viernes, 5 de febrero de 2016

The Searchers - 1956


Director: John Ford

  A paso firme, a paso firme vamos con John Ford, me lo recuerdo constantemente ante las tentaciones de caer en otras películas que, es bien sabido, no me causarán la misma impresión que "The searchers", otro título que esperaba con ansias desde que comencé con Ford, el año pasado cuando "The lost patrol" inauguraba este largo viaje. Retrocediendo un poco, esas 'otras películas' pertenecen a la retrospectiva 2015, un año no particularmente grandioso (siempre hay excepciones: ya las vimos, o casi), mucho menos con los títulos que se quedaron en el tintero, si bien las sorpresas, como su nombre indican, nos pueden dar una visita en cualquier momento ("Truth", por ejemplo, fue una muy agradable sorpresa). En cualquier caso, con películas como "The searchers" se reafirman las intenciones, así que no hay peligro de caer en las garras del mal.


  John Wayne es Ethan, un confederado que vuelve de la guerra al rancho de su hermano, pero, al poco tiempo, éste es atacado por unos indios comanches. Varios mueren y otros siguen con vida, aunque cautivos de los indios, por lo que Ethan y otros hombres irán a buscar a la familia que les queda.


  Me sorprendió (gratamente, desde luego) que "The searchers" construya su relato a lo largo del tiempo y no en la inmediatez, es decir, en un inicio esperaba que la búsqueda de las cautivas, en las dos horas de metraje (o lo que le corresponda una vez iniciado el trayecto), se desarrollase en un período acotado y no extenso en el universo del film, algo así como unas semanas o unos meses, a lo mucho, en el que el retraso fuese propiciado por las típicas dificultades como la agilidad de los indios y las rencillas internas o accidentes geográficos/meteorológicos, nada que complique demasiado, por lo demás, la búsqueda (o cacería). Pero la búsqueda se extiende por años, y la misma deja de ser sólo la consecución del objetivo, pues también se convierte en un largo paseo por el interior, digamos las entrañas, de un hombre, que es también el arquetipo de un hombre, y de un país o una sociedad, irremediablemente conflictiva y problemática, culpable de sus propios males. ¿Qué nos dice, o mejor dicho qué nos muestra con descarnada certeza, este largo viaje? En primer lugar, siendo un filme de Ford, "The searchers" contiene muchas capas que aportan lo suyo al conjunto, ya sea en primer plano o desde un lugar más apartado, pero siempre con una ejecución magnífica, ya sea una historia de amor, de venganza o de redención, etiquetas o lugares comunes que potencian su dimensión al enmarcarse en una historia más grande, en una trama que dialoga con el tiempo en el que se enmarca y que también trasciende hacia otros tiempos. Sobre esto, "The searchers" me parece una película desafiante, pues es fácil señalar que las acciones emprendidas por John Wayne son mero racismo, y supongo que éstas blindan las acusaciones de todo tipo que le llueven a Ford, pero el elocuente final desmonta discursos facilistas así como también la relación entre Wayne y el chico indio (o mestizo) que lo acompaña; más aún, el interesante reflejo de Wayne en Cicatriz y viceversa da cuenta de las consecuencias de un escenario cruel y sangriento en donde, aparentemente, el camino de la venganza es el único que te mantiene con vida, y en cualquier caso veremos poco a poco que Wayne no es un racista de tomo y lomo, pues su desprecio es por el captor y no por la cultura de los indios, tan violentados por los blancos como éstos por los indios, aparente máxima en un territorio que uno de los personajes asume como garantía de muerte y sufrimiento, agonía.
  La búsqueda como principal motor narrativo es un recurso utilizado con la ya conocida pericia de Ford, quien en base a ello construye una atmósfera realmente aterradora y en ocasiones asfixiante (como la presentación de algunos cueros cabelludos, en lo que lo importante no es el objeto sino quien lo sostiene; el preludio del ataque al rancho, con esa elegíaca luz de atardecer; y la primera gran pelea con los indios, entre otras), pero siempre manteniendo la amenaza a flor de piel; en este sentido, el primer tramo de la película es fenomenal, y destaca el gran uso de las elipsis y el fuera de campo, herramientas que a lo largo del metraje seguirán dando lo suyo. Supongo que lo siguiente es reiterar en lo mismo, siendo una característica única de Ford que se nota en todos sus filmes: la perfecta entidad que éste genera en base a multitud de relatos y formas, por ejemplo, la carta que el chico mestizo le manda a su amada, y tantas otras escenas amenas que, no obstante, nunca esconden la violencia del paisaje y la desolación general del viaje. Esto se sabe que rato, pero cuando uno piensa en estas cosas se da cuenta de que Ford es un verdadero maestro del cine, alguien de incisiva mirada y mano firme que es capaz de irse por las ramas sin perder el norte ni olvidar la esencia del relato, que siempre se deja ver con una crudeza y contundencia arrolladora.
  En fin, Ford sigue dando muestras de cómo hacer una gran película, y... oh, casi lo olvido: qué se puede decir de John Wayne, un grande entre grandes (también destacar a Ward Bond, otro de esos imponentes actores que dejan su impronta).

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