domingo, 9 de noviembre de 2014

The Limey - 1999


Director: Steven Soderbergh

   No es que quiera añadirle fuegos artificiales y hacer un brindis al respecto, pero hoy se cumple un año desde los comienzos de este blog, o mejor dicho, del recomienzo. Un nueve de noviembre, mismo día en que cayó el muro de Berlín hace más de veinte años. Sería banal comparar la importancia de ambos acontecimientos, pues ya sabemos cuál es el que supuso la gran unión de una sociedad dividida por otros, pero no podemos negar que el cine también es capaz de unir personas -como muchas cosas, en realidad-. Con respecto al primer aniversario de este blog, no diré que "nunca pensé que todavía estaría vivo en esta aventura bloguera", ya que en mi caso no aplica pues desde el inicio que pretendía -y pretendo aún- no parar en ningún momento. A veces caen depresiones blogueras, pero el tiempo -un par de días- demuestra que son insignificantes y que es mejor seguir viendo y comentando películas, pues no hay mejor cura que esa. Desde esos comienzos timoratos, breves y no muy bien escritos -a veces me da un poco de dolor estomacal releer un par de entradas antiguas-, he llegado hasta el día de hoy, cuando ciertamente tengo algo más de seguridad al escribrir mi opinión, con más decoro y una escritura algo más depurada -lo digo con modestia: la autocomplacencia nunca (me) ha llevado a ningún lado-. Admito que a veces me pongo ampuloso y que me extiendo bastante, pero qué se le puede hacer, el cine exhalta mis pasiones y escribir al respecto siempre es un gozo -hasta que toca leerme, claro-; y más importante, la gracia es escribir todo lo que uno crea necesario.

  En fin, Cine en tu cara me ha ayudado mucho a mejorar en varios aspectos que espero seguir mejorando para que los pocos que me lean -gracias de nuevo- tengan una experiencia agradable y, mejor aún, descubran películas y se animen a verlas, escriba bien o mal de ellas. Porque esa es la gran lección de todo: cada uno elige qué ver y qué opinar, y nadie debe intervenir en ello. Para mí es tan personal que decir "ve esa peli y ésta no" es como decirle a un hijo/a con quién salir y quién no. No corresponde.
Pero ya es hora de parar e ir a lo que nos ocupa: el cine. No pensé que "The Limey" iba a ser la película que comentaría en este primer aniversario, pero como he estado ocupado este último par de días y no he podido ver mucho, decidí darle un segundo visionado a esta corta cinta de ochenta y algo minutos. Es un interesante visionado, claro que sí, pero al ser el segundo, ahora me permito ver cosas que antes no había apreciado, lo que contribuye a que en esta ocasión no haya quedado particularmente emocionado como la primera vez.


  Wilson es un inglés que llega a Estados Unidos, específicamente la ciudad de Los Angeles, a investigar la muerte de su hija Jenny. La verdad es que la cosa parece estar clara: la versión oficial de la policía señala que la chica murió en una accidente automovilístico, acaecido en las sinuosas calles de Mulholland. Desde luego, Wilson no se cree ninguna palabra y llega, como ya he dicho, a encontrar respuestas, ya sea de manera diplomática o sacándolas a la fuerza: Wilson llega a arrasar con lo que se interponga en su camino a la verdad.


  El tiempo no pasa en vano, y bien que lo diga yo con este primer aniversario que ha ido atestiguando la manera en que cambio mi estilo al expresarme, o "The Limey", que la primera vez me pareció prácticamente una genialidad y ahora aterrizó bastante sus cualidades. Esto me dice otra cosa, o mejor dicho, la reafirma: es bueno que comente películas recién vistas, pues si escribiera apelando a mi memoria, es probable que muchas imprecisiones e impresiones inexactas se escribieran en las páginas de este blog... ya saben: el pasado se deforma tanto con el paso del tiempo... Ahora considero que "The Limey" es, cuanto mucho, una película interesante y, en cierta forma, curiosa; pero no realmente excepcional... quizás buena, desde luego que correcta, pero no inolvidable. Esto último me apena un poco pues realmente consideraba ésta como una de las películas de Soderbergh que valía la pena rescatar para, principalmente, reivindicar a un director que a mí me gusta pero que, para mi sorpresa, tiene no pocos detractores. En fin, "The Limey" no servirá para dichas intenciones.
  Comencemos con el escrutinio, entonces.


  La trama: hombre que investiga la muerte de un sujeto femenino importante para él, muerte que no es lo que parece y que, en realidad, es la puerta a mundos más sórdidos e infernales. No es tan así en el caso de "The Limey"; digo, sí, hay gente mala y violenta y que no duda en jalar gatillos, pero no se nos abre una red de criminalidad ni corrupción a gran escala... tenemos lo típico: asesinos a sueldo, gente que hace negocios sucios, gente que hace negocios legítimos pero moralmente sucios, etc. Es un mundo, Los Angeles, con mucho esplendor pero también muchas sombras y lugares oscuros. En consecuencia, la trama de la historia es repetida, ya vista antes en innumerables ocasiones, pero sin ser esto algo realmente malo, pues la gran gracia de las películas no es la premisa sino el relato, la capacidad narradora del guionista y director -yo prefiero que ambos sean la misma persona-.
  "The Limey" tiene una interesante manera de enfrentar dicha premisa: no del misterio por resolver sino de la respuesta que encontrar, mejor dicho sonsacar. Esta decisión ayuda mucho a las intenciones de la película, pues al evitar tener que estructurarse de manera más clásica, esto es dando pistas y sospechosos y epifánicos momentos de lucidez, se permite que la acción se centre en Wilson, el inglés mala leche que quiere saber por qué murió su hija -recuerden: no el cómo ni el quién-. Debido a esto, la expectación no nace del qué descubriremos sino del qué hará este hombre, que por lo demás está muy bien desarrollado y actuado. Y como podrán adivinar, las acciones que emprende son poco menos que geniales, todo un badass que tampoco tiembla en jalar el gatillo y dejar un par de cadáveres y un caminillo de espesa sangre de escorias. El relato se ajusta a la personalidad de Wilson, esto es ir a tranco arrollador y sin ninguna maldita duda -y Wilson, en cierta forma, le da nombre a la película: "limey" es una palabra despectiva para "inglés", si no me equivoco-.
  En pocas palabras, la historia está bien ubicada y bien narrada. Tenemos al señor que quiere saber qué pasó y que se abre paso a través de fachadas para ver la verdadera cara de todo. Este camino es coherente y convincente, pero por sobre todo sencillo y director al grano, preciso y conciso. No es un relato que se extienda ni se vaya por las ramas, y aunque no puede eludir el inevitable toque redentor, no es algo cursi ni que invada lo realmente esencial del relato: el camino para sonsacar respuestas. Frase para el bronce: lo esencial de "The Limey" es el cómo se sonsaca la respuesta, no la respuesta en sí, incluso cuando ya sabemos que la respuesta mueve los hilos de la acción y del protagonista -en desmedro de un misterio-. Pero esto sirve para ilustrar las diferencias entre lo que mueve un relato y lo que lo sustenta, lo justifica. "The Limey" logra unir ambas vertientes, acertadamente centrándose en lo de sonsacar respuestas, lo realmente interesante.


  Ahora bien, aunque tiene una historia con un buen enfoque, poco más nos puede ofrecer "The Limey", pues dicha historia tampoco destaca por su potencia narrativa y/o emocional, ni tampoco por algún componente sustancial que rescatar. Como he dicho, una historia directa al grano que luego del fin no hace mucho por quedarse en la mente. Se podría destacar el montaje de la película, sin duda de lo más interesante: aunque no deja de ser un relato lineal, se interponen imágenes del pasado, del presente de la historia, y otras de más adelante que, desde luego, no las reconocerán hasta que las vean en ese futuro; además, también hay imágenes de "Poor cow", la opera prima de Ken Loach en la que actúa Terence Stamp, el inglés mala leche de ahora. Es interesante cómo el background de "The Limey" parece ajustarse a los archivos de "Poor cow", pero tampoco es que se cree una gran o poderosa atmósfera de nostalgia, como pretendía Soderbergh y su montajista. En términos de lenguaje cinematográfico, aunque hayan claras intenciones e indicios de experimentación -nada muy extremo, gracias al amor de todo lo que es bueno-, la función final de todo no logra trascender más allá de generar extrañeza, la cual nace tanto del montaje como de la actuación de Terence Stamp como de la banda sonora de Cliff Martinez como de la interesante dirección de Soderbergh. Y digo que "The Limey" tiene poco más que ofrecer pues a pesar de las interesantes labores recién descritas, su peso es liviano y no ayuda a que la película tire raíces en la mente, teniendo madera para lograrlo, teniendo madera incluso para ser una película de culto. "The Limey" pudo haber sido una gran película, y eso se nota en cada fotograma, cada secuencia.

  En el fondo, lo que quiero decir es que como conjunto "The Limey" está bien hecha, con sus elementos correctamente utilizados en función de la película y su tono, pero que tampoco va a destacar en ninguno de los mismos, pues lamentablemente pareciera ser que "The Limey" se hizo a sabiendas de que iba a pasar desapercibida y que no muchos la iban a ver. Como si la hubieran hecho por cumplir, claramente haciéndolo bien y con esfuerzo, pero no con gran dedicación. Es una lástima porque "The Limey" es una buena película a la que personalmente le tengo cariño, y que claramente necesitaba más pasión a la hora de ser hecha, no de parte de Stamp que está genial, sino que principalmente de los valores productivos y hasta del guionista y del director, respectivamente correcto e interesante, pero no mucho más: no es suficiente.

  En conclusión, esa es la frase que mejor describe mi sensación para con "The Limey": no es suficiente. No estoy satisfecho con ella, pero no niego sus cualidades. La recomiendo, pero también aconsejo que la vean con cautela. Algo es seguro: la pasarán bien por largos pasajes.
  Y así comenzamos otro año bloguero, esperando que Cine en tu cara dure hasta el fin de mis tiempos, siempre seguro a la vez que contradictorio en mis opiniones... es parte de mi ser, jaja. Nos seguimos leyendo.

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