viernes, 27 de diciembre de 2013

The Silence - 1963


Tystnaden
Director: Ingmar Bergman

  Tercer filme de la "Trilogía de la fe" o del "silencio de Dios", donde Bergman trata los problemas existenciales de los personajes. Debido a ello, sus dos filmes anteriores tenían ese tono desolador y desesperanzador, pero con pequeños rayos de luz que invitaban a cierto optimismo cauteloso. En este caso siento lo contrario. Bergman nos cuenta una historia fría y cruel pero, como es la tónica de este gran director, logrando un filme memorable y sensacional.


  Este filme comienza con dos mujeres y un niño que viajan en tren, ubicados en un vagón y agobiados por el calor. Las dos mujeres, Ester y Anna (Ingrid Thulin y Gunnel Lindblom), son hermanas; el niño, Johan, es hijo de una de ellas -notarán inmediatamente de quien-. Cuando Ester enferma, los tres deben interrumpir su viaje y hospedarse en un hotel en un desconocido pueblo de Europa.
El conflicto parte de la base de que ambas hermanas son totalmente diferentes. Ester es culta y recatada, mientras que Anna es sensual y no lo oculta. Entre ambas comienzan a surgir las rencillas típicas de hermanas, rencillas donde subyacen algunos otros temas más complejos e importantes, de los cuales el niño Johan tiene un rol fundamental.


  The Silence comienza con una secuencia inicial impecable y muy bien lograda. Es sólo una toma donde vemos a los tres en el vagón, agobiados por el calor. El niño mira por ahí, Anna improvisa un abanico y se tira aire, y Ester lee un libro. Ya en el inicio vemos que las hermanas son diferentes, aunque sea a un nivel un tanto superficial. También vemos lo cariñoso que es Johan con su madre. Estas son sutiles señales de lo que viene después, ya que el problema viene cuando Ester cae enferma. La toma termina cuando Johan sale del vagón.

Luego de eso, Johan mira por la ventana del pasillo del tren al exterior. Nuevamente, otra secuencia -mi favorita de este filme- donde la fotografía de Sven Nykvist es sencillamente bella y espectacular, de fondo sonando una especie de pitido que hace de esta secuencia una casi surreal. Johan contempla absorto los tanques que ve por la ventana. Aprovecho esto para seguir elogiando la fotografía de Sven Nykvist, sumamente bella que sin embargo contiene la soledad, la oscuridad y la desolación que la historia de Bergman transmite. El juego con la luz y la oscuridad es admirable -al igual que en "Como en un espejo" y "Luz de invierno"-.


  Las hermanas y el niño se alojan en un hotel, donde lo más simpático es el botones, un cuidadoso y considerado señor. Los enanos son también muy divertidos. Pero lejos de ellos está esta familia, donde cada miembro está emocionalmente enrarecido. Es interesante que las habitaciones de las hermanas estén unidas por una gran puerta -claramente, no van a dormir en la misma cama de la misma habitación-. Cada habitación es el mundo de la hermana que la habita, y Johan es quien se pasea entre ambos constantemente, sintiéndose curioso por lo que cada mundo representa.

Para empezar, el niño no está tan aproblemado. Simplemente es curioso y se dedica a jugar y hacer travesuras como cualquier otro niño. Pero entre él y su madre se sugiere cierta relación incestuosa. Cuando digo esto no me refiero necesariamente a que el incesto sucede, pero, al igual que lo erótico, que esté sugerido lo hace más presente y escabroso. Este es un filme con un claro aire erótico e incestuoso. Pero vamos por partes, desde el inicio se nota el extremo cariño que Johan siente por su madre, y el cariño que ella le da de vuelta. La forma en que Johan se siente cautivado es notoria, así como la forma en que rehuye de su tía.
Pero mientras esto se dibuja, también lo hace lo erótico de Anna, que deja de lado a su hermana y se va de paseo por las calles del pueblo -donde es prácticamente la única mujer que camina entre hombres-. En un teatro, al lado de ella una pareja tiene sexo efusivamente. Me llama la atención que haya reaccionado con tanto asco y alarma -tampoco digo que haya tenido que unírseles, pero pudo haber mirado el show-. No obstante, sus deseos se apoderan de ella.
La relación entre las hermanas es sugerentemente incestuosa también. Todo ello dado por cómo cada hermana ve a la otra, qué opina de ella, etc.

La relación entre las hermanas es sumamente compleja y rota. Ester la culta obviamente mira con cierto desdén a Anna la sensual. Pero se quieren, aunque eso no quita que hayan rencores, que se vigilen, espíen, peleen, sean crueles entre ellas. Los conflictos entre ambas se van dibujando y aclarando con el correr de los minutos. Y mientras las hermanas van, por fin, aclarando sus conflictos y cómo se sienten con respecto a la otra, está Johan entre medio, cuyo rol es más importante de lo que inicialmente parece. Si al inicio tenia una cercana relación con su madre, eso ya va disminuyendo a medida que comienza a querer y confiar más en su tía. El momento donde se consolidad esa confianza tiene un montaje y simbolismo interesante. Fíjense bien cuando aparece el tanque, la consolidación de la confianza, y lo que hace el tanque luego de ello. Algunos han dicho que el tanque es un símbolo -no objeto- fálico. Yo no sería tan contundente a la primera, pero claramente significa algo. Mientras una relación se desdibujaba, la otra tomaba fuerza. Basta ver como al inicio Johan mira a su madre, y como la mira al final, donde nuevamente tiene fuerte presencia ese pitido agudo de fondo.

Anna es lo sensual, Ester es lo culto y Johan es quien debe decidir -podría ser la metáfora de otro tipo de persona-. Se pasea entre las habitaciones/mundo de cada una, y cambia de parecer en el transcurso de su estadía en el hotel. Este es un filme del descubrimiento de las personas, la confianza que trasciende los lazos obligatorios y de la soledad que hay muy dentro de la gente -y también entre ellas, claro que sí-.


  Al igual que en los filmes anteriores, Bergman utiliza una lenguaje cinematográfico ideal y único. Nada más hay que notar los distintos sonidos e imágenes que usa, y cómo los usa y monta. Un ejemplo es el tic-tac de un reloj que suena cuatro veces. No me queda muy claro, pero me aventuro a especular que es la inexorabilidad del tiempo que, paradojalmente, es eterno.
El silencio es también otro sello del autor, cuya presencia hace notar el vacío y la incomunicación que hay entre los personajes de toda su trilogía. Puede que se hablen, ¿pero realmente están conectados? Ya mencioné el uso de la luz, y se me había quedado en el tintero el detalle de que los tres filmes transcurren en menos de 24 horas. Debe ser la urgencia de los momentos decisivos.
Me gusta que Bergman transmita sus dudas e ideas continuamente en sus filmes, pero siempre con una historia original. Definitivamente no es un tipo que se repita, por mucho que hayan ideas que ronden continuamente en su filmografía.

Bergman cuenta de forma magistral una desoladora historia de una familia conflictiva y casi rota. Otro de los filmes imprescindibles que me podría ver una y otra vez sin cansarme nunca.

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