lunes, 21 de julio de 2014

Black Mirror: White Bear


Creador: Charlie Brooker
Director de S02E02: Carl Tibbetts

  "Black mirror" es de esas series que de la nada se vuelven increíblemente famosas, provocando que cualquier noticia relacionada sea recibida con extrema emoción, cosa que se pudo notar cuando se estrenó la segunda temporada el año pasado. El segundo ciclo tiene un saldo de un episodio bueno y dos horribles, resultado que permite concluir que éste fue, con mucha diferencia, un ciclo totalmente inferior al primero -que consta de dos notables episodios más otro correcto-. El bueno se llama "Be right back", por lo que queda claro que éste es uno de los horribles, acompañado de "The Waldo moment". Hubiera preferido no ver este episodio, pero por temas contractuales impuestos por mí mismo, tuve que hacerlo. Al menos el suplicio se extiende por cuarenta minutos, lo que es bastante soportable.


  Una mujer despierta. No se lava los dientes, no se baña, no prepara desayuno, no va a trabajar. No, nada de eso. Simplemente despierta y ve que todo está hecho un desorden, que hay pastillas tiradas por el suelo, que tiene una venda en su muñeca, que hay un extraño signo en la televisión. Y esperen a que se mire en un espejo: completamente sudada, con el pelo desordenado y una cara que no indica que la haya pasado bien; de hecho no parece recordar nada, ni quien es ni qué ha hecho. Sale de la casa y la comienzan a perseguir y durante todo el trayecto tiene que descubrir qué demonios está pasando y qué pinta ella en todo esto.


  A veces es bueno comenzar con una frase lapidaria: todos los elementos de este episodio son horribles, malísimos y ridículos. Podría hacer una lista de ellos, y de hecho planeo hacer algo similar -no me quiero extender demasiado; demasiado para mi, se entiende-, pero por mientras señalo que lo peor que le pudo pasar a "White bear" es que todos los involucrados se tomaron este esperpento demasiado en serio, como si se creyeran suprageniales. De seguro se engañaron desde el inicio pensando que éste iba a ser un episodio rupturista, ferozmente crítico y memorable. A los pobres nadie les dijo que lo que estaba filmando iba a resultar en cuarenta minutos de puras patrañas y ridiculeces, cada cual más inverosímil que la anterior. "Pongamos un giro, a la gente le gustan los giros, los giros siempre dan que hablar, siempre quedan en la memoria colectiva, la gente hablará de ese giro al otro día en el trabajo, los giros demuestran el genio creativo de los responsables, el giro viene a impulsar el contenido de fondo, sumamente poderoso y vigente. Seremos campeones, seremos recordados". Este problema, el de tomarse demasiado en serio una premisa y un desarrollo débil y somero, también se puede aplicar al tercer episodio de esta segunda temporada, "The Waldo moment", aunque de él no me referiré ahora; supongo que en algún punto del futuro tendré que darle un nuevo visionado para hacer sangrar mis ojos y luego mis dedos al escribir mis impresiones sobre tamaña basura. Ahora mismo me están sangrando, no les voy a mentir. El teclado está quedando inutilizable, pero mejor así: de esta forma me libero de la tecnología, porque el mayor problema no soy yo, no es el humano, es el aparatito con el que vamos a todos lados: nuestro celular o nuestro computador. Seré sincero: estoy siendo injusto. "White bear" no es así de superficial en lo que quiere decir, pero sí es ofensivamente obvio, lo que resulta en una superficialidad argumentativa irrisoria. No tiene nada de desafiante ni nuevo en sus planteamientos, además de ser pretencioso y fallido por donde se le mire. Tiene dos cosillas que merecen ser salvadas del fuego infernal, pero ni por asomo elevan en lo más mínimo el mérito de este episodio -y que quede claro: no tiene ningún mérito-.


  Antes de que los olvide, comenzaré mencionando las dos cosillas que no merecen los fuegos infernales: la secuencia final, que precisamente contiene los dos elementos más o menos salvables. Primero viene lo fácil: resulta interesante. Esto se debe principalmente a que ya hemos visto todo el metraje previo y ya sabemos la magnitud de lo que estamos viendo. Incluso consigue inquietar un poco al ver que las cosas sean de esa manera. Más que inquietar yo diría que la palabra es cuestionar, y ese cuestionamiento te genera cierto resquemor en la nuca. Pero no dejan de ser sus breves dos o tres minutos complementados con la típica música de suspenso que de seguro contribuye en un porcentaje mayoritario en hacerte sentir "inquieto". Además toda esta secuencia final, que viene a demostrar lo patético y rutinario de la naturaleza antagonista, está entre medio de créditos; de esta forma, vemos el nombre del director -que alguien lo mande a Belice, por favor- sobre un fondo negro, y luego unos segundos de este tramposo epílogo. Y eso quiero recalcar: tramposo. De seguro fueron incapaces de montar toda esa secuencia dentro del cuerpo entero del episodio y por eso lo mezclaron con sus cuantos créditos para que la cosa no quedara incompleta. Un viejo y repetido y a estas alturas infructuoso truco que ya nadie se cree. Lo otro es igual de fácil pero igualmente resulta un poquito, nada más un poquito, interesante: hay una pizca de negro sentido del humor en un par de líneas. Ya las notarán cuando alguien diga algo y dos o tres individuos femeninos se rían ante tamaño despropósito de afirmación. Lo cierto es que el despropósito es esa desdeñosa risa: las que dan risa son ellas, y quien afirmó la frase en discordia, y todos los demás antagonistas. Todos dan risa. El episodio entero da risa. Y en el peor sentido posible.


  Ahora sí, vayamos con lo que convierte a "White bear" en un absoluto desperdicio de tiempo y de tolerancia. Uf, teniendo tantos errores que mencionar se me hace difícil poder siquiera concentrarme. Mejor voy a seguir el orden cronológico del episodio, mucho más simple de hacer.

  Primero lo primero: se supone que sabemos tanto como la protagonista, o dicho de otra forma, absolutamente nada. Comenzar en medio de la nada misma siempre resulta ser, inicialmente, algo interesante, ya que viene de la mano de un estado constante de paranoia, que a su vez suele estar estrechamente relacionado a un ritmo de acontecimientos frenético. Este caso no es la excepción, pues mientras la tipa esta no sabe qué hace ahí o hacia dónde se dirige, tanto ella como nosotros vamos descubriendo juntos que la sociedad aparentemente se ha ido al carajo. Desgobierno y amoralidad reinante. Asesinos, cazadores y amantes de la depravación persiguiendo a su próxima víctima. Un completo escenario post-apocalíptico. Primer error: dicho escenario está lleno de clichés, tiene una atmósfera inocua y toda la pretendida seriedad se ahoga en medio de bizarradas que aparecen sin ton ni son, casi por mero y pueril capricho visual. Con respecto a los clichés, hagamos un resumen: protagonista totalmente sola, que no sabe nada de la situación o qué la produjo, que de repente se haya ante una horda de enemigos -humanos y la criatura sobrenatural de turno- de la que debe huir para encontrarse repentinamente con buenas personas que la salvan arriesgando sus vidas. Muchas preguntas de qué sucede, qué haremos, no me abandones, etc. Cada minuto que pasaba era totalmente predecible, el episodio entero transcurre sin sorpresas... hasta la "gran y genial" sorpresa. En este punto se establece un quiebre en el episodio, un punto de inflexión al que no me referiré para no ser una desconsiderada fuente de spoilers. Sólo señalo que debido a esto "White bear" consta de dos cuerpos, cada uno consecuencia directa del otro a la vez. Estas críticas mías pueden sonar incompletas si tomamos al episodio como un todo, pero no tanto si nos enfocamos exclusivamente, por mientras, en el primer cuerpo, el del escenario post-apocalíptico mal llevado y desarrollado. Además, el cuerpo de la sorpresa y las revelaciones y explicaciones no es que sea muy brillante o reivindique al anterior. Como un todo "White bear" es tan malo como cada cuerpo por separado.

  Muy bien, ¿en qué iba? Ya mencionados los clichés, ahora vendría la atmósfera, que al contrario de lo que debería haber sido -se supone-, resulta inocua e infantil. Lo que deberían ser minutos asfixiantes llenos de peligros a la vuelta de la esquina resultan ser insufribles secuencias donde no sucede nada, donde la emoción brilla por su ausencia y lo previsible de todo liquida toda sensación de incertidumbre. Si peligro es lo que el público debería sentir, entonces deben saber que el intento termina en un rotundo fracaso. Tercero, lo del pueril capricho visual tiene que ver con ese aire bizarro y extravagante que se le quiere dar al asunto: si los enemigos humanos plenamente conscientes y orgullosos de su maldad impune en una sociedad rota siempre son paletos sucios y con pésimo gusto en el vestir -o a veces inocentes mujeres que resultan ser unas pérfidas asesinas-, en este caso tienen que ser personas vestidas coloridamente, con máscaras de conejos o cosas así, y con armas ridículamente ineficaces: uno lleva un bate de beisbol y otra una especie de artefacto doméstico que sirve para cortar pollos. Ambos piensan que con eso pueden detener un furgón en pleno movimiento, especialmente si atacan a la carrocería, lo más esencial de un vehículo. El primero que aparece lleva una escopeta, pero su mala puntería es una inesperada garantía de vida. Lo cierto es que todas estas excentricidades no hacen más que restarle seriedad a un episodio que ya de por sí da pena con cada poco convincente invento argumental. Es como si la peculiar vestimenta te hiciera incluso más malo de lo que realmente puedes ser. Darle un escopetazo a alguien vestido de manera normal no te hace tan malvado como si estuvieras vestido con un vestido tutú, una máscara del guasón y botas militares. En ese caso tu nivel de maldad haría temblar al mismo Hannibal Lecter, que se arrodillaría como una niñita ante tu inmensa y travestida figura.


  Ahora bien, volviendo a la falta de peligro que reina durante toda la secuencia de huir de los malos, esto se debe principalmente a que, ya sin tomar en cuenta la inutilidad y estupidez de los humanos-malos-extravagantes, los otros, las criaturas que hicieron que la sociedad se fuese al carajo, tampoco constituyen un elemento de peligro. Generalmente son los zombies, a veces llamados de maneras distintas para parecer algo superior a lo que realmente son: otra historia de zombies -me refiero a ti, "The walking dead", y tus "caminantes", inexplicable y pretencioso eufemismo que de seguro se debe a un intelecto superior-. En otras ocasiones son los vampiros más primitivos, vistos en "Stake land" o "30 días de oscuridad" -la primera malísima y la segunda un entretenimiento correcto-. A veces pueden ser extraterrestres y en otras ocasiones eventos naturales cuya destrucción exterior deviene en una destrucción que se produce dentro de cada persona, en este caso sí siendo el humano el gran enemigo -como en "The road" de John Hillcoat-. En el caso de "White bear" los zombies son los "watchers". Si ya de por sí el concepto resulta ridículo, la explicación es todavía más desopilante: en algún punto de la historia los aparatos con pantallas comenzaron a emitir una señal que afecta a gran parte de la población. Dicha señal hace que las personas se hipnoticen a sus teléfonos celulares y graben todo lo que suceda frente a ellos, sin tener por qué intervenir entregando ayuda. Si alguien se muere, estas personas están condenadas, señal mediante, a grabar cómo se muere -ya sea muerte accidental, larga agonía, e incluso luego de una violación-. Ya podrán notar por donde va la crítica social de este luminaria llamado Charlie Brooker. Y como ven, estos watchers no son ningún peligro. Si te los topas de frente no te harán ningún daño, sólo se limitarán a grabarte estos bastardos morbosos.
  Todo esto amén de un guión horripilante lleno de lagunas, despropósitos y debilidades. La señal hipnotizante, ¿las máquinas adquirieron consciencia y decidieron dominar al mundo apresando a los humanos a través de estos teléfonos? ¿Los excéntricos y brillantes malvados persiguen a la protagonista por qué, exactamente? En un momento la chica que ayuda a la amnésica -le diré así mejor- dice que "les gusta asustar a la gente". Ok, ¿y por eso persiguen a una persona en particular sin descanso alguno? Puede ser un poco entendible que quieras asustar a alguien, pero no comer, no dormir, no hacer caca con tal de que siga asustada ¿no será mucho? Llámenme loco pero para mi esto es puro ensañamiento. Estos son muchos de los síntomas de una trama ridícula que no decepciona con un desarrollo y clímax igual de ridículos. Si yo hubiera escrito esta historia sin pies ni cabeza, un involuntario sinsentido, hubiera usado un seudónimo... uno distinto a Jimmy FDZ. Quizás hay un par de detalles a modo de pistas que adelantan el giro posterior que en el segundo visionado resultan algo interesantes, pero no logran disminuir el abundante peso del despropósito. De todas formas, el hecho que desde el inicio mismo comiencen los problemas no hace sino indicar que siempre es buena su cuota de quietud en los acontecimientos; en este caso un ritmo frenético no es lo mismo que entretenimiento o calidad: es más bien un sinnúmero de hechos inverosímiles que no tienen mucha razón de ser.


  Pero como señalé previamente, esto es lo referido al primer cuerpo. El segundo cuerpo resulta igual de banal, mal llevado mal resuelto y mal filmado que el primero. Si hasta el momento sorpresa que lo introduce resulta artificioso y poco creíble. Además, en él se explican todos los porqués que surgen en el primer cuerpo, explicaciones que son igual de inverosímiles que todo el conjunto. Si el primer cuerpo podía permitirse, en cierta forma, ser inverosímil, el segundo no, y tristemente termina siéndolo igual -en conjunto con adjetivos tales como patético, repudiable, despreciable, deleznable...-. El gran discurso de "White bear" -cuyo nombre tiene sentido aunque no es muy brillante que digamos- es que la tecnología, particularmente los artículos con pantallas y cámaras incluidas, alimenta preocupantemente la morbosidad de las personas hasta el punto de que grabar alguna situación escabrosa se hace más importante que prestar ayuda a los aproblemados. La solidaridad es un valor que parece que se ha perdido por completo. Y todo esto queda claro al ver el accionar de los watchers, lo cual es tan superficial y obvio que llegan dar ganas de vomitar. Pero con el segundo cuerpo y la secuencia entre créditos viene a tomar lugar una crítica un tanto más sutil, que tiene que ver con el no darse cuenta, uno mismo, de ser un bastardo morboso; peor aún, el no darse cuenta vendría a validar esa morbosidad, lo que también revela el carácter egoísta de las personas: la morbosidad del otro es asquerosa, la mía no porque es distinta. Nadie se salva, todos son unos animales que disfrutan ver el sufrimiento ajeno tanto como registrarlo para mostrarlo a otros o verlo de nuevo en otra ocasión con tal de seguir deleitándose casi hasta el onanismo. Y si hablamos de uno también hablamos de nosotros: es inevitable que el individuo prefiera ser algo social. Lo único que logró el creador -me imagino que se propuso esto- es que se puede sentir una repugnancia hacia los antagonistas. O hacia todos si es que eso importa.

  De todas formas pienso que la opera prima de Alejandro Amenábar, "Tesis", trabaja y explora mucho mejor el concepto del morbo, particularmente a través de los videos snuff, envuelto todo en una atmósfera noir sólida y con pulso. Más importante, esa película resultaba ser mucho más compleja que el esperpento de hoy, principalmente porque exploraba el morbo como algo intrínsica e inherentemente humano: algo que se puede desarrollar y tomar forma de cualquier manera, porque el morbo nace dentro de nosotros y no es el producto de algo más, mucho menos externo y tan artificial como una máquina. En "White bear" Charlie Brooker parece decir que el morbo creció y creció debido a las nuevas tecnologías que inocularon este malsano interés por cosas desagradables, y no debido a nuestra corrupta y putrefacta naturaleza. La tecnología probablemente hace más explícito esto del morbo, lo desnuda con mayor facilidad, pero, tal como lo demuestra la escena introductoria de "Tesis", se puede ser morboso sin la necesidad de tener una cámara que registre la situación. Brooker está errado completamente, cegado por una contradictoria filosofía facebookiana de criticar tanto apego a las nuevas tecnologías utilizando como medio de protesta la misma plataforma que tanto critica. "A ver cuantos likes juntan mis quejas contra la obsesión generalizada por acaparar likes". Ojo, que yo no soy un férreo defensor de estas tecnologías tan impersonales, sólo digo que Brooker peca de superficialidad e incluso inmadurez a la hora de abordar el debate. Y si sigo en la comparación, "White bear" ni siquiera consigue replicar la atmósfera post-apocalíptica que tan y vanamente pretendía. Como dije en algún punto, este episodio falla por donde se le mire -incluso la secuencia final parece gritar desesperadamente que es incomprensible, al menos en lo esforzadamente humano: yo pensé "no es para tanto, que le dan color, que pequeños sus mundos y mentes", etc.: el comportamiento de los antagonistas, aunque intenta justificarse mediante el segundo cuerpo del relato, realmente resulta inexplicable y cae fácilmente en el tópico de la violencia por la violencia, completamente alejado de la ambigua crítica filosófica tan pretenciosa como barata propuesta por Brooker-.

  Finalmente, mis últimas palabras van referidas a otro error fundamental: el relato no logra levantarme ninguna emoción -salvo las negativas que tan claras me imagino deben haber quedado-. Son cuarenta minutos de indiferencia absoluta, de cero empatía. Y no sé yo, pero si un relato tiene una trama ridícula, un guión horrible, una atmósfera inocua, una dirección peor que de manual, un discurso superficial y obvio, y además carece de empatía en cualquier aspecto, es porque el relato en cuestión es una auténtica basura. Nada más que decir al respecto, no pierdan el tiempo con esta mierda vacía y ridícula.

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