipo (familiares, sentimentales, económicas), viudo y a cargo de dos hijos que quedan casi siempre tirados a su suerte, desde luego intentando seguir los pasos del padre en el bajo mundo (que ya tiene una reputación), que por fin se enamora y ve ese enamoramiento como una posibilidad de redención (de cierta redención: una redención en el crimen, claro), aunque las cosas nunca salen como se espera. Se enamora de una mujer que también es una hábil ladrona, de elusivo pasado, y el hijo, Ricky, no está muy contento con la nueva novia del padre, por lo que también entrará a cagarla aún más de lo que la ha cagado hasta entonces. Estos arquetípicos ingredientes conforman una suficientemente interesante historia que, de todas formas, no sorprende ni arriesga, porque ocurre tal como se esperaba prácticamente desde los primeros números. Amores que salen mal, robos que salen mal, todo que sale mal, en fin... Un cóctel de lugares comunes. Una historia que, quizás, debió quedarse en las sombras, ese seductivo territorio de las leyendas urbanas. El número #4, hasta el momento huérfano, es protagonizado por un adulto Ricky Lawless, que intenta hacer las paces con un viejo amigo, si bien no de manera muy inteligente.

En resumidas cuentas, sigo sin reconciliarme con el trabajo de Brubaker, aunque su Pulp me parezca maravillosa y Bad Weekend, un trabajo más que digno y recomendable. Quizás más adelante relea las otras entregas de Criminal, que no son todas tan mediocres y planas y previsibles, hay algunas historias bastante buenas, como Wrong Time, Wrong Place, The Sinners, Lawless... Pero dejemos eso para más adelante, para cuando me vuelva a interesar un poquito en este sujeto tan sobrevalorado.

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