viernes, 12 de abril de 2019

The Hustler - 1961


Director: Robert Rossen


Paul Newman es Eddie Felson y su gran objetivo es vencer a Minnesota Fats, interpretado por Jackie Gleason, pues se dice que es el mejor en lo suyo y que no sabe de derrotas hace años, largos años. No estamos hablando de vaqueros ni pistoleros, tampoco del viejo y salvaje oeste. Hablamos de jugadores de pool y de una época, entonces, contemporánea o actual. De bares-salones de pool en donde todo se detiene alrededor de una mesa de billar y sólo se mueven quienes demuestran qué tan buenos son, ignorando si es de día o de noche, si han pasado horas o incluso días, o si alguien bebe solitario y melancólico en otro tugurio cercano aunque eso ya a nadie le importe. Pero esto se trata de Eddie Felson, que quiere vencer a Fats y no puede y no lo logra y se obsesiona con lograrlo y sólo existe eso, el sueño de ser el mejor, y se habla de ser un perdedor y de ser un ganador, las teorías sobre una u otra cosa variando según quien las formule, quizás lo único que a uno lo hace sentirse más genuina y auténticamente humano que nunca es la derrota, perder, a fin de cuentas qué se saca con ganar, la verdad es que no lo sé, no sé nada. Aparte de lo maravillosa y magistral que es esta película (dirección, cinematografía, tempo, interpretaciones, guión, narrativa, lo que se les ocurra), hay algo profundamente triste que me ha dejado cierto nudo en la garganta, "The Hustler" me recuerda un poco o mucho a "Lonely Are the Brave", qué es lo que persigue cada uno y lo difícil que es saberlo y más aún conseguirlo, alcanzarlo, realizarlo, porque todo no es suficiente y quizás eso sea bueno pero también malo a la vez, quién puede estar tranquilo, en todo caso, cuando quiere algo que nadie más o cuando no se quiere lo que los demás desean, porque el mundo está hecho para derrotar a los soñadores, a los ilusos, a los idealistas y a quién demonios le interesa ser mejor o gobernar sobre un mar de hombres mezquinos, alevosos, ominosos, perversos, pequeños, arrimados a sus billetes y sus bravuconadas y sus finitas posesiones. Entonces, de qué sirven los sueños cuando conducen a la nada. En cualquier caso no puedo estar a la altura de esta película, pero antes de irme debo también elogiar el magnífico rol de Piper Laurie y su también magnífica interpretación, sus escenas con Newman me parecen tan buenas como las que éste sostiene con Gleason, pero el terreno sería distinto: uno es la vida real, dura y agria e incluso aciaga, el otro será el escenario, la falsa gloria, los sueños como espejismos efímeros, convirtiéndose en polvo, en vil polvo. Los diálogos entre ella y él, cargados de amargura y afecto, de desesperación e ingenuidad vital, siendo más reales que nunca pero inevitablemente mintiéndose al mismo tiempo, a quién quieren engañar, la noche devora al buscavidas.
Obra maestra.

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