miércoles, 6 de marzo de 2019

Je ne suis pas là pour être aimé - 2005


Director: Stéphane Brizé


Esta película es otra historia tan delicada e íntima como enormemente sencilla, carente de afectación o pomposidad, pero plena de una deliciosa sinceridad. Como en la que comentamos ayer, Brizé, primero que todo, construye una vida, una forma de ser, que puede ser plena o amarga, pero que ya tiene su configuración hecha, su rutina, y así transcurren las cosas hasta que los accidentes pasan, acá no pasa mucho, nuevamente un enamoramiento que se suma a las otras actividades de la vida, a su flujo vital, al trabajo, a las visitas al padre, a ir a la casa y prepararse un pan y mirar por la ventana y dormir, y aguantar las palabras hirientes y tragarse el dolor y buscar ojos suaves y hasta una que otra caricia porque el cuerpo no puede ser huérfano de sentimientos ni sensaciones. El asunto comienza cuando el protagonista, que trabaja llevando órdenes de pago dictados por tribunales a personas que no pagan la renta y esas cosas (trabajo no muy grato: a veces llueven insultos; en otras ocasiones, un embargo deja personas pendiendo de un hilo sobre un abismo de incertidumbre), se inscribe en unas clases de tango y comienza una amistad con una mujer que se va a casar con un escritor bloqueado, medio calvo y gordo, y ya la vida no es tan amarga o gris, bailar con ella es un bello escape y nuevamente las melodías de la música unen y guían el flujo de sueños y deseos, y ella, que se va a casar, se siente atraída por él, algo de él le gusta y eso que el tipo no es un seductor, un galán, pero algo tiene, acaso sea honestidad, pero en fin, en la vida hay de todo, cosas bellas y cosas malas, gente buena y gente mezquina, anhelos y resentimientos, y qué puedo decir que no haya dicho ayer. No son la misma película, claro, pero Brizé ya demuestra dominio y madurez con su naturalidad, de exquisito buen gusto, con dejar que la acción misma se desenvuelva sola, que los personajes sean libres, y que el espectador sea quien se una a ellos. No es sólo una historia de amor; acaso sea un slice of life; también hay interés social, nada muy marcado, pero presente, y, desde luego, es nuestra mirada la que interpreta lo que sucede frente a nosotros. Y no, a veces no se puede dejar que las cosas pasen frente a uno y se pierdan para siempre...
Otra pequeña historia de gran humanidad.
Muy bella película...

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