lunes, 28 de julio de 2014

There will be blood - 2007


Director: Paul Thomas Anderson

  Antes de que siga con mis intenciones de completar las filmografías de Ratanaruang y Ceylan, decidí ver la última que me faltaba de la filmografía de este genial director llamado Paul Thomas Anderson, de mis favoritos absolutos. Al igual que las otras cintas suyas que he visto, he quedado sumamente satisfecho. No la considero de lo mejor que ha filmado este enorme director, pero sí que es una excelente película, y cómo no ser de otra forma, considerando su talento detrás de las cámaras. A propósito, queda poco para su filme más reciente, Inherent Vice, basado en la excelente y alucinógena novela de Thomas Pynchon. Espero que la adaptación sea igual de alucinógena y alocada que el libro, pasado por el filtro cinematográfico de Paul Thomas, siempre de una excelsa calidad. Falta cada vez menos, cada vez menos...


  Daniel Plainview es un hombre que comienza trabajando solo en la inmensidad del desierto; empieza de a poco pero con los años, pacientemente, va ganando dinero y prestigio y poder. En la película veremos tanto su ascensión económica como social, así como su descenso personal y moral por medio de triunfos, derrotas, tragedias, mentiras y violencia. Todo unido, a mi modo de ver, en una especie de enfrentamiento con tintes teológicos.


  Queda claro inmediatamente que, a grandes rasgos y por decirlo de una manera superficial, el quinto largometraje de Paul Thomas trata, así a secas, sobre el poder: el cruel y todopoderoso poder. Poder que se puede lograr ya sea de manera económica o, por decirlo de alguna manera, espiritual y moral. Lo primero se nota de inmediato en el meteórico ascenso que el protagonista tiene dentro de la industria del petróleo: el capitalismo haciendo de las suyas tempranamente en el siglo, en una práctica que no ha dejado de existir: la expropiación de tierras, millonarios hombres de negocios que se las ingenian para hacerse de valiosas tierras a precio de ganga, sin saber sus antiguos propietarios lo que se están perdiendo por no saber realmente donde están parados. De repente Plainview tiene kilómetros y kilómetros de tierras, cada cual dando suficiente petróleo como para vivir como un rey, mientras los antiguos dueños y los trabajadores no ganan mucho que digamos: capitalismo puro: el dinero comprando la fuerza laboral a precios ridículos pero rentables para quien paga y a priori suficiente para quien lo recibe. Lo segundo, lo moral y espiritual, viene con la inclusión del personaje de Paul Dano, el religioso y creyente Eli Sunday. El hombre, o mejor dicho el adolescente e incluso niño, parte no teniendo mucho, además de que sus tierras caen en las garras de Plainview. Pero poco a poco su congregación crece exponencialmente, con curiosas coreografías y expulsiones de demonios mediante, hasta ser un respetado líder de la congregación -a los ojos de sus feligreses, no menos-. Desde luego, y como ya todos deben saber, la congregación no vive sólo de rezos y plegarias y milagros, sino que también del dinero. El maldito dinero. Eli, como bien sabe, junta dinero mediante donaciones de sus seguidores y una que otra proveniente de un privado, pero principalmente de los creyentes que le creen absolutamente todo. El tipo hace un show y los billetes o monedas comienzan a llover: Eli, en menor escala, también adquiere y gana poder a costa de personas desprevenidas e ingenuas que le dan de comer a alguien que descaradamente les roba ¿Quién de los dos es más despreciable? ¿Cuál de los dos es más estafador y mentiroso y manipulador? ¿Cuál de los dos merece ir al infierno? Porque ambos, sea cual sea el punto de vista, pecan de abuso de poder: a uno le gusta el poder porque le da dinero y al otro le gusta porque le trae admiración y un misticismo que hacen que se vea a sí mismo casi como un santo. A fin de cuentas la situación capitalismo/religión y estos dos hombres son dos caras de la misma moneda: el abuso descarado perpetuado secularmente.


  Así, bajo toda esta gran esfera de poder que cae sobre los cuerpos de estos hombres, a mi modo de ver se desarrolla un interesante duelo o enfrentamiento, que por lo demás tiene tintes teológicos. Pero antes de llegar a ello, no dejan de ser esclarecedores los paralelismos entre la ascensión de Plainview gracias a la industria petrolera -capitalismo mediante- y el desarrollo de Eli Sunday gracias a su congregación. Gran importancia cobra el hecho de que luego de que ambos personajes se conozcan la acción prácticamente no cambia de escenario: aquel pueblo cuyo nombre no recuerdo, que, atormentado porque el trigo no crece y por una vida precaria, ve en Plainview y sus promesas la oportunidad de renacer, esta vez de una manera más digna y promisoria. Eli promete a su congregación la salvación y la pureza moral y espiritual tanto como les quede de vida. Estamos ante el nuevo desarrollo de un pueblo a través de su faceta económica y política, y a través de su faceta religiosa. Y mientras las raíces de la industria petrolera se hacen cada vez más profundas, también lo hace la congregación de Eli, que al igual que Daniel Plainview, se hace más poderoso. Y no deja de ser cierto que ambos se ven como los salvadores de esa tierra estéril que promete dar frutos. Y cada hombre ve en el otro un rival que se interpone, no tanto en su camino -porque el enfrentamiento no es tan violento como mandar hombres a que destruyan la iglesia, o mandar gente de fe a destruir la petrolera; aunque sí hay estupendas peleas físicas entre ambos sujetos, que por supuesto trascienden a un nivel más personal y simbólico-, sino en la construcción de la imagen de salvador de la tierra, de los hombres, del futuro. Cada hombre es la fiel representación de cómo Paul Thomas ve e interpreta el mundo de los negocios y el de la religión.
  Clara como el agua queda la visión de Paul Thomas: para él la religión es una basura. Al menos todo el show que despliegan estos autodenominados portavoces de la palabra de dios, y las personas que se tragan todo este circo; o lo que es decir lo mismo, la iglesia -que no tiene nada que hacer ante los negocios, salvo que se fusione con ellos: receta ganadora y ya consolidada-. No por nada Eli Sunday es una personita ridícula y patética, dibujada como una caricatura que sin embargo tiene cimientos firmes sobre los que ponerse de pie y llevar a cabo su iglesia, su congregación -cuanto menos curioso este fenómeno-. Y ciertamente queda claro para el director; así nos lo hace ver durante todo el metraje y particularmente al final: la religión no te lleva a nada, son puras patrañas. Ni plenitud espiritual ni económica -quizás social pero eso siempre es relativo-. La visión de Paul Thomas es despiadada y cruel, pero honesta.


  Por algo el protagonista de esta historia es Daniel Plainview, el hombre de negocios que se hizo solo: sólo él y nadie más buscando minerales y piedras preciosas en la omnipotencia del desierto, lo que finalmente lo lleva a dirigir su propia compañía petrolera, con la que luego enfrenta a la iglesia de Eli. Pero lo importante, lo medular en este filme es que, bajo la ya mencionada esfera del poder capitalista y religioso, vemos la ascensión económica de Plainview a la vez que atestiguamos su descenso moral; y no sólo moral, sino que también de humanidad. Al inicio lo vemos trabajando en tierra salvaje pero con él siendo una persona cuerda que se está ganando el pan; al final lo vemos en un ambiente seguro, refinado y fastuoso -palabras que definen casi a la perfección lo que el humano fallidamente pretende ser-, pero con él siendo una bestia, un completo salvaje. Su fortuna crece pero su moral y humanidad disminuye: se despoja de todo aquello que lo hacía una persona: sentimientos. Pasa de ser un hombre a ser una indomable bestia.
  Mucho se ha dicho que el final de "There will be blood" es una chorrada y una estupidez. Cierto es que sorprende y que es inesperado, pero pienso que funciona y a mi me gusta, porque es precisamente de lo que se trata la película: el poder corrompiendo a tal nivel que convierte a un humano en una bestia salvaje. Además viene a cerrar el enfrentamiento casi teológico -qué salvador es más salvador, más real, más poderoso; qué salvador es mejor- entre la iglesia y los negocios petroleros, o Eli Sunday y Daniel Plainview. Tengo que admitir que el inicio, que son diez o quince minutos sin diálogos -que me fascinaron-, donde vemos el trabajo de Plainview en este inmenso desierto, me recuerda un poco al paisaje visto al inicio de 2001, la genial obra maestra de Kubrick. Y aquel plano de Plainview encorvado, respirando con dificultad y con una cara de bestia que te la encargo, me recuerda al mono descubriendo el poder de un hueso. La película de Kubrick es sobre la evolución, así por decirlo rápidamente; la de Paul Thomas nos muestra la involución de su protagonista. El director californiano no cree en la iglesia -en "The Master" también retrata con mordacidad la vida del líder de una secta, se nota que la cosa le importa bastante- ni tampoco en los negocios como agentes de purificación y sanación personal: al final siempre acabamos todos corrompidos y dañados. Algunos en mayor grado que en otros, pero siempre hay alguna grieta y espina que marca tu vida y tu personalidad, que finalmente acaba en una explosión de cualquier cosa -sentido figurado o no-.
  (La mención de 2001: Odisea en el espacio no viene con una comparación cualitativa; simplemente la traje a colación porque, como ya lo mencioné, se me vino a la mente a raíz de algunas imágenes del filme de esta entrada. Y lo aclaro porque suelen aparecer algunos alarmistas que piensan que porque mencionas dos películas en el mismo párrafo necesariamente las estás comparando y señalando de alguna manera -de formas intrincadas lingüisticamente- que una es mejor que la otra).


  Ya en aspectos más formales, cómo no, nuevamente la fotografía de Robert Elswit es sensacional. La calidad de muchas imágenes ciertamente las hace totalmente poderosas. Además no deja de fascinarme el control y la precisión que tiene la cámara de las películas de Paul Thomas, que siempre destaca por su gran talento a la hora de dirigir y sacar lo mejor de sus actores. En este sentido, Daniel Day-Lewis está tremendo como el misántropo -lo entendemos- hombre de negocios. Paul Dano me gusta como actor y sin duda también me gusta como actuó en esta ocasión, pero tampoco es para maravillarnos; al menos logra dotar a su personaje de un patetismo que le viene como anillo al dedo. Y los demás personajes son bastante circunstanciales, pero no por ello no dejan de tener desempeños correctos -hijo incluido-. Esto último me lleva a reafirmar la importancia del rol de Paul Dano y su enfrentamiento con el de Day-Lewis.
  Me han gustado los típicos elementos que Paul Thomas pone en todas sus películas, como esa relación paternal siempre presente de alguna manera -entre Sidney y John en "Hard eight"; Dirk Diggler y Jack Horner en "Boogie Nights"; Tom Cruise y su padre en "Magnolia"; en "Punch-drunk love" no encuentro una relación tan claramente paternal; y la de Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman en "The Master"-. En el presente filme vemos esa relación entre Plainview y su hijo H.W. -¿Esas letras qué significan? ¿Se aclara?-, sumamente difícil, especialmente luego del accidente del niño. También vemos los toques simbólicos que tanto gustan a Paul Thomas, y que sin duda enriquecen los visionados de sus filmes -siempre con una agradable pero nunca tan insoportable densidad-: como la memorable lluvia de sapos o ese piano que Adam Sandler tocaba de vez en cuando, en "There will be blood" los accidentes no dejan de tener una ambigüedad entre lo terrenal o lo directamente divino, como si de castigos de dios se tratasen -lo que acentúa el enfrentamiento-.
  Todo lo anterior simplemente eleva mi admiración por Paul Thomas Anderson: hace cine completamente de autor, que le pertenece sólo a él, y que nunca se ha traicionado en sus principios cinematográficos. Tiene su lenguaje, sus ingredientes comunes pero que demuestran que tiene identidad. Y lo mejor, no se repite; ni en lo argumental ni en lo estético -como otro Anderson que anda por ahí-.


  Lo único que tengo que reprochar es que, aunque considero que el guión de la película es sólido y presenta una notable construcción y desarrollo, luego del accidente del hijo, que es más o menos a los sesenta minutos de metraje, la historia comienza a enredarse un poco a la vez que se hace más oscura y fragmentada -claramente por la caída moral/bestial del protagonista-. Nada grave, pues se entiende la intención: primera parte pura ascensión económica; de manera más o menos lineal se nos presenta sus éxitos y tropiezos, y el inicio del enfrentamiento. Luego viene la caída moral con un afectado -aunque lo disimula bien- Plainview que no deja de tener ciertos tics que representan la contención de su estado bestial que espera a salir, pero que no puede, porque esa fachada de educación y formalidad está ganando por mientras. Finalmente, los últimos veinte-treinta minutos, que son estupendos -final incluido-, nos presenta la transformación final del protagonista. Una estructura cuidada y bien planificada. El reproche se produce principalmente porque la película es larga y en ocasiones los cambios de un estado a otro se traducían en cambios de ritmo que en primera instancia aturdían un poco pero que con los minutos no terminaban siendo un problema. No para mi, al menos. El filme no se me hizo pesado, y gracias a la gran habilidad de Paul Thomas para filmar -con secuencias memorables que quedan grabadas- la cosa se puede disfrutar todavía más.

  En fin, "There will be blood" es una película que trata de muchas cosas pero que basicamente cruza el ascenso/descenso del protagonista con enfrentamientos capitalistas/religiosos con claros tintes teológicos, además de ser una interesante representación de los inicios de la industria petrolera: insegura, rudimentaria e incluso salvaje. Sólido filme que no es mi favorito del genial Paul Thomas Anderson -uno de mis directores favoritos-, pero del que disfruté plenamente durante sus 150 minutos. Ahora sólo queda esperar por Inherent Vice, a la que no le falta mucho por estrenarse. Por mientras no estaría mal darle una nueva lectura a la novela de Pynchon, para hacer menos pesada la espera...

Lluvia de petróleo capturas

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