lunes, 29 de diciembre de 2014

Les quatre cents coups - 1959


Director: François Truffaut

   Esta semana tengo la intención de comentar las películas que tratan sobre la vida de Antoine Doinel, protagonista del filme de esta entrada, quien fue creciendo a lo largo de cuatro filmes más -un corto y tres largos- durante unos veinte años. Hace tiempo que estaba dispuesto a llevar esto a cabo, pero como digo comúnmente por acá, otras cosas se interpusieron en mi camino. Cosas buenas, malas, maravillosas, esperpénticas... Eso sí, luego de haber casi muerto con la basura de "Creep" pensé seriamente que era momento de cambiar y ver cine de verdad. Su tortuoso visionado marcó un antes y un después. Digo, ¿qué estaba haciendo con mi vida? ¿Por qué me ponía al día con basuras y no con piezas fundamentales del cine? Volver al buen Truffaut me parece una excelente manera de recuperarme de tales desgracias, mejor si lo hago revisitando su debut en este hermoso arte para luego continuar con la historia que se inicia en este mismo filme. ¿Qué se puede decir sobre "Los cuatrocientos golpes"? Que es una genialidad que no pierde poder con el paso de los años. Encantado: no hay otra forma de sentirse ante los inicios de Antoine Doinel y Truffaut.


  ¿No importa más el contexto que el argumento en este caso? Antoine Doinel, hijo de padres distantes emocionalmente, descuidados y algo ausentes, alumno sin interés en sus estudios y con ciertos problemas para acatar la autoridad, pasa los días vagando en la ciudad sin mayor meta que ser libre e independiente, no depender de nadie ni responder ante otros por los propios actos. Antoine Doinel quiere ser un individuo, una persona, pero la vida no es así de fácil, menos para tipos como él.


  No deja de ser toda una declaración de intenciones cinematográficas y una honesta reflexión sobre la vida lo que ofrece Truffaut con su opera prima; dos características que, como he dicho en otras ocasiones, siempre me encanta ver fundidas en una sola entidad porque precisamente de eso se trata el cine: reflexionar sobre la vida sin renunciar a la esencia de su lenguaje -ya sea en lo estético o en su base conceptual-. "Les quatre cents coups" es, en el fondo -o quizás ni tanto-, una búsqueda de la libertad, una amarga huída de un repugnante mundo de ataduras y vidas impuestas -si es que uno acepta-, una lucha contra la vil y fría maquinaria social/educacional.
  ¿Qué tendrán las -buenas- historias de niños/adolescentes que comienzan a crecer, a hacerse adultos, a dejar la infancia ya sea por propia voluntad o no, que siempre logran conectar con el espectador y aferrarse a una sensación familiar? ¿Será esa inocencia perdida la que evoca tiempos más sencillos y complicados despertares? Independiente de lo que sienta cada espectador, "Les quatre cents coups" es un amargo relato inicialmente hilado casi como una inocua aventura infantil, que sin embargo, deviene en una cruda desventura humana que desnuda el miedo, el sufrimiento, la mentira, la impotencia, el desamparo y el abandono personal que siempre subyace en el típico sistema basado en la correción moral y en el buen lucir. No es la historia de un rebelde -no necesariamente, al menos no en primer plano- sino más bien la de un imcomprendido que simplemente recibe los embates que todo incomprendido deberá enfrentar/aguantar eventualmente en la vida: es el destino de aquellos, aunque tratándose de Doinel en particular podemos decir que la suya es una de las historias más trágicas y auténticas: el que quiere huir pero no puede, el que no tiene límites pero aún así se ve impedido de avanzar. Y ya no hablemos de su soledad, otra marca registrada de aquel que no acepta el rol que se le intenta imponer... Viejo, la lucha es tremenda y de nunca acabar.
  Y bueno, decía que "Les quatre cents coups" es también una declaración de intenciones cinematográficas por parte de Truffaut porque, quizás con el mismo afán de Doinel de buscar su identidad y su libertad huyendo de los cánones convencionales, hay una manera distinta de hacer cine -así como Doinel busca una manera distinta de vivir su vida, lo que le queda de infancia-: abandonando los sets, apostando por una narración menos estructurada, aportando una mirada desencantada e inconformista sobre la vida -o si no miren la deconstrucción social de Doinel y su entorno, su ciudad-; en pocas palabras, un estilo propio y honesto y sin ataduras. Y desde luego, también en permanente búsqueda -porque esa palabra no se debe olvidar: seguir buscando, no conformarse, expandir los límites-. Es la energía nouvelle vague, supongo: las reglas no existen, y si existe alguna, está para ser rota; el estilo trasciende las reglas, va de la mano con la mirada.
  En fin, excelente filme es "Les quatre cents coups", un auténtico y honesto retrato sobre el abandono -o el cruel despojo- de la niñez, la difícil y no menos cruel entrada a la adultez, y la incesante búsqueda personal de un joven que debe luchar contra las directrices de una sociedad que no puede tener menor interés en él. Y quizás de más cuestiones que se me están escapando de la mente o, espero que no, no les estoy dando la suficiente importancia. En cualquier caso, imposible quedar indiferente ante las imágenes de Truffaut y su manera de transmitir todas estas sensaciones. ¿Y esa secuencia final? Memorable y mítica.
  Veamos qué le deparará la vida a Doinel. ¿Seguirá siendo el joven corriendo hacia un destino incierto o sentará cabeza?

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