viernes, 25 de abril de 2014

La Niña Santa - 2004


Directora: Lucrecia Martel

  Segunda película de Lucrecia Martel, directora que conocía hace rato pero que no había llegado a ver sino hasta hace unos dias atrás, cuando tuve que preparar una presentación sobre ella y su cine en la universidad. A decir verdad, no me gusta ver películas obligado, ya sea por la universidad u otro tipo de autoridades o expertos en cine -si es que tal cosa existe-, por lo que al momento de ver las películas de Martel no me sentía muy alegre o motivado... aún así, La Ciénaga me gustó y me pareció una cinta muy bien lograda como conjunto. En cambio, La Niña Santa, aunque durante algunos momentos repuntaba notablemente, junto con tener una premisa interesante y que podía dar mucho de sí, a nivel general desaprovecha el potencial dramático, dando como resultado una película débil e insatisfactoria.


  Nuevamente en la provincia de Salta -en la frontera con Bolivia-, la acción transcurre mayoritariamente en un hotel, en el cual se hace un seminario al cual llegan una gran cantidad de doctores, cada uno para dar conferencias y cosas así. Dentro de todo este gentío, los tres personajes centrales son el reputado doctor Jano; Helena, que tiene un cargo administrativo dentro del hotel; y Amalia, hija de Helena, una chica religiosa que busca su misión divina. Durante el mencionado seminario, estos personajes se involucran más y menos dependiendo de la situación, pero siempre dando paso a situaciones que crecen en incomodidad y gravedad.


  Esta es una película de altos y bajos. Sin duda alguna. Lo peor es que la diferencia entre los altos y los bajos es demasiada, y de repente estamos ante momentos de gran tensión excelentemente logrados a otros donde lo que vemos es insignificante, sin la capacidad de generar interés alguno. Y, poniendo todo esto en la balanza, los momentos bajos son mucho más que los altos en cantidad -o minutos-. Pero lo que complica las cosas es que los momentos altos están muy bien logrados, casi haciendo olvidar los bajos en el momento en que son vistos. Pero, manteniendo la cabeza fría, y habiendo digerido mejor la película, me temo que la impresión final es que La Niña Santa es una película débil y plana. Sus buenos momentos son destellos dentro de un panorama donde lo insustancial es la fuerza principal.
  Además, la interesante premisa argumental se diluye entre personajes y situaciones varias que realmente no aportan al desarrollo argumental y dramático de la trama. Si tuviera que elegir, lo más interesante, de lejos, es lo que ocurre entre el doctor Jano y la chica Amalia; aunque Helena me caiga bien, su inclusión me parece que obedece a algo tan convencional como formar un triángulo de atracciones físicas y afectivas. Y, habiendo cuestionado la utilidad de Helena, la de su hermano me parece todavía menor, y para qué decir la utilidad de las sirvientas bolivianas o los otros doctores que tienen un poco más de minutos que los otros. De hecho, la mayor tensión que se siente está cimentada entre el doctor y la chica, y la influencia mutua cuando están cada uno por su cuenta; la madre, por otro lado, aunque tenga bastante minutos de metraje para ella, no logra generar algún tipo de tensión y opresión. Sólo está allí, entre medio de los otros dos -que es donde realmente se prenden los fuegos artificiales-, sin estar en conflicto con su hija, o con el doctor -eso es más bien un coqueteo inocente y caprichoso-.


  Ahora que me adentro un poco más en el cine de Lucrecia Martel, y comparando a esta película con la anterior de la directora, vale la pena destacar varios elementos en común como aquellas pequeñas diferencias que revelan una especie de depuración del estilo; y que sea para mejor o peor depende de cada uno, pero si me preguntan, fue para peor -aunque no quiero que suene tan devastador-. Lo primero que inmediatamente se nota es el rol que tienen los bolivianos, en una posición social inferior a los nativos argentinos de Salta. Y esto es complicado, porque siempre se tiende a caer en juicios de valor, pero es interesante la mirada de Martel, especialmente considerando que ella creció en Salta, viviendo el entorno que busca retratar en sus películas. Acá la relación es completamente normal, en calma y armonía. No está ese desdén que algunos personajes de La Ciénaga demostraban -como Joaquín o Mecha-, pero aunque haya respeto y cariño, el hecho de que sean mucamas o cocineros o cosas así delatan una crítica de parte de Martel bastante clara. Es lo que veo, tampoco vivo allá como para dar una opinión mejor fundamentada, pero me consta que la directora quiere que veamos que los límites sociales son más fuertes que las buenas intenciones y relaciones entre personas de distinta nacionalidad -esto tiene que ver con la idiosincrasia de cada país, pero estoy seguro que en cada uno siempre hay una mirada generalizada de los otros países y sus habitantes-.
  Junto con esta visión social, también está el crecimiento de una adolescente que comienza a despertar en varios sentidos -sexuales, filosóficos, etc.-, el envejecimiento y cansancio de una mujer más o menos mayor, y la relación entre ambos conceptos. En este caso, el detonante de ambos procesos es el doctor Jano, aunque argumentalmente el que está mejor desarrollado es el de la adolescencia de Amalia -el otro se toca a duras penas-. Es lo que llamaríamos un choque generacional, aunque tratado someramente.


  Los otros elementos en común son más bien formales. Por un lado, tenemos la estética única de Lucrecia Martel, dueña de un lenguaje que rompe con parámetros bien asentados en muchos cineastas de antaño y de ahora. Lo primero que es claro notar es que la directora no sigue esa regla de dejar un poco de espacio arriba de las cabezas de sus personajes, algo que ella considera una estupidez -algo que en las escuelas es intocable, y que a mí me trajo no pocos problemas por no dejar ese aire en algunos ejercicios-. En la misma línea, a Martel no le importa que sus personajes queden cortados en cualquier parte del cuerpo; pueden salir y entrar de cuadro sin que la cámara esté en la obligación de seguirlos para "informar" mejor al espectador de qué es lo que ve. No te la dejan tan fácil. Por otro lado, el sonido vuelve a estar notablemente construido, generando, en los momentos altos o álgidos de la cinta, una opresión y confusión enfermiza. Y por último, están todos estos elementos abarrotados en pantalla: escuchamos muchos sonidos al mismo tiempo, y vemos muchas cosas dentro del plano, que siempre busca esa inmundicia y suciedad en la cual los personajes deben moverse, como si ese entorno inmundo explicitara como es la vida que llevan por dentro y por fuera.
  Sin duda, lo mejor de la película se debe a la estética desplegada, y no tanto a los alcances argumentales y morales de los acontecimientos importantes.


  ¿Lo mejor? Los momentos de "roce" -que ya van a notar cuales son-, los momentos donde el roce no es tan físico sino más interior, y todo el tramo final, realmente agobiante. Pero, como digo, son momentos.
  La gran debilidad de la película es que no cumple lo que promete. Por ejemplo, si tomamos en cuenta La Ciénaga, el gran acontecimiento que desencadenaba lo demás era la caída de Mecha, provocándose heridas en el pecho. En ese instante ya veíamos la indiferencia afectiva que la familia se tiene -por más que corrían para ayudarse-, y cimentaba la base de la dinámica familiar que luego veíamos desarrollarse de una manera no narrativa. Por el contrario, en esta película la primera situación de roce promete todo un juego de atracciones que no se desarrolla apropiadamente, ya que por más que parezca que vemos una historia con una estructura clásica y mejor desarrollada, se queda ahí, en ese primer momento de roce. Puede que haya otro más, o que la atracción crezca un poco, pero las cosas realmente no avanzan. Hay momentos de tensión bien logrados, pero la historia no avanza, no arranca luego de ese roce. Curiosamente, durante el tramo final se vislumbra una especie de ascensión dramática que prometía momentos infartantes, pero justo cuando la tormenta parece que se va a desencadenar, la película termina. Claramente, es un movimiento hecho a propósito, pero dudo que funcione. La cosa es clara: nos presentan una situación complicada que luego se deja ahí tirada, para luego tomarla cerca del final y no terminarla. Si la película tiene una confusión e incomodidad audiovisual que contagia al espectador durante unos cuantos momentos, el final te deja aún más confuso. No hay final, y no creo que eso me haya gustado. Estuve toda la película esperando a que ese primer roce pasara a cosas mayores -porque eso es lo que la película misma nos ofrece y promete-, y al final te dan un portazo en la cara y un gran "¡JA!" que te deja atónito -en La Ciénaga nos ofrecían disputas familiares y eso era lo que veíamos, lo que la hacía una buena película-.
  En definitiva, el gran error de La Niña Santa es contar una historia claramente clásica en su estructura narrativa, pero de una manera no narrativa.

  Bueno, en fin... La Niña Santa es una película planita y flojita, con una interesante premisa que no se desarrolla apropiadamente, y que ni siquiera se termina de tal forma. Hay grandes momentos de tensión, pero se cuentan con los dedos de una mano. En general, realmente no pasa nada. Un movimiento por aquí por allá, pero no es más que lo que al principio vimos en algunos destellos. Y para rematar, la atmósfera es anodina e incluso soporífera.
  Mal.

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