martes, 8 de agosto de 2017

Il gatto a nove code - 1971


Director: Dario Argento

"Il gatto a nove code" es la segunda película de Dario Argento, y con lo bien que empezamos gracias a "L'uccello dalle piume di cristallo", su opera prima, es una lástima que tan rápido nos encontremos ante el primer tropiezo. En cualquier caso la vida continúa y todavía no hemos visto las películas más reconocidas del italiano, así que paciencia, no todo puede ser tan malo.


Yo diría que "Il gatto a nove code" es una película irregular, descompensada y demasiado enrevesada para su propio bien, y no sé si lo enrevesado es algo inherente a la trama o propio del guión de Argento, ramificado en exceso y poco concreto al momento de adentrarse en sus misterios, pero lo cierto es que estamos ante un relato interesante y prometedor en cuanto a premisa convertido en una iterativa sucesión de asesinatos y pistas decisivas perdidas en el último instante. Todo comienza cuando alguien irrumpe en un instituto de investigación genética para apropiarse de algo que al día siguiente nadie puede identificar, dejando abierta la vacante a posibilidades como: espionaje industrial, robo de equipamiento (aunque nada fue sustraído de las inmediaciones), etc. Sin embargo, un periodista que ve gato encerrado se asocia con un simpático ciego y su tierna sobrina, quienes, el día del robo, escucharon una llamativa conversación que podría ser la clave del entuerto. Hasta acá todo bien, sin embargo, a partir de este momento el robo muta en una poco inspirada y sangrienta espiral de asesinatos cuando un puñado de personajes se vaya entregando, antes de morir, la posta del "yo sé qué fue robado y por quién... yo sé quién mató al que sabía quién robó y qué" o ni siquiera eso, porque el asesino va a matar a quien se interponga en su camino. En el fondo la narración es un simple causa y efecto, un somero encadenamiento de acciones y reacciones que en ningún momento deja pistas sobre la personalidad del asesino y sus motivos (al contrario, Argento juega al despiste y, sin mucha sutileza, deliberada y forzosamente apunta a quien claramente no puede ser culpable, sólo para que la figura del asesino no sea completamente incierta todo el maldito tiempo), causando, por lo demás, que el asunto del robo escale en un incomprensible y confuso conjunto de datos circunstanciales y especulaciones científico-corporativas. Luego, al final (literalmente en la última escena) se nos revela quién es el culpable junto con sus poco y nada convincentes motivaciones, justo cuando el peso dramático está cargado en el secuestro de la sobrina a manos del culpable (en un desesperado intento por salirse con las suyas), es decir, cuando ya nada realmente importaba. No deja de ser gracioso que el ciego vocifere "no me importa por qué asesinaste a tantos, ¡dime dónde está mi sobrina!". ¿De qué trataba la película entonces?
Si comparar la presente con "L'uccello dalle piume di cristallo" sirve de algo, aquélla funciona porque cada personaje y cada pista, incluso si acaba siendo un callejón sin salida, aporta un granito de arena a la construcción psicológica y atmosférica del misterio, develando sutilmente la violenta personalidad del asesino y, con ello, nuevas perspectivas desde dónde analizar lo ya recabado con luces que iluminen piezas del rompecabezas ante ignoradas. Acá, sin embargo, sólo vemos asesinatos (algunos personajes aparecen muertos, así como así, probablemente porque sabían algo aunque eso nunca quede claro... sólo la muerte de los dos primeros se entiende en parte) y datos que conforman un mero contexto para la feble motivación del asesino, ni siquiera para la motivación misma, que al final es un dato intercambiable y hasta hacía más sentido que todo fuera espionaje industrial. En definitiva estamos ante una película de misterio con un misterio muy pobremente narrado.
Lo que sí, Argento tiene un gusto exquisito para el despliegue estético y un excelente concepto para resolver escenas (como la de la leche, en el dormitorio del periodista, escena que se asemeja un poco al suspenso visceral de Tarantino en "The Hateful Eight" y sus vómitos sangrientos. Lástima que al recurrir tanto a los asesinatos y a la verdad perdida justo cuando estaba tan a mano, esta repetición acabe matando al suspenso y, por añadidura, a la atmósfera), y la banda sonora de Morricone probablemente sea lo mejor de la película (la melodía con que se abre el relato es... inquietante pero cautivadora, extrañamente parsimoniosa). Pero qué se puede hacer: una película de misterio con un misterio mal narrado nunca podrá dejar una buena impresión, y creo que yo mismo repetí lo mismo en cada maldito párrafo, je, je...

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