martes, 10 de diciembre de 2019

Los reyes - 2018


Dirección: Bettina Perut + Iván Osnovikoff


Hola, hola, nos volvemos a encontrar. Hoy (vaya día: Día Internacional de los Derechos Humanos, celebrados con mucha pompa por el payaso ladrón, además de asesino y violador, que tenemos de presidente, con tan bajo nivel de aprobación que está claro que no lo quiere ni su apestosa familia -¡y sin embargo la oposición le aprueba sus leyes represivas!-; aniversario de la muerte del tirano asesino y narcotraficante; y día 53 -o así- de protestas ininterrumpidas de parte de la gente buena y, de parte de la gente mala, ignorante e inhumana -centroderechistas, derechistas y ultraderechistas y cualquiera que simpatice con  semejantes excrementos humanos-, nuevas pruebas de cuán bajo se puede caer moral e intelectualmente) fui a ver esta película, "Los reyes", lo último del tándem Perut-Osnovikoff, documentalistas cuya obra es una de las filmografías más interesantes de la cinematografía local, tanto en ficción como en no-ficción. Quería ir a verla el domingo antepasado pero no pude porque los pacos hijos de la gran paca y la conchadesupaca no dejaban pasar a nadie alrededor de La Moneda (el cine queda debajo del palacio presidencial, destruido, con presidente electo democráticamente y todo, por los militares y derechistas un 11 de septiembre de 1973, como todos saben), y recién hoy tuve tiempo para agasajarme con esta deliciosa película, película tan amena y sencilla como profunda, punzante y sumamente lúcida. Con un estilo observacional o contemplativo (similar al de su trabajo anterior, "Surire", y al estilo documental de Maite Alberdi -que acá es productora, en compañía de la dupla creativa-, si bien detrás del estilo hay metodologías diferentes: mientras Alberdi estudia concienzudamente, digamos, la escena, con espacio y personajes, para luego colocar la cámara y ponerse a grabar y contar una historia ya identificada, Perut-Osnovikoff han dicho que, al menos en este trabajo, todo fue más bien intuitivo, grabar y grabar material, captar esa realidad para, en el camino, ir identificando aquellos elementos que permiten construir un sentido crítico y de relato. Desde luego, la cuidada visualidad -composición, fotografía, dramatismo- podría despistar a cualquiera, como si no fuera documental sino ficción, como si los perros protagonistas fueran actores entrenados, sin embargo he ahí el poder del cine y del ya plenamente demostrado talento y visión de Perut-Osnovikoff), este documental retrata la vida, el día a día, de Fútbol y Chola, un perro y perra, respectivamente, de la calle, que han tomado por hogar el Skatepark Los Reyes. La querencia del Fútbol por tener algo en la boca, sea una pelota desinflada, una botella de plástico o una piedra, lo que a la larga le afecta en sus dientes (es un perro viejo, por lo demás). La forma de caminar, cada vez más dificultosa, del Fútbol, y sin embargo comportarse casi como un cachorro. En todo caso la Chola también es un ejemplo de vitalidad, si bien a ella la vemos algo más segura, una perra que hace lo que quiere, a la que no le vienen con cosas: la pelota de tenis es suya y qué tanto. Y bueno, que a la Chola le gusta perseguir ciclistas y otras personas movilizándose no con sus piernas y pies. Y sus costumbres, y sus hermosas miradas café, sobre todo la del Fútbol, como dije, perro viejo en cuyos ojos hay toda una vida revoloteando, con energía a la vez que parsimonia, un perro al que no le vienen con cuentos, aunque tiene un brillo de ingenuidad todavía, acaso eso sea la felicidad. Un perro y una perra callejera, con todo lo que eso significa: la vida libre, pero de carencias, vida acaso marginal, perros que viven en su propio mundo, a veces relacionándose con los humanos, pero a rasgos generales siendo invisibles para el resto, como una parte curiosa y simpática del paisaje, pero una parte como sin entidad, salvo cuando se vuelven una molestia. No es todo: en fuera de campo, apenas viendo sus siluetas, pero escuchando claramente sus conversaciones, los jóvenes que van a patinar, día y noche, y sus experiencias y lo que esas experiencias traslucen: desocupación juvenil (ni trabajan ni estudian), embarazo no deseado, consumo de drogas, familias disfuncionales, abuso policial (uno cuenta la vez en que los pacos le robaron su dinero, so riesgo de ser encerrado en un calabozo y acusado, falsamente, con pruebas falsas, de delitos graves), etc. Son diálogos divertidos, delirantes, como lo es a veces la vida del Fútbol y de la Chola cuando los vemos jugando con la pelota de tenis, de jóvenes que también viven de forma marginal, no en un sentido estrictamente geográfico o urbano, sino que invisibilizados, abandonados y maltratados por el sistema, con problemas que a ningún órgano gubernamental le interesa (siempre hay gente de a pie que hace sus esfuerzos, pero los que deberían garantizar y defender el bien común se hacen los giles), jóvenes que también son parte del paisaje y que salen a la superficie cuando son una molestia: cuando, no lo sé, se ven involucrados en un crimen, o cuando se cubren el rostro y salen a tirarle piedras a los pacos y de repente todos los condenan, los tratan de criminales, y nadie repara en la falta de oportunidades que tuvieron, en la nula ayuda a todo nivel (psicológico, social, educacional) que luego simplemente explota cuando ya no da más. Claro, estoy yendo un poco lejos en la lectura, después de todo "Los reyes" es un documental, claro, sobre unos perros simpáticos y unos muchachos que, en buen chileno, hablan puras weás. De que se pasa bien viéndolo, qué demonios, se pasa bien.
Gran película, agudo espejo de la realidad chilena que, aunque sea del año pasado, se siente dolorosa e intensamente vigente, y cómo no serlo, si llevamos tantos años en el mismo baile.

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