Director: Koen Mortier
Había avisado la semana pasada que vendría a hablarles este lunes, ahora mismo. Acá estamos. Primero que todo, antes de que se me olvide: a finales de enero de este año, en una de las tantas visitas a mi abuelo, descubrí el programa español Saber y Ganar, poco antes de su Especial de Magníficos, y qué puedo decir, me enamoré y enganché y no he dejado de verlo todos los días de la semana (me salto la edición del fin de semana, perdón), a veces no entero, menos ahora por el poco tiempo que deja el trabajo, pero lo hago lo mejor que puedo para mantenerme al día. La cantidad de participantes geniales que han pasado por ese set, renovado hace poco. Aunque nunca se enteren, quiero mandar un saludo especial a Ángel Salvador Chacón (¡centenario!), a Nacho Rodríguez (un grande), a Justo de Castro (¡otro grande!), a Leticia Sanz, a Suso Quesada (cómo me dolió su partida), a Luis Felipe Blasco (que debo admitir que se fue ganando mi cariño y, también, cómo lamenté profundamente su partida en su programa 55), a Violeta Conde Borrego (como hubiera deseado verla más programas), a Felix Rubio (me dio mucha lata su partida, a pesar de que estuvo cinco o seis programas, la cara de lamentación o preocupación que ponía al verse en aprietos...), y por supuesto a Fer Castro, la máquina, que nos está haciendo esperar para verlo coronarse como centenario. ¡Vuelve Fer, vuelve! Por ahora estoy hinchando por Marc Mendoza, je, je. Estoy ansioso de ver el especial de los Magníficos del próximo año, será una edición reñida pero muy entretenida y llena de personajes memorables. ¡Puede que volvamos a ver a Suso, a Ángel, a Fer! ¿Ganará alguno de estos dos últimos nombrados, pudiendo llegar a ser bicentenarios? Nos quedan tanto meses de espera aún...
¿Y lo demás? Tal parece que eso que conté la semana pasada de que el modo de trabajar serio y profesional que tanto yo como mi compañera bartender (la otra novata no cuenta) intentamos instalar está teniendo muchas más dificultades de las que pensaba. Qué manera de estar rodeado de gente ignorante, inoperante e incompetente. Me dan unas ganas de mandarlo todo a la mierda. Tengo que admitir que quizás, en efecto, sí soy mucho más orgulloso y elitista de lo que yo pensaba de mí mismo. Cómo me patea las bolas tener que escuchar a esta gente darme lecciones, yo hacer como que los escucho para que se callen y me dejen piola. Pero no soy el único, ¿cierto? ¿Cuántos de ustedes allá afuera pasan por lo mismo? Supongo que se tienen que aguantar. Mañana es 30 y pagan. Si me fuera, con el sueldo, la propina y las putas horas extras que tuve que hacer, además de las gratificaciones legales, puedo sobrevivir hasta enero del 2026, claro que retomando mi austera vida de monje que me tenía en 59 kilos de peso (y yo que en mi prime llegué a pesar 79 kilos de casi pura masa muscular, uy). Maldito Bukowski, qué harías tú. Se aguantan, todos se aguantan. ¿Qué necesito? ¿Necesito reconocimiento, que me digan "oh Jimmy, eres un gran bartender perdón por dudar de ti"? ¿Es eso de verdad lo que quiero, lo que necesito? Puede ser. Pero también necesito que se respete mi visión profesional, todos los cambios que he intentado proponer son para mejor, nadie escucha, eso dificulta el trabajo mismo. Es como si te obligaran a correr una maratón con zapatos dos tallas más pequeñas. Mañana hablaré con el tipo de recursos humanos. No tengo idea de si es la persona pertinente para hablar, pero es que acá no hay jefe de barra, literalmente la barra está en manos de gente encargada de otras áreas que no saben cómo administrar una barra. ¿Debería hablarle? Le voy a pedir que se le conceda independencia y autonomía a la barra, y que nos traten con respeto. El maldito jefe de salón se la pasa diciéndome a mí y a mi compañera la bartender de verdad "ustedes no han vivido los días de 200 milkshakes" como si se cagara en nuestro trabajo, como si dijera nada de lo que han hecho hasta ahora cuenta, entre otras cosas que me ahorro. Yo me muerdo la lengua. ¿Un jefe de área debería comportarse así, menoscabar de esa manera a otros trabajadores? Ese será el otro tema. Primero, que nos concedan independencia. Segundo, dejar una queja formal contra ese hijo de puta. Tercero: que mi compañera y yo tengamos más injerencia en sea lo que sea que quieran hacer para cuando por fin se integren las preparaciones alcohólicas en la barra, para que nuestras ideas sean escuchadas y ojalá aplicadas, tanto en la organización del espacio del que disponemos, bastante mal organizado por lo demás, como en las recetas y decoraciones y todo eso de los cocktails. Y cuarto, que despidan a la novata que lo único que hace es torpedear y hacernos zancadillas. Es un peligro para el restaurante, sigue siendo tan sucia y desordenada como cuando llegué. Si un día llega un inspector de salud, la multa que les va a caer será terrible. ¿Y a quién culparían? A este pechito y mi compañera la bartender de verdad. Que la echen. Con tres bartenders de verdad en esa barra, con tres profesionales de incuestionable experiencia, haremos maravillas. Créanme, estoy entusiasmado, pero ese entusiasmo está acompañado de esta maldita sensación de rabia contra tanta inoperancia. Y ni siquiera sé si el de recursos humanos me va a hacer caso. Quiero creer que sí. En la entrevista que me hizo el único momento en donde le cambió un poco el rostro (el tipo es bien positivo, genuinamente agradable) fue cuando me dijo "ahora tenemos trabajando a una niña que... bueno, no sabe mucho" (ariscando la nariz). Quizás lo convenza. Estoy trabajando en mi discurso, en el orden argumentativo. Comenzaré por lo más positivo, por lo más propositivo: necesitamos saber cuándo se comenzará a vender alcohol porque tenemos tantas ideas y estamos tan entusiasmados que queremos aportar todo lo que podamos. De ahí a pedir independencia y autonomía debido a ciertos problemas con ciertas áreas, de ahí a instalar la queja contra el puto jefe de salón que nos grita (literal, nos grita) porque no seguimos su incompetente metodología de trabajo, y de ahí a pedir la cabeza de la novata porque no quiere aprender, no quiere mejorar y, más encima, la tengo cachada: es la agente interna del jefe, es la sapa, es la que intenta instalar cizaña hablando por el otro. En fin, espero me escuchen, espero que las cosas mejoren. Y si ellos prefieren no tener a un bartender profesional y en vez de eso trabajar con pendejos salidos del McDonald's, allá ellos. ¿Qué piensan de mi discurso?
Y bueno, a lo que venía de verdad. Tenía noticias, ¿cierto? ¿Algo así dije la semana pasada, que tenía algo que anunciar? Vayamos al grano: pretendo publicar un libro de cuentos. Listo. Dicho está, informado está. ¿La cronología de los hechos? Digamos que en algún momento, después de dejar de comentar mis lecturas en el otro blog (por cierto he subido otra de las entradas que tenía listas, esta vez hablamos de Paul Auster), también dejé de leer, y no por haber encontrado trabajo, sino que, simplemente, porque ya no se podía leer. Loco, curioso, extraño, pero ya no había silencio en ningún momento del día. Ni siquiera en la madrugada, entre las 00 y las 05, que eran mis momentos de lectura más tranquilos. Me fui a la mierda. ¿Qué podía hacer? Tiempo libre tenía de sobra, nadie me contrataba ni me llamaban a entrevistas. Y como sólo leía, había perdido la costumbre de usar mi computador, de pasar metido en el celular. Ver tele menos. Igual me puse a ver algunas pelis, pero luego recordé. Tenía fresca la lectura de Factotum, de los libros de Bukowski. Factotum, el libro de un hombre joven que quiere ser escritor pero que no tiene dinero, no tiene nada, que sobrevive con una barra de chocolate al día para tener tiempo suficiente para escribir todo el día. Que trabaja en trabajos de mierda, trabajos denigrantes, pero que soportaba todo por escribir. El joven que dejó de escribir y se puso a trabajar nomás, a vivir destruyéndose porque se odiaba por haber dejado de escribir. Hasta que a los cincuenta se hartó de ser destruido, destrozado, maltratado por la sociedad, por la maquinaria, y escribió una novela, Cartero. No pretendo establecer paralelismos entre mi vida, recontra segura y privilegiada dentro de todo (no me ha faltado ni techo ni comida, a pesar de haber estado cesante casi un año... también es porque ahorré y me puse a vivir como monje, claro, ¿cuántos aguantarían así?), sólo digo que me llegó su furia, su dedicación, su persistencia, su rendición, su resignación, su nueva esperanza, su lanzamiento al vacío. Y me puse a escribir, de todas formas ideas no me faltaban. Escribir a mano, claro. Hojas tamaño carta, lápices pasta negros. El ocho de agosto me puse a escribir. El veintidós de agosto me puse a trabajar, trece días consecutivos hasta que llegó mi compañera la bartender de verdad. Entre el ocho de agosto y el veintidós creo que terminé de escribir a mano seis cuentos. O siete. Déjenme ver... Siete, escribí siete en ese período, aunque para ser exactos, el séptimo lo comencé el 21 y lo terminé el 23. Después he escrito cuatro nada más y comencé otros dos que dejé después de unas páginas, quizás por cansancio, bloqueo, sopor, no lo sé. Y para no quedarme quieto, para no dejarme vencer por este "bloqueo", me puse a transcribir al computador los once cuentos que sí terminé de escribir a mano. Escribo esta entrada con once cuentos transcritos al computador y, desde luego, corregidos en el proceso, aunque sería la primera corrección (planeo una segunda corrección más profunda, y luego una tercera, que sería la manito de gato final). Me quedan cuatro cuentos por escribir a mano. Voy a perseverar con aquellos que dejé. Los he estado pensando, encontré el camino, creo. Ya veremos. Y me he cuestionado si escribirlos directamente en el computador para ahorrar tiempo, pero a la mierda eso, tengo que hacerlo bien, hacerlo a mi manera, ser fiel a mi método, no traicionarme a mí mismo: a mano se escribirán, hay un flujo diferente en la creatividad cruda y como salida de las venas abiertas. Necesito la torrencialidad que me da la escritura a mano. Luego en el computador llega la depuración, el enriquecimiento. No sé cuánto tiempo me tome, ¿estaré listo para finales de octubre? Quién sabe. Pero estoy en el proceso, no lo voy a dejar a mitad de camino. Ese libro de quince cuentos será terminado y publicado (por Amazon, dónde más). Es un esfuerzo de lobo solitario. Yo escribo, yo me corrijo, yo me edito. Para bien o para mal, será una obra cien por ciento mía. Moriré o tocaré el cielo, o pasaré sin pena ni gloria, cargando mi propia responsabilidad como autor. No le echaré la culpa a nadie ni a nada, como debe ser.
¿Y si me hubiera aguantado? ¿Habría terminado antes de escribir? Lo más seguro es que sí, no tenía mal ritmo de escritura, y mi mente estaba full concentrada en ese proceso. Ahora el trabajo me distrae, me doy cuenta al sentarme a escribir o transcribir, pero aún así persevero y no hay nada que hacer: necesitaba trabajar porque de verdad estaba quedándome sin nada. Y aunque hubiera estado listo para mañana 30 o el 1 de octubre, por ejemplo (en el caso de no haber buscado trabajo y haberme quedado escribiendo como un obseso), ¿se vendería bien? Amazon te paga los ingresos sesenta días después de cada período de un mes. En el caso hipotético que planteé, si se hubiera vendido bien en octubre, estaría recibiendo mi paga el 1 de enero. No tenía para aguantar hasta entonces. Es una lástima, pero así es. Las cosas no son fáciles, y de todas formas estas adversidades y complicaciones las estoy vertiendo en las páginas, en la tinta, en las historias. Además, no vale la pena pensar en los what if. Vivimos lo que vivimos, es lo que es. A darle duro, maldita sea.
¿De qué tratan? Tendrán que descubrirlo, pero si me conocen, quizás se hagan ideas. No se hagan muchas ideas argumentales ni estilísticas, háganse ideas éticas. Me conocen, lo he dicho muchas veces. Las obras artísticas, sobre todo las literarias y cinematográficas, deben hacernos sentir vivos, recordarnos que somos seres humanos de carne y hueso y no robots o autómatas. ¿De verdad te vas a lanzar a hacer una película o escribir un libro, que son actos de locura total propios de dementes mal de la cabeza, para no generar ruido, para no intentar hacer temblar los cimientos de la realidad, para no molestar a los recatados y los ciudadanos modelo? No busco el virtuosismo, la perfección, busco la honestidad, la autenticidad, la suciedad de gritar tu verdad a los cuatro vientos, de abrirte las tripas y escribir con la sangre que chorrea de tus heridas. Soy un tipo imperfecto que vive entre gente imperfecta, ¡a ustedes me dirijo!, a los imperfectos del mundo. ¡No finjamos que todo está bien, no finjamos que somos de oro! ¡Admitamos que estamos en la mierda, que las historias están para interpelarnos y recordarnos que somos humanos precisamente porque nos faltan dedos para el piano, palos para el puente, comida para el vientre! ¡Que estamos locos, pero que intentamos ser más cuerdos y honestos que la mierda que amenaza con cubrirnos! Ojo, estos cuentos no son autobiográficos, no creo mucho en eso, creo en la imaginación pura, la pura fabulación, pero son cuentos cien por ciento personales, ¿comprenden? No me escondo, tampoco es que me imponga como YO. Solamente dejo claro que es un cuento escrito por una persona real con sentimientos y pensamientos raros. Y ojo, tampoco son cuentos escritos así sin más, serán corregidos pero no serán mutilados ni blanqueados, no se maquillará el hecho de que son cuentos escritos desde la desesperación, desde la impotencia, desde la vulnerabilidad, desde la soledad, desde la asfixia, desde la furia, desde la incertidumbre vital, desde el odio y el desprecio al espejo. Me puse a escribir porque estoy luchando por mi vida. Nadie lo notaría porque en la vida diaria soy un tipo profesional, amable, pero no es la vida que quiero. No quiero ser un esclavo, no quiero trabajar para gente sin rostro, para gente estúpida. Cada día es una traición. Qué dramático, pero es verdad. Y, de nuevo, ojo: tengo las cosas bien claras, tengo mi brújula. ¿Qué debe tener una buena historia? Yo pienso, así en palabras simplificadas, que debe tener tres cosas: 1.- debe ser una historia interesante, capaz de llamar y retener la atención con su argumento o sus personajes. 2.- debe ser entretenida y emocionante, en el sentido que la lectura en sí debe ser disfrutable, fluida a su modo particular, y provocar emociones en el lector, que se vea atrapado también a nivel personal. 3.- no debe olvidar que es literatura, que es arte, que es técnica, que es poesía, que es una historia que usa palabras para darse a entender, para penetrar en la mente y en el corazón del lector. Qué es eso de escribir asépticamente, de ser comfy... Las palabras son como los elementos, como el viento, como el mar como la lluvia, como la tierra como las piedras. No vivimos en un mundo liso y acolchado, y aunque las paginas de los libros sean lisas y suaves, las palabras, las letras, están ahí para darle relieve a todo, para hacerte caer por ese abismo que es la página de papel. A la mierda con eso de ser limpio y cuidadoso, la escritura tiene que removerte por dentro. Y no hablo de ser truculento o efectista necesariamente. Una historia debe estar escrita para que sientas todo, para que sientas asco o pena, o belleza o felicidad, para que llores de alegría o de rabia, para que lo sientas a flor de piel, para que te recorra la carne lo que sea que estés leyendo. Las palabras son cuchillos, no son plumas. Lo que me hizo recordar esta canción de The Gits: Cut My Skin it Makes Me Human.
Por decir algo, es un corpus bien variado y versátil. Hasta hay un cuento que me quedó de 36 mil palabras, lo que según ciertas definiciones ya sería novela corta o novella, casi una novela, que para las editoriales parten en 40 mil. He pensado si lanzar esa historia sola primero, pero no, debo seguir mi plan: los quince cuentos se lanzan juntos, quiero que sea un tránsito loco, una montaña rusa de emociones. Ojalá lo lean en orden cuando salga. No son cuentos que se relacionan argumentalmente entre sí, pero el orden en que estén ordenados está pensado por algo. Bueno en fin, esas eran mis grandes noticias. Desde que entré a trabajar en este maldito local potencialmente bueno pero de momento todavía un templo a la estupidez, mi vida ha consistido en eso: en mis días libres escribo o transcribo todo el día, aunque inevitablemente descanso un poco, y los días de trabajo, que como dije lo hago de 10 am a 10 pm, llego a la casa tipo 11pm y luego de prepararme comida y todo eso, antes de dormir escribo o transcribo hasta las 2am, me duermo y al otro día a trabajar, a preparar milkshakes y servir juguitos y apretar botones que escupen coca cola. Lo estoy dando todo por estos cuentos. Me estoy desangrando, estoy luchando por mi vida. Me da lo mismo el éxito, ser best-seller. Sí sería ideal poder llevar mi vida modesta gracias a lo que sea que gane con mis escritos (después de estos cuentos se vienen otros más, tengo ideas de novelas también), ¿no queremos todos la autonomía y estabilidad financiera? Pero por sobre todo, si se interesan, espero que de verdad les gusten los cuentos, o que por último les lleguen de alguna manera, que se les clave, que los haga sangrar, que los haga disfrutar o sufrir, en fin, que los despierte un poco y les recuerde lo humanos que son. Dejar un testimonio de que existimos, un grito que no se apague nunca.
El otro lunes supongo que traeré más novedades tanto de mi proyecto como de mi vida laboral, quizás alguna otra sorpresa. Y abajo les hablaré de este documental porque por alguna razón me puse a pensar harto en la película cuya producción retrata, "Ex Drummer", una película basada en un libro de Herman Brusselmans, un tipo no traducido ni al inglés ni al español, apenas un par de libros al alemán, pero que es toda una celebridad en Bélgica y que es prolífico que te cagas, además de ser un provocador, un escritor controvertido, políticamente incorrecto. No he leído nada de él pero me interesó su figura, como estaba tan enganchado con Bukowski y los escritores malditos, los enfant terrible y todo eso. Y de repente me encontré con "The Making of Ex Drummer", lo vi y ahora lo utilizo para que esta entrada también tenga un poco de cine, a fin de cuentas estamos, ¿dónde estamos?, vamos, díganlo ustedes y díganlo con fuerza: ¡CINE EN TU CARA!