viernes, 28 de febrero de 2014

The Misfortunates - 2009


De helaasheid der dingen
Director: Felix Van Groeningen

  Hace tiempo fue The Broken Circle Breakdown, su cuarta película, y nada más ayer fue Dagen Zonder Lief, la segunda. Hoy le toca el turno a la tercera película de Felix Van Groeningen, cinta que ganó en la quincena de realizadores del festival de Cannes de ese año, entre otros premios más. Al igual que en su cinta anterior, en esta el joven director sigue explorando temas intrínsecamente humanos, narrando historias protagonizadas por, en este caso, personas de vidas excéntricas y divertidas a primera vista, pero que en el fondo no lo son en lo absoluto.

  En esta película vemos a Gunther Strobbe, ya de adulto, narrándonos que se gana la vida vendiendo unas cuantas poesías mediocres a mediocres editores que no logran llegar muy lejos, pero que está escribiendo -o que ya escribió- una novela que ninguna editorial le acepta. ¿De qué se trata su primera novela? Pues de su vida -adornada por la presencia de su padre y sus tres tíos-, ya que el protagonista pertenece a ese selectísimo grupo de novelistas que escriben sobre sí mismos -lo cual no es nada malo, oh no, no lo es-. Como escribe sobre su vida, también nosotros vemos como fue, particularmente el tramo de la pre-adolescencia.


  Como habrá quedado claro en el párrafo anterior, tenemos a un protagonista que revisita su pasado, y que lo narra él mismo. Desde luego, no lo narra como si estuviese narrando una película, sino que su narración corresponde a pasajes del libro que está escribiendo -o que ya escribió-. Los pasajes del pasado suyo que vemos son estractos de su novela debut. Esta película está basada, precisamente, en un libro del mismo nombre, y me hizo pensar que el libro trataba sobre la vida de su autor, y que Gunther Strobbe existía en realidad. Me pareció interesante al inicio, pero era pura ignorancia de mi parte, ya que el libro, escrito por Dimitri Verhulst, es completamente ficticio, pero como dice la cita inicial de la película -cita atribuida a Gunther Strobbe, cosa que no hizo sino aumentar aún más mi luctuosa confusión, pero que deja claro que estamos ante un todo con un universo propio aunque ficticio-, "cualquier personaje parecido a una persona real, es puro conocimiento de la condición humana". Puro conocimiento de la condición humana. Ese tal Gunther Strobbe sí que se precia mucho de sí, y se nota, ya que el texto que nos narra a lo largo de la película está muy bien escrito, en un claro ejercicio ascético propio de toda persona que le guste escribir sobre las cosas de la vida. Y hablando de las cosas de la vida, el título de la película, si lo traducimos literalmente, significa -según otros sitios webs- "la mierdetud de las cosas", aunque la traducción oficial fue "la lamentabilidad de las cosas". En los subtítulos que me tocaron el título era "la vitalidad de los afectos". Pónganse de acuerdo. Pero si me preguntan, me gusta más "la mierdetud de las cosas", ya que refleja directamente de qué se va a tratar la película.


  Aunque lo anterior parezca ofrecer un atisbo de lo que es la trama, debo decir que esta película realmente no tiene trama, y no lo digo como algo malo, ya que no es una obligación que todas las películas tengan una trama clara como el agua. Como digo, esta película no la tiene. Usa como base el hecho de que el protagonista escribe sobre su pasado para tener la excusa de mostrarnos, efectivamente, el pasado en imágenes y sonidos. Recuerdos vívidos. Entonces tenemos a un Gunther Strobbe que revisita su pasado mientras de vez en cuando observamos su presente, no exento de problemas y complicaciones. Alternancia de los tiempos.
  Lo que debo reprochar es que tanto los recuerdos que vemos en pantalla como el presente que vive nuestro protagonista no están ordenados bajo ninguna lógica, al menos en gran parte del metraje -parte que puede llegar incluso a las tres cuartas partes de película-. Durante toda esa fracción de película -que vienen a ser más o menos 75 minutos- sólo vemos un montón de hechos sin conexión alguna, momentos caracterizados por la desopilante hilarancia -una gran redundancia la que acabo de decir, pero suena bien- de algunos, como de la pretendida fuerza dramática de otros. Sólo en los últimos minutos podemos notar el valor de algunos -tan sólo algunos- hechos recordados, al ver en qué termina finalmente la historia del padre, o de los tíos, y de la importancia e influencia que tuvieron en el presente inmediato de la vida de Gunther Strobbe. Pero este hecho es leve y muy sutil, ya que la gran gracia de todo esto es recordar momentos, así sin más. La película pudo haber durado 100 minutos más, todos ellos llenos de más anécdotas y momentos cruciales; o haber durado sólo 30 minutos, contando lo extremadamente necesario.


  En terreno técnico, el ya mencionado guión me parece desordenado y flojo, porque aunque tiene textos muy buenos -muy literarios y poéticos-, su estructura, orden, y organización dejan mucho que desear. Repito: este guión no es nada más que un conjunto de hechos unidos a lo loco, y que ya en su tramo final, algunos de ellos, adquieren cierta coherencia narrativa. De la banda sonora no me puedo quejar, ya que no está compuesta para la película, sino que consta de canciones hechas por otros artistas, como Roy Orbison y su excelente "Pretty Woman". De la dirección de Van Groeningen tampoco hay mucho que decir, ya que en su dirección encontramos esa locura propia e inherente de estos personajes, aunque en ocasiones habían tomas en blanco y negro cuya justificación no me era posible hallar, lo que me hace pensar que esas muy escasas tomas no fueron más que un capricho estético. En cuanto al montaje, lo mismo que el guión: pegar momentos y momentos, unidos bajo la narración del protagonista, narración que salta de un lugar a otro sin intención alguna.
  En esto ustedes me podrán reprochar que así son los recuerdos, que van de un lugar a otro casi sin ningún sentido, cosa con la que estoy de acuerdo, ya que a veces me encuentro pensando en mis tempranos años de colegio, cuando "operaba" pedazos de goma, para finalmente llegar a cuando un perro se comió la bolsa con pan que una vez compré, bolsa vacía que en casa me significó un ruidoso e incomprensivo regaño de mi madre y mi padre -no tengo resentimiento alguno contra el buen perro, de seguro hambriento hasta la médula-. Pero, por más que la película no tenga trama, y que se trate sobre un revisión del pasado en contraposición con un presente al que el protagonista se debe enfrentar, lo mínimo que espero es que dichos recuerdos tengan una consistencia final, un fin narrativo que venga a darle "sentido" a todo lo visto. De eso no hay. ¿La vida es un sinsentido? Puede ser, pero al menos tiene lógica.


  Pero no todo es malo, y aunque está película tenga esa gran falla, al menos es entretenida. Hay excelentes y divertidísimos momentos como la cicletada nudista, o la competencia del bebedor de cerveza, o el "tour de france alcohólico", o las tardes en las tabernas, las canciones de borrachos, entre muchos otros recuerdos más. Momentos muy bien logrados, ya que siempre logran amenizar el visionado, y sacar una sonrisa o una carcajada. El elemento comedia le encaja perfecto a la película, especialmente gracias a las buenas actuaciones de quienes personifican a los personajes. La excentricidad de cada uno es sabiamente explotada por cada actor. Ahora, los momentos débiles son aquellas pretensiosamente dramáticos y difíciles, que no resultan convincentes. Esto no es culpa de los actores, ni de la dirección, ya ni siquiera sé si exclusivamente del guión, sólo sé que no quedan bien, y que se sienten forzados, todo para dar cierta profundidad al somero ejercicio ascético del novelista/guionista/protagonista.


  De todas formas, bien escondida entre la simplicidad de los hechos narrados, al menos tenemos la intención de Van Groeningen -que es uno de los co-escritores del guión- de, tal como en su película anterior, contarnos las desavenencias de un grupo de personas afectados por sus circunstancias personales y sociales. En este caso vemos al protagonista de niño, su padre -que es un alcohólico-, y sus tres tíos -alcohólicos, desempleados-, todos quienes viven en la casa de su madre, viuda de otro alcohólico -que murió por beber mucho-. Aunque la historia se enfoque mucho más en las experiencias familiares de todos los involucrados, experiencias en su mayoría tratadas y relatadas lúdicamente, tenemos también subyacentemente -siempre bien escondido- los problemas de la marginalidad. Porque estos sujetos son completos marginales: viven sumidos en el alcohol, la criminalidad -no mostrada ni tratada-, la escasez, la irresponsabilidad, el desempleo, el desprecio de los recatados y así llamados "ciudadanos modelo". En el fondo estamos ante un círculo vicioso, círculo vicioso que el protagonista, ya mayor, intenta romper para comenzar "de cero". A la película le concedo un poco esto último, que si no hay trama ni orden lógico, al menos muestra -intencionalmente o no- el circulo vicioso en el que están los marginales de la sociedad, aquellos que viven bajo otras reglas despreciadas por los demás. ¿Quién rompe el círculo vicioso? ¿Los mismos sujetos que viven en él? El peso social del pasado es una carga de difícil desprendimiento. Pero no parece ser lo central, y ese es el problema.

  Finalmente, estamos ante una película que me divide, ya que no tengo problemas en admitir que es divertida en gran parte del relato, contando con momentos muy distrutables, pero que se pierde con los momentos "dramáticos" que intentan asomar en la superficie todo el tema de la memoria, la carga social, y los mismo problemas sociales -y que se nota en como las acciones y hechos ocurridos en el pasado de Gunther Strobbe influyen notoriamente en las acciones y hechos del mismo sujeto en el presente-. Lo dicho, la carga social es fuerte, y puede que las cosas cambien en el entorno, pero por dentro se sigue siendo el mismo, guste o no.
  Me temo que esta es una cinta floja, sin mucho pie ni cabeza, pero que al menos entretiene y salva con las lecturas que cada uno pueda sacar, pero, como ya he dicho, se deleita más en mostrar recuerdos a lo loco, intentando aparentar ser una historia con mucho más fondo del que realmente tiene.
  Después de todo, estoy seguro que esta historia habría funcionado mejor como un mediometraje de 30 minutos. Más sencillo, más potente, y más directo al grano. Así habría sido.

Hagamos las capturas llover...

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