lunes, 21 de abril de 2014

The Girl from Monday - 2005


Director: Hal Hartley

  Ya entrando en tierra derecha de esta retrospectiva del cine de Hartley, llegamos a su décima película, luego de dieciséis años de carrera. En este caso, Hartley vuelve a filmar en digital, haciendo uso de una nueva estética propia de este soporte, tal como se había visto en The Book of Life, película con la que comparte muchas similitudes, tanto que para mi estamos ante un díptico sobre el fin de los tiempos; o al menos, sobre la decadencia y decrepitud de la sociedad y quienes la inventaron. El creador siendo destruido por su creación, nada menos. Con todo, debo decir que terminado el visionado de esta rareza, no quedé muy emocionado ni satisfecho. Al igual que en Flirt, Hartley tiene muy buenas ideas, pero no logra llevarlas a buen puerto. Veamos a continuación lo demás.


  Como estamos en el párrafito en el cual expongo, brevemente y sin destriparles nada, el argumento de la película correspondiente, les voy a decir, ni más ni menos, de qué se trata The Girl from Monday, aunque en este caso es menester, antes de continuar, meterlos en contexto. Esto último es algo que el personaje protagonista del filme se encarga de hacer en sus narraciones, y como no tengo contemplado arruinar su función, no mencionaré los pequeños detalles de este desolador mundo que Hartley ha creado, salvo los importantes. Primero, las sociedades -al menos la estadounidense, donde todo ocurre- está totalmente dominada y consumida por los valores de mercado, encargados de hacer que todos vivan para gastar cosas innecesarias con tal de seguir enriqueciendo a las grandes corporaciones. Segundo, el ser humano ha logrado llegar a otros planetas además del que nos adueñamos.
  Dentro de todo esto, Jack Bell -interpretado por Bill Sage, habitual de Hartley-, quien trabaja en Triple M -una gran corporación-, se cuestiona y reflexiona en torno a los valores que la sociedad ha aceptado, y la gran caída moral y humana que es vivir, básicamente, en torno al culto al dinero.


  Primero que todo, pienso que es importante constatar y dejar en claro cuál ha sido la particular mirada que tiene Hartley del universo a lo largo de su fascinante filmografía. A modo de resumen: en su opera prima podemos ver al Hartley más alegre y optimista de la vida, porque aunque queda latente esa eventual destrucción de la realidad en que vivimos, la relación surgida entre Audry y Josh llegaba a buen puerto; luego en sus obras posteriores, que van de Trust hasta The Book of Life -incluyendo cada película hecha durante este período-, la mirada de Hartley se tornaba más oscura y pesimista, y, para ser sinceros, bastante realista. En dichos filmes, al menos bajo mi mirada, Hartley nos narraba las historias de personajes que viven en un mundo camino a su (auto)destrucción, dominado por un caos que no obedece a los deseos individuales ni sociales; por lo mismo, casi todas terminaban con, si bien no horribles, situaciones adversas y no deseadas por los personajes. Además, la descripción de los humanos de Hartley hacía una clara diferencia entre los idiotas y condicionados que creen vivir aunque realmente deambulan, y los incomprendidos que creen deambular pero realmente viven porque nada los domina. No Such Thing, el estupendo filme anterior al de hoy, es mucho más radical y extremo en los planteamientos anteriores, retratando a la humanidad y al mundo entero como algo de naturaleza avasalladoramente impía, contra un incomprendido cuya salida es desear con fervor dejar de existir dentro de esta jungla asesina. Vemos, en pocas palabras, al humano exterminándose.
  ¿Cómo es su mirada en The Girl from Monday? Realmente, mucho más oscura y cruel con el humano -incluso más que Rust, de True Detective-.


  Bueno, para empezar y dejarlo bien claro, en este filme los humanos prácticamente no son humanos -considerando la acepción de humano que tenemos-; tan sólo siguen las órdenes dadas por Triple M para comprar y comprar aquello que la corporación quiera vender. La sociedad se fue al carajo, no en el sentido de que no haya orden o la trama suceda en un entorno apocalíptico o posterior a ello, sino que porque la gran mayoría de las personas que conforman la sociedad retratada carecen de aquello que se supone tienen las sociedades modernas -y mayormente occidentales-: sentido de comunidad a nivel general. Claro, las personas siempre van a pelear entre ellas, divididas en pequeñas comunidades y/o facciones que se consideren mejor que las otras, pero al menos todas las facciones se consideran seres sociales y consuetudinarios que buscan, se supone, el bien común. Hartley nos muestra a personas dominadas, así de simple. Los pocos que tienen una propia personalidad son buscados y mandados a otros planetas para no molestar lo que Triple M construyó. En otras palabras, Triple M fabrica títeres que compran lo que sea que ellos creen. Los demás son basura.
  Llegando a un lugar más profundo, Hartley nos dice que, este mundo dominado por el mercado -que es lo único importante-, es otra simple invención del hombre, en su eterna estupidez de crear, por su propia mano, aquellos elementos que nos limitan y finalmente nos conducen a la destrucción y/o extinción. El mercado y la sociedad, o la sociedad del mercado, o el mercado social, no son más que formas que tiene el humano de auto-limitarse. Si de por sí ya somos limitados -llegaremos a ello, ya que es otro punto que trata Hartley-, inventamos otra limitación más, al imponernos nociones de orden dentro de un mundo y universo que tiende irrevocablemente al caos. Para peor, luego, dentro del orden social, inventan la economía, la ley, y quien sabe qué cosa más. Cada vez hay más cosas que buscan condicionarnos a ser de determinada forma; en este filme, a ser compradores compulsivos sin cerebro.


  Como si lo anterior fuera poco, llegamos a un nivel más hondo, y que tiene relación con una frase que nuestro protagonista menciona reiteradas veces a lo largo del metraje: "Es un largo descenso" ¿Un largo descenso a qué? Es aquí donde Hartley se pone mucho más radical y anti-humano. Ya dije que para Hartley la sociedad -y luego la economía y el orden y esas cosas- es una limitación auto-impuesta que evita que, en el fondo, seamos individuos; el error es pensar que es mejor ser parte de algo social que ser un sujeto primeramente individual, algo que se pierde totalmente una vez que Triple M convierte a todos en muñecos sedientos de productos. Pero, además de esta limitación, hay otra más, y esa es el cuerpo en que vivimos, la carne. Para Hartley nosotros somos seres que trascienden lo físico, somos algo sustancial. Somos nuestro pensamiento, algo ilimitado que se ve limitado por nuestro cuerpo, cuerpo que nosotros elegimos tener -no literalmente, sino bajo la premisa de que no somos humanos si no tenemos un cuerpo que lo demuestre, como en Her, donde la voz de Johanson no era considerada humana porque era un sistema operativo sin cuerpo, a pesar de tener consciencia-. Entonces, de ese estado sublime en el que inicialmente nos encontramos -aura, pensamiento, ser, consciencia-, nos volvemos carne, y luego nos volvemos menos que carne: muñecos del dinero. Claramente, un largo y triste descenso. Pasamos de ser ilimitados y trascendentales a monopolizarnos en carne, cosa típica del hombre . Es el lamentable destino indeleble de la humanidad, del cual somos los únicos culpables; Hartley nos dice que el humano es el creador de sus ilusiones y desgracias, marcadas a fuego por esa lucha perdida entre la individualidad y el mercado -lo más bajo de lo bajo para este genial autor-.


  ¿Cómo cuenta eso Hartley? A través de los ojos de Jack Bell -el sujeto que trabaja en Triple M-, quien nos da su opinión del mundo creado, siendo este personaje símbolo de nuestro conformismo a permanecer en un estado que no satisface a nadie; a través de los ojos de un joven estudiante miembro de la resistencia a esa monopolización, claro simbolismo de esa ingenuidad en pensar que no seremos finalmente consumidos por la gran máquina; y a través de los ojos de la chica de Monday, la extraterrestre que llega y que sufre eso de convertirse en un humano integral, miembro del mercado social. También hay un par de ojos más, pero no es necesario nombrarlos.
  Como ven, este es el filme más denso de Hartley, pero no el mejor logrado. Sin duda, discurso y visión personal no le falta, pero los distintos personajes y sus conflictos no alcanzan a ser suficientemente bien desarrollados como para hacerle justicia a esa particular visión que tiene el autor. Incluso me atrevo a decir que la narrativa en este filme es un tanto torpe, ya que teniendo tres grandes puntos de vista, el paso de uno al otro no es prolijo. Lo que sí debo salvar es que, bien entrado el metraje, la unión de estas tramas se logra hábilmente; antes de eso, cada historia por separado carecía de fuerza narrativa. Por sí solas, cada trama es bastante débil, les sienta mejor la unión.


  Estéticamente, al igual que en The Book of Life, vemos numerosas veces largos pasajes que se asemejan notoriamente a lo que es el ensayo filmado, algo que me encanta. Una sucesión de imágenes que adquieren otro sentido ulterior de acuerdo a lo que el protagonista nos narra. Además de ello, y tal como Hartley lo hace en sus películas en digital, vemos muchos planos holandeses, imágenes borrosas, velocidades varias, sobreexposiciones de iluminación, congelado, entre otras técnicas que conforman una  fotografía feísta que, sin embargo, funciona -nadie puede negar que hay imágenes llenas de belleza y poesía-. Le da ese aire de rareza coherente con el relato filmado.
  Nuevamente, elogio efusivamente el final, mucho mejor que gran parte del relato. Tiene todo lo que tienen los otros finales de Hartley: concluyen la historia, son emocionantes, y además instalan una pregunta que te deja con una incógnita cuya respuesta probablemente no se encuentre fácilmente -un poco en los minutos anteriores, y otro poco aportado por la propia reflexión-. Para Hartley, sus finales no son finales propiamente tal, tan sólo son nuevos comienzos, continuaciones que nunca veremos. Este final en particular es bastante desafiante, y que aporta a esa densidad mencionada.

  En fin, The Girl from Monday es una película muy personal, como todo lo de Hartley, quien deleita con sus miradas y posiciones filosóficas, cosa que es de agradecer. Lamentablemente, toda esa visión queda sin desarrollarse bien porque la trama en sí, durante largos pasajes, queda atrapada, sin avanzar precisamente a donde Hartley quiere llegar. Lo mejor es, sin duda, el inicio y el final. Es lo mejor logrado audiovisualmente, y también donde queda mejor colocado todo el asunto filosófico. El problema es que quiso poner mucho en muy poco -palabra que considera el metraje de 80 minutos, y las tramas que son bastante débiles-.
  Al igual que Flirt, me atrevo a decir que The Girl from Monday es otro tropiezo de Hartley, pero no una caída. Y lo mejor es que no es un tropiezo feo, tan solo reprochable. Nada grave.
  Como sea, vale la pena hacer una acotación: aunque Hartley me parece un autor sensacional, y comparto esa realista mirada que tiene del universo, me temo que en este filme se va muy al extremo. De todas formas, respeto mucho sus planteamientos, ya que, sin importar cuán de acuerdo esté con él, siempre albergan  cierto grado de verdad. Aunque, como digo, en este caso difiero un poco de su mirada sobre la utilidad del cuerpo, que puede llegar a ser algo hermoso. Pero no es algo que valga la pena decir, mejor concentrémonos en Hartley, el es el maestro y genio.

___________________Lluvia de capturas___________

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