miércoles, 9 de marzo de 2016

Warum läuft Herr R. Amok? - 1970


Directores: Rainer Werner Fassbinder & Michael Fengler

  Por alguna razón pensé que "Warum läuft Herr R. Amok?" no me iba a gustar, pero la veo y me encanta, la disfruto por completo. ¿Podía esperar algo distinto? Claro que no, Fassbinder es un grande, un maldito grande. No se me ocurre qué agregar en este pequeño párrafo introductorio, así que dejemos la cháchara y vayamos con lo bueno, miren que esta película es buena que ni se imaginan...


  Kurt Raab es un hombre común y corriente que tiene una esposa, un hijo, un trabajo, colegas, un jefe, suegros, etc...: todo lo que tiene el hombre común y corriente. De repente su aburrida y agobiante realidad le pasarán la cuenta y, tal como señala el título, irá perdiendo la cordura. Pero... pero ¿por qué? ¡Eso nos mostrará Fassbinder sin ninguna compasión ni adornos! Disfruten, depravados...


  Colegas que hacen chistes de negros, inmigrantes y mujeres siendo asesinadas...; una esposa superficial preocupada de impresionar a los vecinos y que su marido obtenga un ascenso con tal de comprar más muebles y enriquecer su estilo de vida; un hijo con defecto del habla y no muy brillante que digamos; un jefe que no lo tiene en muy buena estima; al fin y al cabo, una vida plástica y frívola, aburrida y hueca, es la que tiene Kurt Raab, quien poco a poco se va hartando de esa existencia esencialmente pequeñoburguesa que lo sume en relaciones sociales y emocionales de mentira; en la vacua palabrería que ahoga sus pensamientos y lo mantiene ejerciendo la misma función socialmente impuesta; de la farsa de su existencia, destinada a la nada misma, a la perpetuación de un sistema inmoral que lo dejará en el olvido nada más se acabe su último aliento. Fassbinder nuevamente crítica a la sociedad, particularmente a una clase media acomodada (¿?... ¿alguien sabe qué es la clase media? ¡Todos parecen ser de clase media!) caracterizada por su agresiva arrogancia, como si fuera una enfermedad social que esparce violencia y locura, sinsentido vital. Así, mediante las "aburridas", cotidianas y muy normales vivencias de Kurt Raab (también nombre del actor que lo interpreta), que no tienen una trama propiamente dicha aunque sí el creciente tedio y hartazgo como hilo conductor, alimentado por pequeños pero irritantes detalles con la potencia de una bomba nuclear, Fassbinder nos sumerge de lleno en un mar de variopintos personajes, cada cual más insoportable y/o simplón/ridículo que el anterior, preocupados de cuánto gana el otro, cómo mantiene sus muebles, cómo se gana la vida, cómo luce, cómo habla, cómo es..., en donde prevalece un sentido de superioridad social que no se condice con la decadencia que cada uno demuestra en cada palabra, cada gesto y cada acto. Progresivamente la verdad se le irá apareciendo al protagonista, quien, golpeado por el sinsentido de su vida, por el absurdo de su existencia, por la futilidad de sus esfuerzos, es consumido por la locura y explota en una violencia abrupta, sorprendente, salvaje y despreciable que pareciera ser la única salida de aquella superficialidad que lo aprisionaba. En el momento menos esperado, ¡zas!, la locura escupida en toda tu cara (¡como corresponde!), cuya extrema y explícita violencia parece desnudar la verdadera pulsión y realidad de ese vil e ilusorio retrato que se vende la sociedad pequeñoburguesa.
  Fassbinder está más cáustico y contundente que nunca, dejando de lado todo sentimentalismo (vistos en las recientes "Götter der pest" y "Der amerikansche soldat") para volcar su total desprecio a estos valores de cartón. Súmenle a ello el desenfadado atrevimiento formal, que además de la escurridiza y preponderante cámara en mano (que hace un retrato desnudo, sin ornamentos y en todo su esplendor de la sociedad retratada, como si un documental del direct cinema se tratase, ¡como si fuera un documental de Frederick Wiseman! -espero que la comparación no me traiga problemas, es sólo un ejemplo ilustrativo-), presenta una apuesta francamente estimulante: que cada escena esté grabada sin cortes, que sea un plano secuencia, "sin montaje"; es decir, por dar un ejemplo, el plano-contraplano lo veremos con movimientos de cámara que van de un personaje a otro (de todo el metraje, sólo un corte rompe el plano secuencia)... Lo anterior no hace más que aumentar esa locura y caos visual, la inestabilidad del protagonista hecha imagen... Fenomenal, realmente fenomenal. Fassbinder se lanzó sin miedos a hacer esta genialidad que, precisamente por su falta de valores y sentimientos, expresa su discurso con más fuerza de la que se puedan imaginar. Éste sí que es un Fassbinder furioso e inclemente que no deja títere con cabeza, que hace la película que quiere sin importarle la opinión de ningún desgraciado, y yo se los recomiendo a ojos cerrados... 85 impresionantes minutos...
  ¡Y luego se preguntan por qué le da el ataque de locura al señor R.!

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