martes, 28 de abril de 2015

Seven Psychopaths - 2012


Director: Martin McDonagh

  Y llegamos a la entrada 300 de este blog con una película menos sublime y seria de lo que amerita la situación -broma, ni yo ni la situación pecamos de fanfarria-, a la cual le tenía muchas ganas cuando me aprestaba a verla hace un par de años atrás, pero que me dejó frío con su autoparódica propuesta que no termina de explotar ni hallar buen rumbo. Yo diría que el gran problema, dejando por un momento de lado la película misma, es que McDonagh antes había hecho "In Bruges", y de ésa a "Seven Psychopaths" hay un amplio descenso en cuanto a ambición y calidad, incluso cuando ambas cintas no tengan muchos puntos en común salvo el director y sus tics. Por lo tanto, las expectativas eran altas para lo que acaba siendo la segunda película del irlandés, poco inspirada y lograda, ya no sólo en comparación con "In Bruges" sino como película sola e independiente. Pero de eso ya les diré a continuación...


  Martin es un guionista de hollywood bueno para el alcohol que está escribiendo un guión titulado "Seven psychopaths", y escribiendo es un decir dado que el hombre no tiene idea de lo que quiere hacer. Por otro lado, su mejor amigo Billy se mete en problemas -y, por extensión, mete en problemas a Martin- cuando secuestra al perro de un violento y psicótico mafioso que hará de todo para recuperar a su mejor amigo. A lo mejor Martin saca ideas de todo el entuerto en el que se verá inmerso...


  "Seven Psychopaths" es una comedia, eso está claro. Una comedia negra, para ser más precisos, aunque no una comedia negra que destaque por la sutileza de su humor negro. En este sentido, lo negro de la comedia quedaba mucho, muchísimo mejor en "In Bruges", pero también es cierto que aquella cinta tiene mucho de tragedia y oscuro drama, haciendo que lo negro quedara mejor contrastado y por ende, digamos, más gracioso dentro de tanto dolor inicialmente contenido. Por lo mismo, en cierta forma esperaba que "Seven Psychopaths" tuviera ese mismo ingrediente tragicómico, algo que de inmediato se nota que no será el caso -aunque en un par de ocasiones se deje sentir un poco dicha sensación-, pues la película es en realidad una comedia desenfadada y sin complejo alguno, sin intenciones de relatar profundos traumas personales o milagrosas redenciones; en otras palabras, con muy poco que ofrecer y sin la inteligencia que cabría esperar de su director. Eso sí, uno no es idiota y se da cuenta de ello de inmediato, y se deja llevar: dejo que esta simpática trama de secuestros y metaficción me enganche y me divierta con su simplicidad. No me voy a quejar del tono de la película, pues es lo primero que se acepta y agradece. De hecho, tampoco me voy a quejar de gran parte de su metraje -la primera mitad y un poco más-, ágil y atractivo -características que disfrazan los reproches futuros-, pero por sobre todo "serio" dentro de su calidad de simple divertimento bien contado -porque los guiones de McDonagh Martin se caracterizan por ser redondos y precisos como un reloj suizo, aunque eso no le va a significar mayor calidad a la película como tal-, o lo que es lo mismo, consciente de que se está contando algo interesante y, qué mejor, de una manera interesante y llamativa. El problema es cuando aparece el desierto, y con él, el exceso o la falta de ambición de McDonagh, que convierte su ligero pero bien cimentado relato en una bomba de autoparodia y banalidad, restándole importancia al lío del perro, del guión y de las pocas emociones de un par de personajes, sólo para convertir todo en una fiesta de no sé qué... En ese punto tenemos un relato concluido aparentemente con apuro y sin la más mínima intención de hacerlo medianamente bien, en el que las cosas suceden sin mucha lógica interna; más bien parecen salidas de madre provenientes de la mente de un sujeto que prefiere estar contando chistes que sólo los amigos podrán entender en vez de contar una historia decente y que le haga justicia al entramado previo. Por si fuera poco, en el segmento del desierto McDonagh pierde fluidez narrativa, no es capaz de sostener el ritmo previo o siquiera otorgar interés a la supuesta reflexión supuestamente introspectiva de sus personajes, y termina perdiéndose en un mar -o desierto- de vacío argumental y emocional dominado por las malas bromas de un adulto que debe reírse como adolescente de las cosas que (des)hace. Y cómo la trama pierde agilidad y diversión, uno también se da cuenta de que los personajes están pobremente construidos, con propósitos irrisorios y tampoco muy bien actuados -el exceso también se nota en la exagerada "expresividad" de los actores, buenos para poner todo tipo de caras-. En el desierto, "Seven Psychopaths" se desnuda en todo sentido, y para peor...
  Lo peor es que está claro que McDonagh es capaz de crear y filmar momentos sublimes, siendo la última secuencia, la del vietnamita, fiel prueba de ello -es más, se ve que el irlandés sabe cómo transformar algo incoherente y pueril en toda una poderosa reflexión humana-. Entonces, ¿por qué McDonagh pierde el norte y decide terminar una película, o mejor dicho resolver un conflicto, de tan mala manera? Quizás sea porque el director se empeña en crear un relato formalmente más enredado e intrincado, con sorpresas que no sorprenden tanto y giros que no destacan por su impacto sino por la escasa originalidad de los mismos -y los personajes salidos de la nada y cuya relación con los otros se revela antojadiza y a modo de comodín-, pero carente de cierto fondo que le dé cierta sustancia... Y ojo, que no pido nada filosófico o intelectual, simplemente una simple declaración de intenciones que sea  capaz de sostener un relato cohesionado deficientemente, es decir, desordenado y a lo loco.
  "In Bruges" era inteligente, divertida, atractiva y mucho más; "Seven Psychopaths" no tiene nada de ello y se destruye solita sola. Es una lástima pasarlo francamente bien con una película para que ésta te traicione -y de paso a sí misma- y te escupa en la cara. McDonagh necesita controlarse, pues a diferencia de "In Bruges", en este caso no supo o no pudo o no quizo hacerlo, y no sólo su película paga el caro precio de ello, sino que también nosotros los espectadores.

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