martes, 11 de junio de 2019

Dead Man's Shoes - 2004


Director: Shane Meadows


Shane Meadows es el director de "This is England", seguramente su película más famosa o más conocida, y en la presente década apenas ha dirigido un documental musical y la continuación televisiva (extendida a lo largo de tres temporadas de tres o cuatro episodios cada una) de su más célebre obra.
"Dead Man's Shoes" es una película que me ha recordado a "Shotgun Stories", la opera prima de Jeff Nichols (por cierto, ¿en qué anda este director? ¿Sigue con su remake de "Alien Nation"?), y es que si bien cada una es dueña de una potente coherencia narrativa y estética, hay un sentimiento de fondo que parece sustentar, a su manera, cada film mencionado. Tal sentimiento es el dolor, o la desolación. "Dead Man's Shoes" nos cuenta la historia de una venganza, la venganza del protagonista, Richard (interpretado por Paddy Considine), el hermano de Anthony, expresión ("es el hermano de Anthony") que evoca imágenes de humillación, angustia y degradación, imágenes que, a su vez, auguran más violencia y dolor. Es en los zapatos de Richard, ese hombre muerto, muerto porque está vacío por dentro y ese vacío sólo es saciado con muerte, en los que el director quiere que el espectador se ponga. Rabia, ira, furia, combustibles que lo impulsan en esta senda fatal. Soledad, tristeza, desaliento, también presentes. Porque esta historia, cruda, sucia, tenebrosa sin efectismos, aterradora porque mira de frente a personajes con miedo y atenazados por la vergüenza y la destrucción, es de una atmósfera cargada de desesperanza y fatalismo, como la mentada obra de Nichols, y como aquella, dueña de un desgarrador lirismo (y de un sentido del humor que, eso sí, recuerda, sólo por mencionar a otro referente posterior, a la despiadada y negra acidez de un Ben Wheatley, quien también explora en los oscuros abismos del hombre). Con todo, una película de seres humanos, aunque cueste creerlo, o aunque sea redundante decirlo.
En cualquier caso, una película de la que no puedo decir mucho más porque todo radica en el poder de sus imágenes, en el poder de su relato, en el poder de sus interpretaciones, encabezadas por un magnífico Paddy Condisine como hombre vengador, en el poder de la punzante y turbadora ambigüedad moral que propone. Brutal.
Impresionante e imperdible.

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