lunes, 1 de julio de 2024

Se7en - 1995

Director: David Fincher


Uno podría mantener la saludable costumbre de ver una película al día en un cine. Teniendo el Normandie, el Alameda, El Biógrafo, incluso algo en los cines de centros comerciales, la oferta es variadísima entre estrenos y, desde luego, películas de todas las épocas y todos los géneros. Sacando cuentas, la cosa se complica un poco, a menos que uno dedicara gran parte de su sueldo al visionado de películas en pantallas grandes. 165 dólares en entradas al cine. En transporte es otra cosa. Como está el pasaje, para ir al cine y volver a casa, 55 dólares. No es imposible, y sería una vida re linda, ¿no? Sumado a las lecturas gratis gracias a Bibliometro y la Biblioteca Nacional (que he estado comentando en Calamari Attitude, mi otro blog, vayan), una vida llena de historias y narraciones. Pero para tener dinero hay que trabajar, y entre medio a mí me gusta ir a la piscina, la natación es imperdible para mí. Y entrenar también, en casa, con mi mini gimnasio a medida que me armé con mi sueldo de bartender mientras laburé en ello. ¿En qué momento de las 24 horas del día se coordina todo eso? E imaginen si tuviera novia, oh por dios; las relaciones son demandantes, este solitario muchacho tuvo varias en estos años de trabajo (y algo llegará cuando encuentre otro trabajo más cómodo a como quiero que sea mi vida, una vida sin mujeres no se puede). Pero mal no estaría, ¿no? Una vida así, qué me dicen.

Como sea, el otro día fui a ver "Se7en" al Normandie. La película que lanzó a David Fincher a las grandes ligas. No la había visto. Conocía lo de la caja eso sí, pero lo bueno es que no conocía el desenlace, endemoniadamente tenso, por lo que de igual forma me sorprendí con esa conclusión tan devastadora. El resto es una película magnífica: un tétrico y fatalista thriller, con sus vibrantes toques de horror movie, sobre dos detectives a la caza de un asesino en serie, que para sus crímenes eligió la temática de los siete pecados capitales, tan presentes en nuestras vidas, en nuestras sociedades. Una película con una puesta en escena brillante, potenciada a la perfección con la dirección de fotografía de Darius Khondji, para crear esta malsana atmósfera, sombría, siniestra, intensa, como un silencioso bicho que te camina por la espalda. Fincher se maneja en las escenas de acción, en las de misterio e investigación, en la calma y en la tormenta, en la ilusión de alegría y en la desesperación más lacerante, en la dirección de actores de un reparto en estado de gracia (Kevin Spicey se apodera de todo -y ese grito que te deja con los pelos de punta-; Brad Pitt saliendo airoso de ese exigente y complicado final; Morgan Freeman en una interpretación compleja pero sutil; y Gwyneth Paltrow, también muy certera y honda en su labor), en poner en imágenes el retorcido guión de Andrew Kevin Walker, que como suele ocurrir en los casos en que un escritor que se abre el estómago con su pluma y escribe con la sangre y las tripas que le salen de adentro, no ha vuelto a alcanzar las cotas de calidad de "Se7en". Y no era fácil poner en imágenes una atmósfera tan de pesadumbre, tan pesimista, tan decepcionada y desilusionada con el mundo sin caer en la caricatura o en el lamento fácil y autoindulgente, porque es fácil tirar mierda a lo que no te agrada, pero acá dan en el clavo y meten el dedo en la llaga: los males de la sociedad provienen y se pierden en este mar de apatía; la humanidad, gris y deprimente como la vemos, se va al infierno no por asuntos de índole moral si no más bien existencial, o algo así he querido interpretar. Cuando nada te importa es cuando el orden se resquebraja, es cuando no sólo haces la vista gorda sino que quedas ciego y aislado. Porque podemos ser el personaje de Spicey y despotricar en contra de los excesos, de la perversión, de la maldad, etc., pero cuál es la bruma que rodea todo eso, cuál es la bruma en que viven, una bruma a través de la que nadie parece poder ver, acaso un Morgan Freeman resignado a no poder escapar de ese callejón sin salida. Y todo narrado con gran sentido del ritmo, del espacio, de la información, en fin... Una película sensacional que, a diferencia de muchas películas de detectives y macabros asesinos en serie, encuentra una resolución a la altura de su desarrollo, e incluso más, porque esto nadie se lo esperaba y se deja caer con la fuerza de un, ejem, mazo.

Y esa secuencia de créditos... Una delicia, no me diga que no. Que se la haya copiado Ryan Murphy para sus horrorosas series no me sorprende, si tanto le han copiado a "Se7en", me queda claro ahora. Vean lo que es bueno.

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