viernes, 4 de agosto de 2017

Silence - 2016


Director: Martin Scorsese

Me parece que últimamente he tenido sueños bastante raros. De hecho, anoche soñé que analizaba los sueños extraños que tengo. Lo que importa es que lo tengo todo resuelto: esta semana anduve más decidido y disciplinado que de costumbre, es decir, he visto suficientes películas para comentar de aquí al domingo, por lo tanto si este fin de semana es tan ruidoso y molesto como todos los malditos fines de semana, al menos no me veré en la urgencia de recurrir a cualquier cosa con tal de no dejar un día sin comentar algo, aunque de todas formas me sentiría mal por no poder ver ninguna película. Afortunadamente esta semana también estuvo más silenciosa que de costumbre, momento propicio e ideal para aprovechar de ver "Silence", lo último de Scorsese, película que dura poco más de dos horas y media. A veces me percato del silencio del pasaje y me da por pensar que estoy presenciando un milagro. Lo que digo es que siempre me hace sentir bien ver una película larga sin interrupciones, especialmente porque los minutos no me pesan de por sí, o sea, ¿tres horas, cuatro horas?, se me pasan volando si es que el relato está bien narrado y dirigido; al contrario, he visto episodios de series, tipo 40-45 minutos, que se me hacen eternos de lo malos y estafadores que son (ejem, "Fargo TV"). Estoy hablando mucho, mejor vayamos con "Silence".



Martin Scorsese se crió en una devota familia católica italoamericana, y si bien él mismo ha dicho que no es un ferviente creyente ni práctica la religión, sí se ha visto inevitablemente influido por varios de sus aspectos más importantes, tales como, qué sé yo, el perdón de los pecados, el sentimiento de culpa, la bondad como expresión de la fe, etc. En cualquier caso la fe católica no deja de ser interesante, con todas sus contradicciones y supuestas buenas intenciones, con todo el tema de que Dios te mira y la promesa de la vida eterna a su lado, con tanta cosa más que a decir verdad tampoco vale mucho la pena mencionar.
Lo cierto es que con "Silence", Scorsese lo que hace es poner a prueba no sólo la fe de un padre jesuita que viaja de Portugal a Japón a buscar a su mentor, el cual, dicen las malas lenguas, apostató y abrazó otra religión, sino que también los pilares del catolicismo (o cristianismo). En primer lugar hay que partir por lo obvio: Scorsese no nos viene a aleccionar ni a pontificar ni a intentar convertirnos, mucho menos nos viene a vender las bondades del catolicismo, de Dios y de sus enseñanzas. No hay en "Silence" posiciones taxativas, tampoco hay conservadurismo moral; al contrario, la mirada de Scorsese es compleja e incisiva y su narración, rica en matices. Aclarado el tema, se podría señalar que "Silence" es una película bastante sencilla de interpretar, aunque no por ello sea menos exigente en su tratamiento, en su retrato. A mí parecer, "Silence" se divide en dos esenciales tramos opuestos y enfrentados entre sí, diferentes en tono y tempo.
El primero es el más, digamos, fácil de ver, el que más empatía e interés genera en el espectador, puesto que sus elementos narrativos están claramente delimitados y éstos avanzan prácticamente sin mutar, lo cual esto último no debe entenderse como una crítica, ya que forma parte de la propuesta discursiva del director, sin mencionar el oficio, la crudeza y la intensidad con que Scorsese ejecuta la acción, que consiste en mostrarnos las peripecias que los dos padres jesuitas, Andrew Garfield y Adam Driver, deben sobrellevar en un Japón que ha prohibido el cristianismo y que castiga a sus practicantes, en pos de encontrar al desaparecido mentor. En la búsqueda, no obstante, los padres se encontrarán con un montón de japoneses cristianos que buscan la guía que sólo padres como nuestros protagonistas pueden proveer. A pesar de las dificultades y de los peligros que supone ejercer el cristianismo en territorio hostil, este tramo funciona como una suerte de fortalecimiento de la fe cristiana de los protagonistas, ya que ¿qué mejor que sufrir la violencia del hombre para reafirmar tus valores basados en el perdón y el sacrificio, entre otras cosas? ¿Qué mejor que morir predicando la palabra de Dios, convertirse en un mártir? ¿Cómo rendirse ante autoridades que matan campesinos por su fe? Todo parece dispuesto para que el evangelio se imponga en todo orden de cosas.
Sin embargo el asunto da un giro cuando Garfield, el verdadero protagonista, el personaje central, es capturado y llevado a una prisión, momento en que comienza este segundo tramo de ritmo más acompasado y de menor violencia (aunque de igual forma haya uno que otro momento sangriento, si bien rodado con mayor sequedad y sobriedad por parte de Scorsese), el cual consiste en derrumbar los cimientos del cristianismo a través de los argumentos que desmontan los cimientos de la misión evangelizadora en Japón. Aparte de ser un tramo más pausado, también cambia la lógica del conflicto de fondo, al acercarnos a las autoridades japonesas, retratarlas como personas estudiosas y espirituales y no como los sanguinarios monstruos que sugerían sus primeros actos: personas que no necesitan el cristianismo, pues tienen valores inherentes a su propia cultura, su propia Historia. En este tramo el conflicto es de índole espiritual, introspectivo, y no de acciones, reducidas a intercambios dialécticos. Primero, Garfield luchaba contra sus persecutores; ahora, lucha contra la duda instalada por ellos y por sí mismo, contra el silencio que lo rodea: el silencio de Dios. Queda claro que la búsqueda del mentor y el contexto de la persecución contra cristianos, si bien son importantes en un sentido dramático, son secundarios, toda vez que "Silence" trata, en esencia, sobre la búsqueda de Dios, porque sin Dios no hay religión ni fe, el mundo no tiene sentido, ¿no? Y no, no es la misma búsqueda que emprende Jesse Custers en Preacher, el genial cómic escrito por el maldito Garth Ennis y dibujado por el gran Steve Dillon.

Mi intención no era hacer un análisis (a fin de cuentas tampoco quiero imponer mi lectura particular), sólo decirles que al comienzo la película es más fácil de ver, dado que funciona como un relato de buenos y malos con propósitos definidos, y que luego su visionado se hace más áspero para un tipo de espectador acostumbrado a narraciones convencionales, ya que los límites al inicio instalados se difuminan y la atmósfera adquiere una serena tensión subyacente, un tempo anticlimático. En cualquier caso "Silence" es una buena película y, por si les interesa el dato, a mí me ha gustado. Me parece un reto siempre interesante el de hablar sobre religión y espiritualidad, y Scorsese acomete su empresa con decisión y su saludable dosis de dudas, aunque al final esa especie de victoria moral resulta un poquito autocomplaciente, ¿o no? De todas formas, un visionado obligado.

2 comentarios :

  1. Estupendo análisis, sí, aunque esa no fuera tu intención. La vi no hace mucho y escribí sobre ella, me pareció magnífica, pero no sé si eso se debe a que uno ya siente cierta devoción por determinados cineastas y le parece bien todo lo que realizan. Leyendo tu entrada me doy cuenta de mi objetividad sigue a salvo.
    Saludos.

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    Respuestas
    1. Uno debe obedecer lo que la entrada misma demanda, ja, ja, y "Silence" es la clase de película que exige más que un simple repaso por arriba, como la cinta de Bergman que cita en su entrada. Son películas (y ahora también incluyo las de Bergman) que, además de fascinar con su realización formal, también lo hacen con sus propuestas discursivas, conceptuales, filosóficas... sus narraciones arriesgadas, singulares, etc. A propósito de la palabra, la trilogía del silencio de Dios de Bergman en su momento me dejó sin palabras, momentos de gran cine. Bien ganada se tienen la devoción, ¡y hay que confiar en la propia mirada!
      Mientras veamos al cine como algo más que sólo un medio de entretención pasajera (aunque lagunas lo sean, y no hay problema en ello), pienso que estamos en el camino correcto para dialogar con cada propuesta.
      ¡Saludos y gracias por comentar!

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