martes, 26 de marzo de 2019

Suspiria - 2018


Director: Luca Guadagnino


"Suspiria", de Luca Guadagnino, por fin se pudo ver en la más reciente edición del Festival de Venecia, donde compitió por el máximo galardón (en compañía de un grupo de películas que bien podrían haber integrado la Selección Oficial - Palma de Oro del Festival de Cannes), si bien el presidente del jurado, Guillermo del Toro, premió a su compatriota y amiguísimo personal Alfonso Cuarón, detalle en el que nadie quiso reparar demasiado. Liberada la mala leche acumulada al respecto (ni hablando de "Roma" mencioné tal asunto), hablemos de esta película, rodada en 35mm y nueva versión, expandida y perfeccionada, de aquel film dirigido por Dario Argento.
Esta "Suspiria" me ha parecido una película extraordinaria y me ha encantado. Yo me dejé llevar principal y primordialmente, sin ignorar en lo absoluto los variados temas que propone (opresión política e institucional, que siempre deviene en otros tipos de opresión; maternidad y relaciones filiales o de poder; memoria, culpa y olvido...) y que enriquecen su relato argumental, por este conjunto de intrigas y secretos y misterios en torno a un grupo de brujas que se encuentran preparando un gran aquelarre (con ciertas fricciones internas) y el grupo de jóvenes bailarinas que, deslumbradas por estar entre la crème de la crème del baile o la danza, ni se dan cuenta con la chichita que se están curando, si bien una o dos muchachas perciben que hay gato encerrado. Sin ser una película de terror propiamente tal (del mismo modo en que, por ejemplo, "The Neon Demon" tampoco lo es; lo que cualquiera medianamente informado sabría, de ésta y aquélla), "Suspiria" más bien es una propuesta atmosférica, de perpetua inquietud, que escenifica a través de su tétrica y tenebrosa (y entretenida) imaginería visual y dramática (brujas, hechizos, rituales), el conjunto de temas-obsesiones que representan personajes y conflictos. La trama tampoco es tan compleja como aparenta, pero al menos le mete malicia y contenido a la película original; está magníficamente escrita y rodada (sus dos horas y media ni se sienten), amén de su preciso uso del suspenso, del ritmo y el tempo, y su no poco desparpajo para los excesos y el humor negro (que no contraviene su elegancia formal y narrativa); y, por lo demás, tiene su buen puñado de imágenes y escenas impactantes-memorables-sensacionales (el ritual final es de locos). En suma, me ha parecido una interesantísima e inteligente interpretación de la mitología creada por Argento y Daria Nicolodi. Y aparece Ingrid Caven, actriz alemana que alguna vez estuvo casada con el gran Fassbinder y que, por supuesto, actuó en varias de sus películas primeras.
Una muy buena película, en definitiva, qué demonios.

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